"DIOS aún hace milagros"

Lunes 3 de Octubre, 2016. 

Nuestro Pan Diario “DIOS aún hace milagros” 
(Por CF Jara) 

Versículo para hoy: Isaías 53:3-5 
«Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.» Isaías 53:5 

Lea la Biblia en un año: Isaías 53 

Inmediatamente después que Jesús terminó Su última cena con Sus discípulos, se dirigió a orar al huerto de los olivos, seguido por algunos de ellos; mientras tanto Judas Iscariote se dirigió hacia el Sanedrín, donde le esperaban los sacerdotes judíos para una cita que previamente habían pactado: el discípulo iba a entregar por 30 monedas de plata, a aquel que tenía un discurso de denuncia hacia las prácticas hipócritas de los doctores de la ley. La señal sería un beso en la mejilla por parte de Judas a aquel a quien el pueblo también llamaba “el Rabí Nazareno” (Mateo 26:14-16, RVI, 1960.) 

Así se inició un terrible tiempo de suplicio para Jesús hasta que expiró crucificado, veinte horas más tarde. Pero si los tres años del ministerio del Hijo del Hombre fueron colmados de milagros, sanaciones, resurrecciones y otras maravillas únicas, Jesús también nos dejó las bendiciones de sanidad a través de aquel espantoso tiempo de suplicio, donde recibió -entre otras terribles ofensas- treinta y nueve latigazos. 

Dos cosas extraordinarias acerca de este hecho: según la ley romana de aquel tiempo, si un reo aguantaba de pie hasta cuarenta latigazos, debía ser perdonado y proclamado rey del imperio, porque no habían registros de algún ser humano que hubiese aguantado vivo o de pie después de los veinte flagelos. Por ello, cuando el centurión que contaba los latigazos cantó el latigazo número treinta y nueve con Jesús aún de pie, el jefe de los torturadores les ordenó parar. Un latigazo más y Jesús hubiera sido proclamado Rey del imperio Romano. El segundo detalle es que la ciencia médica ha reportado treinta y nueve enfermedades principales de las cuales se derivan todas las demás enfermedades, dolencias y aflicciones físicas. En otras palabras, YHWH el Dios nuestro tenía un propósito en todo el sacrificio de Su Hijo amado, pues en Su suplicio nos legó el poder de reclamar sanidad por cada una de las treinta y nueve llagas resultantes del martirio, sea la enfermedad que sea. 

Por lo tanto, es bíblico y propicio que cuando suframos cualquier tipo de malestar, dolencia o padecimiento en nuestro cuerpo, nosotros, los redimidos por la sangre del Cordero santo y con la autoridad que el sacrificio único e imprescriptible de Jesús nos da cada día, declaremos el poder de sanidad sobre las enfermedades, por más terribles que estas sean y aún cuando la ciencia humana haya decretado desahucio. Nosotros siempre podremos confiar en la esperanza de la sanidad por el amor de Jesús hacia nosotros, Sus pequeñitos, Sus redimidos. 

Quizá tú hoy, (o alguien que conoces), ¿estás postrado, enfermo, padeciendo dolores terribles, y quizá pendiendo sobre ti diagnósticos humanos que generan lágrimas y desesperación? Declara en este instante sanidad sobre tu cuerpo en el nombre de Jesús, pero hazlo creyendo con toda tu alma, sin dar cabida a las dudas, declarando que Dios aún hace milagros, que Jesús camina entre nosotros derramando sanidades y bendiciones para Su pueblo y que TODAS las cosas trabajan para bien para aquellos que amamos al Cordero Santo. 

Oración: Señor Jesús, Tú eres el Dios Omnisciente, Omnipotente y Omnipresente, Tú sabes todas las cosas, en Tus manos está la extensa lista de seres humanos que a esta hora están padeciendo ataques a sus cuerpos. Te rogamos Señor que extiendas Tu gracia sanadora sobre aquellos que esta mañana han levantado sus ojos llenos de lágrimas hacia Ti clamando por sanidad, pero también escucha a aquellos que estamos intercediendo por los nuestros en sus lechos de dolor, Tú que nos legaste el poder de la sanidad, Tú Señor Jesús, haz el milagro, y que ninguno de los que han sido sanados hoy, se olviden jamás de Tu santo Nombre, en el nombre de Jesús, amén.- CF Jara- 

La gloria es de Cristo Jesús, por siempre y para siempre. 

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