Prosigo a la meta

Nuestro Pan Diario
Sin perdón
(Por Randy Kilgore)
Leer: Filipenses 3:12-16

«… olvidando ciertamente lo que queda atrás, […] prosigo a la meta…» —Filipenses 3:13-14
Biblia en un año: Éxodo 7–8; Mateo 15:1-20

Estaba almorzando con dos hombres que habían aceptado a Cristo como Salvador mientras estaban presos. El más joven estaba desanimado porque la familia a la que le había robado no quería perdonarlo.

«Mi delito fue violento —dijo el mayor—, y sigue obsesionando y afectando hasta hoy a la familia. No me han perdonado, ya que el dolor es demasiado grande. Al principio, ese deseo de ser perdonado me paralizaba». Luego, agregó: «Entonces, un día, me di cuenta de que mi pesar empezó a ir acompañado de egoísmo. Es mucho desear que esa familia me perdone. Estaba demasiado centrado en lo que yo sentía que necesitaba para sanar mi pasado. Me llevó un tiempo comprender que ese perdón era una cuestión entre ellos y Dios».

«¿Cómo puedes soportarlo?», preguntó el más joven.

El hombre mayor le explicó que Dios había hecho por él lo que no merecía y lo que otros no pueden hacer: murió por nuestros pecados, y cumple su promesa de alejarlos «cuanto está lejos el oriente del occidente» (Salmo 103:12) y de no acordarse más de ellos (Isaías 43:25).

Ante un amor tan grandioso, honramos al Señor al aceptar la suficiencia de su perdón. Debemos olvidar lo que queda atrás y seguir avanzando (Filipenses 3:13-14).

La obra de Cristo es suficiente para cualquier pecado.

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Nuestro Pan Diario
Explosión maravillosa
(Por Jennifer Benson Schuldt)

Biblia en un año: Éxodo 4–6; Mateo 14:22-36
Leer: Juan 13:31-35
«… como yo os he amado, que también os améis unos a otros.» Juan 13:34

En el libro Kisses from Katie [Besos de Katie], Katie Davis relata el gozo de mudarse a Uganda y adoptar a varias niñas de aquel país. Un día, una de sus hijas le preguntó: «Mamá, si dejo que Jesús entre en mi corazón, ¿voy a explotar?». Al principio, Katie le dijo que no. Que Jesús entre en nuestro corazón es un acontecimiento espiritual.

Sin embargo, después de pensarlo un poco, Katie explicó que, cuando decidimos entregarle a Jesús nuestra vida y corazón, «explotaremos de amor, compasión, tristeza por los que sufren y alegría por los que se gozan». En esencia, conocer a Cristo genera un profundo interés por las personas que nos rodean.

La Biblia nos desafía: «Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran» (Romanos 12:15). La obra del Espíritu Santo en nuestro corazón hace que podamos mostrar permanentemente esta respuesta amorosa. Cuando recibimos a Cristo, el Espíritu Santo entra a morar en nosotros. El apóstol Pablo lo describe así: «… habiendo creído en [Cristo], fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa» (Efesios 1:13).

Ocuparse de los demás (con la ayuda sobrenatural de Dios) le muestra al mundo que somos seguidores de Él (Juan 13:35). También nos recuerda su amor hacia nosotros. Jesús afirmó: «… como yo os he amado, que también os améis unos a otros» (v. 34).

El amor que se da refleja el que uno ha recibido.

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Acuérdate de tu Creador

Nuestro Pan Diario
Señalar hacia Dios
(Por Lawrence Darmani)

Lea: Deuteronomio 8:11-18 |
«Acuérdate de tu Creador […] antes que vengan los días malos…» Eclesiastés 12:1

Biblia en un año: Éxodo 1–3 ; Mateo 14:1-21

La primera línea del himno nacional de Ghana dice: «Dios bendiga nuestra tierra». Otros himnos africanos incluyen: «Oh, Uganda, que Dios te sostenga»; «Señor, bendice nuestra nación» (Sudáfrica); «Oh, Dios de la creación, dirige nuestra noble causa» (Nigeria). Los fundadores de algunas naciones utilizaban los himnos como oraciones, en las que invocaban a Dios para que bendijera su tierra y a su pueblo. Tanto en África como en otros países, los himnos señalan a Dios como el Creador y Sustentador.

También incluyen frases que invitan a la reconciliación, la transformación y la esperanza de pueblos frecuentemente divididos por cuestiones étnicas, políticas y sociales. Pero hoy, muchos líderes y ciudadanos tienden a olvidarse de Dios y vivir ajenos a estas declaraciones; en especial, cuando las cosas andan bien.

Pero ¿por qué esperar que se produzcan guerras, enfermedades, tormentas, ataques terroristas o violencia antes de acordarse de buscar a Dios? Moisés les advirtió a los israelitas que no se olvidaran de Dios ni dejaran de seguir sus caminos cuando les iba bien (Deuteronomio 8:11). Eclesiastés 12:1 nos exhorta:

«Acuérdate de tu Creador […] antes que vengan los días malos».
Acercarse a Dios cuando estamos fuertes y saludables nos prepara para descansar en Él cuando lleguen los «días malos» y necesitemos ayuda y esperanza.

Recordar a nuestro Creador puede ser nuestro himno personal.

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Nadie habló como Él

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Había que actuar
Por (David C. McCasland)

Lea: Juan 7:37-46

«… ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!» Juan 7:46

Biblia en un año: Génesis 46–48 ; Mateo 13:1-30

Un congresista de los Estados Unidos de América tenía 23 años cuando participó en la histórica «Marcha a Washington» en 1963, encabezada por el Dr. Martin Luther King Jr., en defensa de los derechos humanos.

Cincuenta años después, un periodista le preguntó a aquel parlamentario qué efecto le había producido en esa ocasión el discurso del Dr. King, Tengo un sueño. Respondió: «Después de escucharlo hablar, era imposible irse y volver a las actividades como de costumbre. Había que hacer algo; ponerse en acción. Moverse. Uno tenía que salir y comunicar la buena noticia».

A muchos de los que se encontraron con Jesús les resultó imposible permanecer neutrales en cuanto a su Persona. Juan 7:25-46 registra dos reacciones ante el Señor: mientras «muchos de la multitud creyeron en él» (v. 31), los líderes religiosos intentaron hacerlo callar, enviando guardias al templo para que lo arrestaran (v. 32). Es probable que estos hayan estado presentes cuando Jesús dijo: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva» (vv. 37-38).

Cuando los guardias volvieron sin Jesús, les preguntaron: «¿Por qué no le habéis traído?» (v. 45). Ellos respondieron: «¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!» (v. 46).

Las palabras de Jesús nos inducen a actuar y a movilizarnos más allá de lo habitual.

La sangre de Jesús perdonó mis pecados pasados y hoy me inspira a obedecer.

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Cuando Dios Habla
Por (Julie Ackerman Link)

Leer: 1 Reyes 19:1-12

«Y echándose [Elías] debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come.» —1 Reyes 19:5

Biblia en un año: Génesis 49–50; Mateo 13:31-58

Me encanta tomar fotografías de puestas de sol en los lagos. Algunas tienen tonalidades pasteles sublimes, mientras que otras presentan destellos intensos de colores brillantes. Algunas veces, el sol se esconde delicadamente detrás del espejo de agua; y otras, se pone en lo que parece ser una llameante explosión.

Tanto en las fotos como en las personas, prefiero esto último, pero ambas situaciones muestran la obra de Dios. Cuando se trata de la obra del Señor en el mundo, me sucede lo mismo. Me gusta más ver respuestas sorprendentes a la oración que provisiones comunes y corrientes de pan cotidiano. Pero ambas son obras divinas.

Quizá Elías tenía preferencias similares. Había crecido en medio de demostraciones extraordinarias del poder de Dios. Cuando oró, el Señor apareció de una manera espectacular: primero, derrotando milagrosamente a los profetas de Baal; y después, al final de una larga y devastadora hambruna (1 Reyes 18). Pero, luego, Elías tuvo miedo y huyó. Entonces, Dios mandó un ángel para que lo alimentara y fortaleciera en el viaje. Después de 40 días, llegó a Horeb; y, allí, el Señor se comunicó con él mediante una voz suave y apacible, en lugar de hacerlo con milagros extraordinarios (19:11-12).

Si estás desanimado porque Dios no ha aparecido en un destello de gloria, tal vez esté manifestándose mediante su presencia silenciosa.

Dios está tanto en las cosas pequeñas como en la grandes.

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