Mi canción es para el Señor

Viernes 9 de Octubre, 2015.

Nuestro Pan Diario
“La bella sinfonía”
(Por acharles)

Leer: Job 29:1-6; 30:1-9
 

«… mi fortaleza y mi canción es el Señor…» Isaías 12:2

La Biblia en un año: Isaías 32–33; Colosenses 1


La música afecta a las personas de manera diferente. El compositor la oye en el seno de su imaginación. La audiencia la escucha con sus sentidos y emociones. Los miembros de la orquesta oyen más claramente el sonido de los instrumentos que tienen más cerca.

En un sentido, nosotros integramos la orquesta de Dios. A menudo, solamente escuchamos la música que está más cerca. Como no captamos la armonía general, somos como Job, quien clamó en su sufrimiento: «Y ahora yo soy objeto de su burla, y les sirvo de refrán» (Job 30:9).

El patriarca rememoraba el respeto que le tenían los príncipes y los oficiales. De su vida, decía: «Cuando lavaba yo mis pasos con leche, y la piedra me derramaba ríos de aceite» (29:6). Pero, ahora, era objeto de burla, y se lamentaba: «Se ha cambiado mi arpa en luto» (30:31). Sin embargo, le faltaban muchísimos instrumentos a esa sinfonía, y Job no podía escuchar la armonía completa.

Quizá, hoy solamente oigas las notas melancólicas de tu violín. Pero no te desanimes. Cada detalle de tu vida está incluido en la partitura divina. O tal vez escuches una flauta vibrante. Entonces, alaba al Señor por ella y comparte tu gozo.

Estamos interpretando la obra maestra de la redención, y Dios es el compositor de nuestra vida. Señor, tu música es perfecta. Confío en ti. 

Confiar en la bondad de Dios pone una canción en el corazón.


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y Él no respondía

Jueves 8 de Octubre, 2015

Nuestro Pan Diario
“Palabras imprudentes”
(Por Jennifer Benson Schuldt)

Leer: 1 Pedro 2:13-25
 

«… cuando le maldecían, no respondía con maldición…» 1 Pedro 2:23
La Biblia en un año: Isaías 30–31; Filipenses 4

Hacía casi media hora que conducía, cuando, de pronto, mi hija empezó a llorar desde el asiento trasero. Cuando le pregunté qué le pasaba, dijo que su hermano le había pellizcado el brazo. Entonces, él se defendió reclamando que lo había hecho porque ella lo había pinchado. Ella, a continuación, explicó que lo había pinchado porque él le había dicho algo hiriente.

Lamentablemente, este comportamiento, habitual entre los niños, también puede aparecer en los adultos. Una persona ofende a otra, y el ofendido reacciona con una explosión verbal. El ofensor, a su vez, contraataca con otro insulto. Poco después, la relación queda dañada por el enojo y las palabras crueles.

La Biblia enseña que «hay gente cuyas palabras son puñaladas», pero que «la blanda respuesta quita la ira» (Proverbios 12:18 RVC; 15:1). Además, en ciertas ocasiones, la mejor manera de actuar ante comentarios feos o crueles es callarse.

Antes de la crucifixión de Jesús, las autoridades religiosas intentaron provocarlo con sus palabras (Mateo 27:41-43). Sin embargo, Él «cuando le maldecían, no respondía con maldición […], sino encomendaba la causa al que juzga justamente.» (1 Pedro 2:23).

El ejemplo de Jesús nos enseña cómo responder a quienes nos ofenden, y el Espíritu nos ayuda a hacerlo.

Señor, ayúdame a controlar mis palabras. 

A menudo, una respuesta suave quebranta un corazón duro.


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De oídas te había oído

Miércoles 7 de Octubre, 2015

Nuestro Pan Diario
“Visión nublada”
(Por Anne Cetas)

Leer: Job 19:1-21 
 

«De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven.» Job 42:5

La Biblia en un año: Isaías 28–29; Filipenses 3


Tengo una amiga que es una jinete experimentada, y me ha enseñado algunas cosas interesantes sobre los caballos. Por ejemplo: a pesar de ser el mamífero terrestre de ojos más grandes, ve poco y distingue menos colores que los seres humanos. Por eso, a veces, le cuesta identificar objetos en el suelo. Cuando ve un tronco, no sabe si puede saltarlo fácilmente o si es una serpiente grande que podría lastimarlo. Entonces, si no está bien entrenado, se asusta fácilmente y tiende a escapar.

Nosotros también queremos huir de circunstancias alarmantes. Tal vez nos sintamos como Job, quien malinterpretó sus problemas y deseó no haber nacido nunca. Como no podía ver que era Satanás quien intentaba destruirlo, temía que el Señor, en quien había confiado, fuera el causante de su situación. Abrumado, exclamó: «Bien saben ustedes que Dios me ha derribado, y que me tiene atrapado en su red» (Job 19:6 RVC).

Como Job, nuestra visión también es limitada. Deseamos huir de las circunstancias que nos atemorizan. Pero, desde la perspectiva de Dios, no estamos solos, ya que Él comprende qué nos desconcierta y nos atemoriza. Sabe que estamos seguros porque Él está a nuestro lado. Tenemos, entonces, la oportunidad de confiar en su sabiduría en lugar de depender de nuestro entendimiento.

¿Dudas de la bondad de Dios?
Confiar en la fidelidad de Dios disipa el miedo.

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Jugar con fuego

Martes 6 de Octubre, 2015

Nuestro Pan Diario
“Jugar con fuego”
(Por Dennis Fisher)

Leer: Juan 15:10-20
 
 

«… el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré…» Juan 14:21

La Biblia en un año: Isaías 26–27; Filipenses 2


Cuando era niño, mi mamá me advertía que no jugara con fuego. Sin embargo, un día, decidí averiguar qué pasaba si lo hacía. Tomé una cajita de cerillas y un papel, y fui al patio trasero para el experimento. Con el corazón latiendo rapidísimo, me arrodillé en el suelo, encendí la cerilla y prendí fuego el papel.

De repente, vi que venía mi madre. Como no quería que me descubriera, cubrí las llamas con las piernas para esconder lo que estaba haciendo. Mi mamá gritó: «Denny, ¡mueve las piernas! ¡Estás encima del fuego!». Menos mal que las moví lo suficientemente rápido como para no quemarme. Entonces, me di cuenta de que la regla de mi madre sobre no jugar con fuego no era para arruinarme la diversión, sino porque le preocupaba que me lastimara.

A veces, no entendemos las razones que motivan los mandamientos de Dios. Quizá pensemos que el Señor es un aguafiestas cósmico, que establece normas y reglamentos para impedir que disfrutemos de las cosas. Sin embargo, Él nos pide que lo obedezcamos porque quiere lo mejor para nosotros. Cuando obedecemos, «permanecemos en su amor» y rebosamos de gozo (Juan 15:10-11).

Por eso, cuando Dios nos advierte que no pequemos, lo hace para nuestro beneficio. En realidad, quiere protegernos de que nos quememos al «jugar con fuego».

Padre, que tu Espíritu nos capacite para obedecer tu Palabra. Gracias por tu protección. 


Dios nos hace advertencias en su Palabra porque nos ama y quiere protegernos..


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Mi guía

Lunes 5 de Octubre, 2015

Nuestro Pan Diario
“El ‘rutero’ del piloto”
(Por Dennis Fisher)

Leer: Salmo 119:129-136
 

«Ordena mis pasos con tu palabra…» Salmo 119:133

La Biblia en un año: 2 Crónicas 1 - 3, Juan 10:1-23

En los siglos XV y XVI, durante la era de la gran exploración marítima, los veleros atravesaban océanos inmensos y peligrosos y navegaban frente a costas amenazadoras. Los pilotos usaban diversas técnicas de navegación; entre ellas, un libro llamado «rutero» (una especie de bitácora), un diario de sucesos registrados por un viajero anterior, donde relataba los problemas en aguas previamente desconocidas y difíciles. Leyendo los detalles en un rutero, los capitanes podían evitar peligros y atravesar corrientes complicadas.

En muchos aspectos, la vida cristiana es como un viaje, y el creyente necesita ayuda para navegar por los mares peligrosos de la vida. Disponemos de esta ayuda porque Dios nos dio Su Palabra, que actúa como un «rutero espiritual». A menudo, al reflexionar sobre un pasaje significativo, recordamos la fidelidad del Señor en medio de circunstancias difíciles.

Como señala el salmista, los peligros no solo se hallan en las experiencias de la vida, sino también en nuestra tendencia interior al pecado. Ante esta doble preocupación escribió: «Ordena mis pasos con tu palabra, y ninguna iniquidad se enseñoree de mí» (119:133).

Cuando reflexiones sobre las enseñanzas bíblicas, recordarás el cuidado de Dios en el pasado, reafirmarás tu experiencia de la guía del Señor en circunstancias adversas y se te advertirá de la peligrosidad del pecado. Esta es la ventaja de tener un «rutero espiritual»

Con la Palabra de Dios como mapa y Su Espíritu como brújula, estás seguro de mantener el curso correcto.

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