Plegaria de agradecimiento:


La Ventana del Alma

Plegaria de agradecimiento:

«Gracias queremos darte, amado Padre celestial,

por todas Tus misericordias para con nosotros.

Gracias por todos los bellos amaneceres que creas

para que nos regocijemos en Tu poder y sabiduría sempiternas;

Gracias por la vida de mis hijos, de mi cónyuge, de todos aquellos que amo;

Sólo Tu amor inconmensurable es capaz de producir tanta bendición en nuestras vidas.

Glorifico Tu santo nombre, mientras me des la vida,

y te agradeceré cada mañana, hasta cuando vengas por mi,

por el amor eterno de mi amado Jesús, amén y amén.»

Hago lo que no quiero

Viernes 22 de Enero, 2016.

Nuestro Pan Diario
“Libérate”
(Por Randy Kilgore)

Leer: Romanos 7:15-25
«Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.» Romanos 7:15
La Biblia en un año: Mateo 14:22-36

Un hombre de mediana edad se me acercó después de un taller que lideré donde él trabajaba, y preguntó: «He sido creyente casi toda la vida, pero mi manera de actuar me decepciona permanentemente. ¿Por qué parece que sigo haciendo siempre lo que no quiero y nunca hago lo que sé que debo? ¿Dios se está cansando de mí?». Otros dos hombres que estaban cerca también parecían interesados en escuchar la respuesta.

Esta es una lucha habitual que aun el apóstol Pablo experimentaba: «Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago» (Romanos 7:15). Pero hay buenas noticias: No tenemos que seguir en esa trampa del desánimo. Parafraseando lo que Pablo escribe en Romanos 8, la clave es dejar de ocuparnos de la ley y empezar a concentrarnos en Jesús.

No podemos solucionar nuestra condición de pecadores con acciones personales. La respuesta no es «esforzarse para cumplir las normas», sino enfocarse en Aquel que nos muestra su misericordia y colaborar con el Espíritu que nos transforma. Concentrarnos en la ley nos recuerda permanentemente que no podemos ser suficientemente buenos para merecer la gracia de Dios.
Cuando llenamos nuestra mente de Cristo, nos parecemos cada vez más a Él.


Señor, ayúdame a reflejar tu humildad sacrificándome por los demás.

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Sed imitadores de mi.

Jueves 21 de Enero, 2016.

Nuestro Pan Diario
“Gente real y Dios real”
(Por Dave Branon)

Leer: Filipenses 3:17-21 

«… sed imitadores de mí…» Filipenses 3:17

La Biblia en un año: Mateo 13:31-58

Hace muchos años, después de escribir sobre una tragedia familiar en un artículo de Nuestro Pan Diario, recibí una carta de un lector, que decía: «Me di cuenta de que los escritores son personas reales con problemas también reales». ¡Qué gran verdad! Observo la lista de hombres y mujeres que escriben estos artículos y veo cáncer, hijos descarriados, sueños incumplidos y muchas otras clases de pérdidas. Sin duda, somos simples personas reales que escriben sobre un Dios real que entiende nuestros problemas reales.

El apóstol Pablo se destaca en el Salón de la Fama de Personas Reales. Tenía problemas físicos, conflictos legales y luchas con otras personas que debía solucionar. En semejante realidad tan complicada, estaba dejándonos un ejemplo. En Filipenses 3:17, afirmó: «Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros».

Las personas a nuestro alrededor que necesitan el evangelio, que necesitan a Cristo, están buscando gente confiable que pueda guiarlas al Salvador perfecto. Esto significa que debemos ser reales.

Señor, tú eres la perfección, pero recibes a personas imperfectas que buscan en ti la salvación. Ayúdanos a ser personas reales y auténticas al guiar a otros a ti.

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Se humilló hasta la muerte.

Miércoles 20 de Enero, 2016.

Nuestro Pan Diario
“!Primero tú!”
(Por Jennifer Benson Schuldt)

Leer: Filipenses 2:1-11
«… [Jesús] se humilló a sí mismo…» Filipenses 2:8

La Biblia en un año: Mateo 13:1-30

El sherpa tibetano Nawang Gombu y el norteamericano Jim Whittaker alcanzaron la cima del monte Everest el 1 de mayo de 1963. Cuando estaban por llegar, ambos pensaron en el honor de ser el primero en pisar la cumbre. Whittaker invitó a Gombu a ir adelante, pero este se negó con una sonrisa, y dijo: «¡Primero tú, gran Jim!». Finalmente, decidieron hacerlo al mismo tiempo.

Pablo alentó a los creyentes filipenses a demostrar esa clase de humildad: «no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros» (Filipenses 2:4). El egoísmo y la altanería pueden dividir a las personas, pero la humildad las une, porque refleja la cualidad de tener «el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa» (v. 2).

Cuando hay peleas o desacuerdos, podemos aplacarlos cediendo nuestro derecho a tener la razón. La humildad nos llama a mostrar bondad y cortesía en lugar de insistir en imponernos: «antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a [uno] mismo» (v. 3).

Ser humildes nos ayuda a parecernos más a Jesús, quien, por nosotros, «se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte» (vv. 7-8). Seguir las pisadas del Señor significa hacer lo que es mejor para los demás.

Señor, ayúdame a reflejar tu humildad sacrificándome por los demás.

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Fuimos reconciliados por Él

Lunes 18 de Enero, 2016.

Nuestro Pan Diario
“Ministerio de la reconciliación”
(Por Tim Gustafson)

Leer: 2 Corintios 5:16-21
«… siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo…» Romanos 5:10

La Biblia en un año: Mateo 12:24-50

Mientras Martin Luther King Jr. predicaba un domingo por la mañana en 1957, intentaba resistir la tentación de contraatacar a una sociedad sumergida en el racismo. «¿Cómo puedes amar a tus enemigos? —le preguntó a la congregación—. Comienza por ti mismo. […]. Cuando se presente la oportunidad de derrotarlos, ese es el momento en que no debes hacerlo».

King citó las palabras de Jesús: «Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos» (Mateo 5:44-45).

Al pensar en quienes nos dañan, es sabio recordar que nosotros también éramos enemigos de Dios (ver Romanos 5:10). Pero Él «nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación» (2 Corintios 5:18). Ahora tenemos una obligación santa: «nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación» (v. 19). Debemos llevar este mensaje al mundo.

Las tensiones políticas y raciales no son nada nuevo, pero la tarea de la iglesia es evitar las divisiones. No debemos atacar a quienes tienen opiniones diferentes o, incluso, buscan destruirnos. Nuestro «ministerio de la reconciliación» imita el corazón de siervo generoso de Cristo.

En Cristo, todos somos uno.

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