Si no has recibido todavía a Jesucristo en tu corazón, haz esta oración: Señor Jesús,declaro que eres el Hijo de DIOS. Reconozco que soy pecador. Creo que Tú moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste de entre los muertos al tercer dia. Perdóname y hazme una nueva criatura. Entra en mi corazón, yo te recibo como mi Señor y mi Salvador, escribe mi nombre en el Libro de la Vida y séllame con tu Santo Espíritu. En el nombre de Jesús, amén.
El Pastor Supremo

El Pastor Supremo
Lectura Diaria para hoy, Jueves 19: “Te
presento a Shrek”
Lea: Ezequiel 34:11-16
«… yo mismo iré a buscar mis ovejas, y
las reconoceré.» Ezequiel 34:11
Shrek
era una oveja desertora. Se alejó de su rebaño y estuvo perdida durante seis
años. La persona que la encontró viviendo en una cueva en un lugar alto y
escarpado de Nueva Zelanda, no se dio cuenta de que era una oveja. «Parecía
una especie de bestia bíblica», declaró. En cierto modo, lo era. Shrek
era un cuadro de lo que les sucede a las ovejas que se separan de su pastor.
Tuvieron
que bajarla de la montaña, porque tenía la lana tan larga y pesada (27 kilos)
que no podía caminar sin ayuda. Para aliviarla del peso de su rebeldía, la
colgaron cabeza abajo, para que se quedara quieta y no se lastimara cuando el
esquilador le cortaba el pesado vellón.
La
historia de Shrek ilustra la metáfora que utilizó Jesús cuando se autodenominó
el Buen Pastor (Juan 10:11), y cuando Dios se refirió a su pueblo como sus
ovejas (Ezequiel 34:31). Tal como Shrek, no tomamos buenas decisiones cuando lo
hacemos a solas, y el peso de las consecuencias nos aplasta (Ezequiel
33:10).
Para aliviar ese peso, tal vez tengamos que caer de
espaldas durante un tiempo. Y, cuando terminamos en esta posición, es bueno
permanecer quietos y confiar en que el Buen Pastor hará su obra sin
lastimarnos.
Dios nos entrena para
que crezcamos en la fe.

Sonríe

Sonríe
Lectura Diaria para hoy, Miércoles 18: “¡Sonríe!”
Lea:
Números 6:22-27
«El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti
misericordia.» Números 6:25
Leí sobre un estudio reciente, cuya
conclusión indicaba que sonreír puede ser bueno para la salud. La investigación
muestra que sonreírse disminuye la frecuencia cardíaca y reduce el estrés.
No obstante, una sonrisa no solo te
hace bien a ti, sino que, al darla con sinceridad, bendice también a quienes la
reciben. Sin pronunciar palabra, puede transmitirles a los demás que te agradan
y que estás contento con ellos. Una sonrisa es capaz de abrazar a una persona
con amor, sin siquiera tocarla.
La vida no siempre nos da motivos
para sonreír, pero, cuando vemos una sonrisa de corazón en el rostro de un niño
o a través de arrugas producidas por los años, nos estimula.
Las sonrisas también son una señal de
la imagen de Dios en nosotros. En la antigua bendición registrada en el libro
de Números, vemos un indicio de que el Señor «sonríe»: «El Señor haga resplandecer su rostro
sobre ti, y tenga de ti misericordia; el Señor alce sobre ti su rostro, y ponga
en ti paz» (Números
6:25-26). Estas palabras son una expresión idiomática del favor de Dios sobre
la vida de una persona, al pedirle que les sonría a sus hijos.
Por eso, recuerda hoy que Cristo te
ama, que le agrada derramar su gracia y hacer resplandecer su rostro sobre ti.
Tu sonrisa puede ser un
mensaje de ánimo de parte de Dios a alguien necesitado.
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Lumbrera

Lumbrera
La luz del Cordero
Lea: Apocalipsis
21:14-27
«La
ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la
gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.»Apocalipsis 21:23
Durante
innumerables generaciones, la gente ha dependido del sol y de la luna para
iluminar el día y la noche. Ya sea para alumbrar nuestro
camino o proveer la luz necesaria para que crezcan las semillas y los nutrientes
necesarios para nuestro cuerpo, ambos son parte de la maravillosa provisión de Dios. El libro de Génesis relata que Dios hizo «la lumbrera
mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche» (Génesis 1:16).
Pero, un día, Dios brindará una clase diferente de
iluminación. Juan escribe sobre la eterna ciudad
celestial: «La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que
brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su
lumbrera» (Apocalipsis 21:23). Es interesante observar que la
palabra que aquí se traduce «lumbrera»
lleva en sí la idea de una lámpara. En su estado glorificado, Cristo será la lámpara espiritual que
ilumine aquel nuevo mundo lleno de gozo.
El Señor Jesucristo es «el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo» (Juan 1:29). También es la fuente de luz
espiritual que hace que quienes lo siguen sean «la luz del mundo»(Mateo 5:14).
Pero, en la eternidad,
será la Lámpara que alumbre nuestro camino (Apocalipsis
21:23). ¡Qué emocionante será aquel día en
que viviremos a la luz del Cordero!
La
Luz del mundo no sufre apagones.
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La religión pura

La religión pura
Los niños del mundo
Lea: Santiago 1:22–2:1
«La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones…»Santiago 1:27
Biblia en un año:
Nehemías 4–6
Hechos 2:22-47
Nehemías 4–6
Hechos 2:22-47
Durante un viaje de servicio misionero, un grupo de estudiantes de secundaria visitó un orfanato, tras lo cual, uno de los alumnos estaba visiblemente perturbado. Le preguntamos la razón, y nos dijo que le traía a la mente su propia situación de diez años antes.
Este joven había vivido en un orfanato en otro país, y contó que recordaba que la gente iba a visitarlo a él y a sus amigos (tal como estos jóvenes lo hacían), y que después, se iban. Ocasionalmente, alguien volvía y adoptaba un niño. Pero cada vez que no lo llevaban a él, se preguntaba: ¿Qué tengo de malo?
Tras la visita de aquellos jóvenes al orfanato, y su posterior partida, sus viejos sentimientos regresaron a su mente. Entonces, sus compañeros oraron por él y agradecieron a Dios que, un día, una mujer (su nueva madre) apareció y lo escogió como hijo suyo. Fue la celebración de un acto de amor que le brindó esperanza a un muchachito.
En todo el mundo, hay niños que necesitan saber que Dios los ama (Mateo 18:4-5; Marcos 10:13-16; Santiago 1:27). Sin duda, no todos podemos adoptar o visitar a estos niños, y está claro que no se espera que lo hagamos. Pero sí hay algo que todos podemos hacer: sostener, animar, enseñar, orar. Cuando amamos a los niños del mundo, honramos a nuestro Padre que nos adoptó en su familia (Gálatas 4:4-7).
Cuanto más crece el amor de Cristo en nosotros, más fluye de nuestra vida.
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