Corriendo la carrera

Nuestro Pan Diario
Muy cargado
(Por Dennis Fisher)
Leer: Hebreos 12:1-5

«… despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.» Hebreos 12:1
La Biblia en un año: Levítico 26–27; Marcos 2

El 10 de agosto de 1628 fue una fecha oscura para la historia naval. Ese día, la corbeta real Vasa zarpó en su viaje inaugural. Después de dos años de construcción, lujosamente adornado y con 64 cañones, el orgullo de la flota naval sueca se hundió a un kilómetro y medio de la costa. ¿Qué falló? La carga era demasiado pesada como para que pudiera navegar. El exceso de peso llevó al Vasa al fondo del mar.

La vida cristiana también puede hundirse por exceso de equipaje. Para animarnos en nuestro andar espiritual, Hebreos señala: «despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe» (Hebreos 12:1-2).

Como el barco lujosamente decorado, podemos impresionar exteriormente a los demás, pero, si el pecado nos agobia en lo interior, nuestra perseverancia puede verse afectada. No obstante, hay un remedio: al descansar en la guía de Dios y el poder del Espíritu Santo, nuestra carga puede aliviarse y la perseverancia fortalecerse.

El perdón y la gracia están siempre a disposición del peregrino espiritual. Padre celestial, muy a menudo trato de esconder el peso de mi pecado tras actividades cristianas externas. Perdóname y ayúdame a dejar de lado lo que me impide correr una buena carrera.

Perseverar se trata de lo que no hacemos como de lo que sí llevamos a cabo.

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Hágase Tu voluntad

Nuestro Pan Diario
¿La voluntad de quién?
(Por C. P. Hia)
Leer: Génesis 39:1-6, 20-23

«… Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.» Mateo 26:39
La Biblia en un año: Levítico 25; Marcos 1:23-45

«Que todo ocurra según tu voluntad» es un saludo frecuente durante el año nuevo chino. Por más maravilloso que suene, las cosas salen mejor cuando se aplica la voluntad de Dios y no la nuestra.

Si hubiese podido elegir, José no habría querido ser esclavo en Egipto (Génesis 39:1). Sin embargo, a pesar de su cautiverio, fue «próspero» porque «el Señor estaba con José» (v. 2). Dios incluso bendijo la casa de su amo «a causa de [él]» (v. 5).

Tampoco hubiese querido ir preso, pero así sucedió cuando lo acusaron falsamente de acoso sexual. No obstante, leemos por segunda vez: «el Señor estaba con José» (v. 21). Allí se ganó la confianza del guardia (v. 22), ya que «lo que él hacía, el Señor lo prosperaba» (v. 23). Su espiral descendente hacia la cárcel se convirtió en el comienzo de su ascenso a la posición más elevada en Egipto. Pocas personas escogerían ser ascendidas del modo que el Señor lo hizo con José. Pero Dios bendice a pesar de las circunstancias adversas e, incluso, a través de ellas.

El Señor tenía un propósito al llevar a José a Egipto, y también lo tiene al colocarnos en el lugar donde estamos. En vez de desear que todas las cosas sucedan según nuestra voluntad, podríamos decir, como lo hizo nuestro Salvador antes de ir a la cruz: «no sea como yo quiero, sino como tú» (Mateo 26:39).

Señor, perdóname por mi egoísmo. Ayúdame a colocarte en primer lugar.

A menudo, esperar con paciencia es la mejor manera de hacer la voluntad de Dios.

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Tráiganmelo

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Tráiganme al muchacho
(Por Marion Stroud)
Leer: Marcos 9:14-27

«… respondió Jesús: Tráiganme al muchacho.» Marcos 9:19
La Biblia en un año: Levítico 17–18; Mateo 27:27-50

« No creo en Dios y no voy a ir », dijo Marcos. A Ana se le hizo un nudo en la garganta. Su hijo se había convertido de un muchacho alegre en un joven malhumorado y desaprensivo. La vida era un campo de batalla, y el domingo se había vuelto un día incómodo, ya que Marcos no quería ir a la iglesia con su familia. Finalmente, sus padres, desesperados, consultaron a un consejero, el cual dijo: «Marcos tiene que experimentar la fe personalmente. No pueden forzarlo a creer en Cristo. Dejen que Dios obre. Sigan orando y esperando».

Ana esperó… y oró. Una mañana, las palabras de Jesús resonaron en su mente. Los discípulos del Señor no habían podido ayudar a un joven endemoniado, pero Jesús tuvo la respuesta: «Tráiganme al muchacho» (Marcos 9:19).

El sol brillaba por la ventana, al costado de Ana, y se reflejaba en el piso. Si Jesús pudo ayudar en una situación tan extrema como aquella, podía sin duda ayudar a su hijo. Imaginó estar de pie con su hijo y Jesús bajo aquella luz. Entonces, mentalmente, dio un paso atrás y dejó a su hijo solo con Aquel que lo amaba aun más que ella.

Todos los días, Ana entregaba silenciosamente a Marcos al Señor, aferrándose a la certeza de que Él conocía las necesidades del muchacho y que, a su tiempo y manera, obraría en su vida: "Padre, pongo a mi amado en tus manos, sabiendo que lo amas más que yo y que sabes cómo suplir sus necesidades. Lo dejo a tu cuidado."

La oración es la voz de la fe, que confía en que Dios sabe y se interesa por nosotros.

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Construyendo puentes

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Construir un puente
(Por Bill Crowder)
Leer: 1 Tesalonicenses 1:1-10

«… en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido...» 1 Tesalonicenses 1:8
La Biblia en un año: Levítico 21–22; Mateo 28

El libro Centenario, de James Michener, es una ficción sobre la historia y la conquista del oeste norteamericano. A través de los ojos de un comerciante franco-canadiense llamado Pasquinel, el autor entrecruza las historias de los indígenas ‘Arapajó’ de las Grandes Planicies y la comunidad europea de Saint Louis. Mientras este tosco aventurero se mueve entre el creciente desorden de la ciudad y las grandes llanuras, se convierte en un puente entre dos mundos drásticamente diferentes.

Los seguidores de Cristo también tienen la oportunidad de construir puentes entre dos mundos muy distintos: los que conocen y siguen a Jesús y los que no lo conocen. Los primeros cristianos en Tesalónica habían estado construyendo puentes en la cultura idólatra que los rodeaba; por eso, Pablo dijo de ellos: «Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no sólo en Macedonia y Acaya, sino […] también en todo lugar…» (1 Tesalonicenses 1:8). El puente que estaban edificando tenía dos componentes: «la palabra del Señor» y el ejemplo de la fe de ellos. Todos veían que estos creyentes se habían convertido «de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero» (v. 9).

A medida que Dios se manifieste a los que nos rodean mediante su Palabra y a través de nuestra vida, podemos convertirnos en puentes para aquellos que todavía no conocen el amor de Cristo.

Vive el evangelio y los demás escucharán.

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De rodillas

« TE DARÉ GRACIAS DE RODILLAS HOY Y SIEMPRE, DIOS INMORTAL E INVENCIBLE. SI NO FUERA POR TI, YO NO ESTARÍA HOY AQUÍ. ESTARÍA DE SEGURO RECLUIDO EN ALGÚN SANATORIO MENTAL, O QUIZÁ PRESO EN ALGUNA CÁRCEL DESPIADADA, O TAL VEZ INERTE, EN ALGÚN CEMENTERIO OLVIDADO.

SI NO FUERA POR TI, POR TU GRAN AMOR POR MI, POR TU SACRIFICIO EN LA CRUZ, NO PODRÍA VER LAS MAÑANAS SOLEADAS O LOS ATARDECERES DE PINTURA QUE TU HACES PARA MI. SI NO FUERA POR TI, NO SOÑARÍA NUNCA MAS MIRANDO A LAS ESTRELLAS, NI PODRÍA ABRIR MI BOCA PARA CANTARTE EN LAS MADRUGADAS.

POR ESO Y POR MIL COSAS MÁS, TE DARÉ GRACIAS DE RODILLAS, HOY SIEMPRE. BENDITO SEAS, DIOS DE ISRAEL.» (cfjg)

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La lengua

Nuestro Pan Diario
Domar lo indomable
(Por Dave Branon)
Leer: Santiago 3:1-12

«… ningún hombre puede domar la lengua…» Santiago 3:8
La Biblia en un año: Levítico 19–20; Mateo 27:51-66

Desde cerdos vietnamitas hasta zorros siberianos, los humanos han aprendido a domar animales salvajes. A la gente le encanta enseñarles a los monos a «actuar» en publicidades o entrenar ciervos para que coman de sus manos. Como señala el apóstol Santiago: «toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana» (3:7).

Pero hay algo que no podemos domar: todos tenemos problema para controlar una cosita llamada lengua. «… ningún hombre puede domar la lengua», afirma Santiago (v. 8).
¿Por qué? Porque, aunque nuestras palabras estén en la punta de la lengua, se originan en lo profundo de nuestro ser: «Porque de la abundancia del corazón habla la boca» (Mateo 12:34). Entonces, la lengua puede usarse para bien y para mal (Santiago 3:9). El erudito Peter Davids lo expresa así: «Por un lado, [la lengua] es muy religiosa, pero, por el otro, puede ser sumamente profana».

Si no podemos domar esta lengua desenfrenada que tenemos, ¿está destinada a ser un problema diario en nuestra vida, siempre inclinada a decir cosas malas? (v. 10). Por la gracia de Dios, no. Aunque nuestros métodos fracasen, el Señor pondrá «guarda a mi boca» y a «la puerta de mis labios» (Salmo 141:3). Él puede domar lo indomable.

Señor, a veces digo cosas que no te honran. Gracias porque tu Espíritu puede controlar mi lengua indomable.

Para dominar la lengua, deja que Cristo gobierne tu corazón.

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