Se ensombreció su corazón....

Martes 9 de Junio

Nuestro Pan Diario
“Corrientes engañosas”
(Por Julie Ackerman Link)

Lea: Deuteronomio 8:11-20
 

«… se ensoberbeció su corazón; por esta causa se olvidaron de mí.» Oseas 13:6
Biblia en un año: 2 Crónicas 32–33, Juan 18:19-40



En su libro The Hidden Brain [El cerebro escondido], el escritor Shankar Vedantam describe un día cuando fue a nadar. El agua estaba calma, y se sentía fuerte y orgulloso de haber recorrido tan fácilmente una gran distancia. Pero, cuando trató de volver, no podía. La corriente lo había engañado: su fácil desplazamiento no se debió a su fuerza, sino al movimiento del agua.

En nuestra relación con Dios puede suceder algo similar. «Seguir la corriente» puede hacer que nos creamos más fuertes de lo que somos. Cuando la vida es fácil, nuestra mente nos dice que se debe a nuestra fuerza, y nos volvemos orgullosos y autosuficientes. Sin embargo, cuando surge algún problema, nos damos cuenta de lo débiles e inútiles que somos.

Esto les sucedió a los israelitas. Dios los bendijo dándoles éxitos militares, paz y prosperidad, pero, como pensaron que lo habían logrado por mérito propio, se volvieron soberbios y autosuficientes (Deuteronomio 8:11-12). Entonces, seguían desobedeciendo, hasta que un enemigo los atacaba y se daban cuenta de lo débiles que eran.

Cuando nos va bien, no debemos engañarnos. El orgullo nos llevará donde no queremos ir. Solo la humildad nos mantendrá con la actitud correcta: agradecidos a Dios y dependiendo de su poder.
La humildad verdadera atribuye a Dios todos los logros.


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!Abraham....detente...!!

Lunes 8 de Junio

Nuestro Pan Diario
“En el monte Calvario”
(Por Joe Stowell)

Lea: Génesis 22:1-12
 

«Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas…» Génesis 22:2
Biblia en un año: 2 Crónicas 30–31; Juan 18:1-18



A menudo, me encuentro pensando en los años cuando mis hijos eran pequeños. Algo que recuerdo con mucho cariño es nuestra rutina matinal para despertarlos. Todas las mañanas, entraba en sus cuartos y, con ternura, los llamaba por su nombre y les decía que era hora de levantarse y prepararse para las actividades del día.

Cuando leo que Abraham se levantó de madrugada para obedecer el mandato de Dios, pienso en aquellos momentos cuando despertaba a mis hijos y me pregunto si parte de la rutina de aquel patriarca era ir a la cama de Isaac para despertarlo… y qué diferente debe de haber sido aquella mañana en particular. ¡Cuán desgarrador habrá sido despertar a su hijo aquella madrugada!

Abraham ató a su hijo y lo colocó sobre el altar, pero, después, Dios proveyó un sacrificio sustituto. Cientos de años más tarde, el Padre celestial también proveería otro sacrificio, el definitivo: su propio Hijo. ¡Piensa en lo agonizante que debe de haber sido para Dios sacrificar a su único Hijo, al cual amaba tanto! Sin embargo, soportó todo eso porque también te ama a ti.

Si dudas de que Dios te ama, no dudes más.
Dios ya ha demostrado que te ama.

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