Si pedimos, Él nos oye

Viernes 8 de Mayo

Nuestro Pan Diario
“¿Por qué pides?”
(Por Vernon C. Grounds)

Leer: Mateo 26:36-46
«… si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.» 1 Juan 5:14
La Biblia en un año: 2 Reyes 1–3; Lucas 24:1-35

Tal vez hayas oído el dicho: «Nuestras cosas pequeñas son grandes para el amor de Dios; nuestras cosas grandes son pequeñas para su poder». ¡Qué verdad! No hay nada en nuestra vida que sea tan pequeño que al Señor no le interese. Tampoco hay problema ni crisis tan grande que sobrepase su sabiduría y poder. Y, como nos ama, nos invita a hablarle de todo lo que nos preocupa (1 Pedro 5:7).

¿Significa esto que podemos pedir a Dios cualquier cosa y esperar recibirla? Por ejemplo, ¿tiene derecho un creyente que forma parte de un equipo deportivo a pedirle al Señor la victoria en un juego y esperar que Él intervenga para ayudar a su equipo a ganar? ¿Y si los jugadores del otro equipo también están orando por la victoria?

La fe en nuestro Salvador y el orar en su nombre son cosas dignas de alabanza, pero asegurémonos de pedir conforme a lo que sabemos que Él quiere. Es posible traspasar el límite que separa la dependencia confiada del egoísmo supersticioso.

La fe bíblica está controlada por la sumisión a la voluntad de Dios (1 Juan 5:14). Por eso, toda petición debe hacerse de tal manera que refleje la actitud de Jesús, quien dijo a su Padre: «No sea como yo quiero, sino como tú» (Mateo 26:39).

La clave de toda oración debe ser: «Hágase tu voluntad».

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Sufrimos para seguir Sus pasos

Miércoles 6 de Mayo

Nuestro Pan Diario
“La Escuela del dolor”
(Por Dennis Fisher)

Leer: Salmo 119:65-80

«Conozco, oh Señor, […] que conforme a tu fidelidad me afligiste.» Salmo 119:75
La Biblia en un año: 1 Reyes 21–22; Lucas 23:26-56


En su libro El problema del dolor, C. S. Lewis señala que «Dios nos susurra en nuestros placeres, nos habla en nuestra conciencia, pero nos grita en nuestros dolores: es su megáfono para despertar a un mundo sordo». El sufrimiento suele ayudarnos a reacomodar la perspectiva y escuchar lo que Dios quiere decirnos. Las experiencias comunes se convierten en lecciones espirituales.


En el Antiguo Testamento, leemos que el salmista tenía un corazón dispuesto a aprender aun en el dolor. Lo aceptaba como parte el plan de Dios: «conforme a tu fidelidad me afligiste» (Salmo 119:75). El profeta Isaías consideraba que el sufrimiento era un proceso purificador: «He aquí te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción» (Isaías 48:10). Job, a pesar de sus lamentos, aprendió a través de sus problemas sobre la soberanía y la grandeza de Dios (Job 40–42).


No somos los únicos que experimentamos sufrimientos. El propio Dios tomó forma humana y sufrió enormemente: «Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas» (1 Pedro 2:21). Aquel cuyas manos tienen las cicatrices de los clavos está cerca, y Él nos enseñará mediante el sufrimiento y nos consolará.

Señor, ayúdame a ver tu propósito en las pruebas. 

La lección de la confianza se aprende en la escuela de la prueba.


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El gozo del Señor

Martes 5 de Mayo

Nuestro Pan Diario
“Corazón gozoso”
(Por Bill Crowder)

Leer: Juan 15:1-11
«Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros…» Juan 15:11
La Biblia en un año: 1 Reyes 19–20; Lucas 23:1-25


Mientras esperaba para embarcar en el Aeropuerto Changi de Singapur, observé a una joven familia: mamá, papá e hijo. Había mucha gente frente a la puerta de embarque, y buscaban un lugar para sentarse. De pronto, el niño empezó a cantar en voz alta ¡Al mundo paz, nació Jesús! Tenía unos seis años; por eso, me llamó la atención que supiera toda la letra.

Lo que más me impresionó fue la expresión en la cara del niño: su amplia sonrisa coincidía con las palabras que entonaba, mientras les proclamaba a todos los que estaban allí el gozo del Cristo que había venido.

Este gozo no debe limitarse a un niño entusiasmado ni a la época de Navidad. Uno de los temas de la última enseñanza de Jesús a sus discípulos la noche antes de su crucifixión fue el gozo desbordante que produce saber que está presente en nuestra vida. Les habló de su amor sin igual: que los amaba como el Padre lo amaba a Él (Juan 15:9). Después de decirles cómo es esa relación eterna, declaró: «Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido» (v. 11).

¡Qué promesa maravillosa! Por medio de Jesucristo, nuestro corazón puede llenarse de gozo… ¡el gozo verdadero!

Señor, me escogiste y redimiste, y me coronaste de amor y compasión. No puedo evitar rebosar de gozo ante tu gran amor. 

Podemos experimentar el gozo de Cristo en todas las etapas de 
la vida.

 

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Prédica "Buscando Justicia"

Jesús vino a servir

Lunes 4 de Mayo
Nuestro Pan Diario
“El que sirve”
(Por Keila Ochoa)

Leer: Lucas 22:24-27
«… yo estoy entre vosotros como el que sirve.» Lucas 22:27
La Biblia en un año: 1 Reyes 14–15; Lucas 22:21-46


«¡Yo no soy sirvienta de nadie!», grité. Esa mañana, las exigencias de mi familia parecían superarme, mientras ayudaba a mi esposo a buscar su corbata azul, le daba de comer a mi bebé y sacaba de abajo de la cama el juguete perdido de nuestro hijito de dos años.

Más tarde, ese mismo día, mientras leía la Biblia, encontré este versículo: «Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve» (Lucas 22:27).

Jesús no tenía que lavarles los pies a sus discípulos, pero lo hizo (Juan 13:5). Había sirvientes que podían hacerlo, pero el Señor prefirió servirlos Él mismo. La sociedad actual insiste en que debemos procurar «ser alguien»; queremos un trabajo bien redituable, el cargo más importante y ser líder en la iglesia. No obstante, dondequiera que estemos, podemos aprender de nuestro Señor cómo servir.

Tenemos diferentes roles como padres, hijos, amigos, trabajadores, líderes o estudiantes. La pregunta es: ¿realizamos estas tareas con una actitud de servicio? Aunque mi rutina puede ser cansadora, doy gracias que el Señor me ayudará, porque quiero seguir sus pasos y servir a los demás.

Señor, sé que viniste a servir. A veces, me olvido de los demás, pero quiero ser como tú. Dame un corazón como el tuyo. 

Para ser como Jesús, necesitamos tener la actitud de un siervo.

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