Perdonad


Perdonad

Nuestro Pan Diario
29 Agosto 2014

Lectura Diaria para hoy, Viernes 29: “Condiciones del servicio”
(Julie Ackerman Link)
Lea: Lucas 6:27-37
«… perdonad, y seréis perdonados.» Lucas 6:37

Biblia en un año: Salmos 126–128; 1 Corintios 10:19-33

Si eres como yo, raras veces lees todo el texto de los contratos de servicios por Internet antes de aceptar sus condiciones. Tienen una gran cantidad de páginas y la mayor parte de la jerga legal no tiene sentido para las personas comunes y corrientes como yo.

Por eso, me sorprendió bastante cuando una amiga de África me mencionó un singular contrato de servicio para programas de computación. En lugar de ser una licencia llena de palabras donde se le dice a la gente cómo no usarla, el fabricante brinda una sencilla bendición al instar a los usuarios a utilizarla con buenas intenciones:

Que hagas bien y no mal. Que encuentres perdón para ti y perdones a los demás. Que compartas generosamente, sin nunca tomar más de lo que das.

En un principio, pensé: ¡Vaya! Imagina lo que sería si se escribieran más condiciones de contratos de servicios en forma de bendición en lugar de hacerlo como documentos legales. Después, pensé: El contrato que Jesús hace con nosotros es así. Él nos ofrece perdón del pecado, paz con Dios y la presencia del Espíritu Santo. A cambio, lo único que pide es que hagamos el bien (Gálatas 6:10), perdonemos como hemos sido perdonados (Lucas 6:37) y amemos a los demás como Él nos ama (Juan 13:34).

Lo maravilloso del contrato de Jesús con nosotros es que, aunque no cumplamos con las condiciones, seguimos recibiendo la bendición.

Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos... —Gálatas 6:10

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DIOS resiste a los soberbios


DIOS resiste a los soberbios

Lectura Diaria para hoy, Jueves 28: “Ejemplo de humildad”
(Bill Crowder)
Lea: Juan 13:1-11
«… Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.» Santiago 4:6

Biblia en un año: Salmos 123–125; 1 Corintios 10:1-18

Durante la época de Semana Santa, mi esposa y yo asistimos a una reunión en una iglesia donde los participantes procuraban representar los sucesos que Jesús y sus discípulos experimentaron la noche antes de que Él fuera crucificado. Como parte de la reunión, los miembros del personal de la iglesia les lavaron los pies a algunos de los colaboradores voluntarios de la congregación. Mientras miraba, me preguntaba qué expresa más humildad en nuestra época: ¿lavar los pies de otra persona o que alguien lave los nuestros? Tanto unos como otros, los que estaban sirviendo y los servidos, mostraban distintos aspectos de la humildad.

Cuando Jesús y sus discípulos se reunieron para la última cena (Juan 13:1-20), el Señor, en un servicio humilde, les lavó los pies a sus seguidores. Pero Simón Pedro se resistió, diciendo: «No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo» (13:8). Lavar los pies no era un simple ritual. También puede verse como una ilustración de nuestra necesidad de ser limpiados por Cristo; una limpieza que nunca se llevará a cabo si no estamos dispuestos a ser humildes delante del Salvador.

Santiago escribió: «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes» (Santiago 4:6). Recibimos la gracia de Dios cuando reconocemos su grandeza, ya que Él se humilló a sí mismo en la cruz (Filipenses 2:5-11).

La posición más poderosa en la Tierra es arrodillarse ante el Señor del universo.

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Un ángel


Un ángel

Lectura Diaria para hoy, Miércoles 27: “Los momentos más oscuros”
(Randy Kilgore)
Lea: 1 Reyes 19:1-8
«… un ángel le tocó [a Elías], y le dijo: Levántate, come.» 1 Reyes 19:5

Biblia en un año: Salmos 120–122; 1 Corintios 9

Carlos Whittlesey fue héroe de héroes. Líder del denominado «Batallón perdido», durante la Primera Guerra Mundial, lo premiaron con la medalla de honor por su valentía cuando su unidad quedó atrapada detrás de las líneas enemigas. Cuando se inauguró en su país la tumba al soldado desconocido, lo eligieron para que fuera el portador del féretro del primer soldado colocado en ese sitio. Dos semanas después, se presume que terminó con su vida lanzándose de un crucero en el medio del océano.

Como Elías (1 Reyes 19:1-7), Carlos era fuerte en público; sin embargo, en los momentos de quietud y privacidad, experimentaba sentimientos de desesperación. Hoy las personas suelen enfrentar situaciones más tremendas de lo que pueden manejar. A veces, es una desesperación temporal producida por la fatiga, como en el caso de Elías. Este había logrado una gran victoria sobre los profetas de Baal (18:20-40), pero después, temió perder la vida y huyó al desierto (19:1-3). Sin embargo, a menudo, es más que algo desesperante y temporal. Por eso, es imprescindible que hablemos abierta y compasivamente sobre la depresión.

Dios ofrece estar con nosotros en los momentos más oscuros de la vida, lo cual nos permite, a su vez, acompañar en su nombre a los angustiados. Pedir ayuda (a los demás y a Dios) quizá sea el momento más fuerte de nuestra vida.

La esperanza llega con la ayuda de Dios y de los demás.

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Lumbrera


Lumbrera

Lectura Diaria para hoy, Martes 26: “Navegación espiritual”
(David C. McCasland)
Lea: Salmo 119:97-106
«Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.» Salmo 119:105

Biblia en un año: Salmo 119:89-176; 1 Corintios 8

En su premiado libro titulado Longitud, Dava Sobel describe un dilema que enfrentaban los antiguos marineros. Podían determinar la latitud norte o sur en que se encontraban por la duración de la luz del día o la altura del sol. Pero calcular la longitud este u oeste seguía siendo un tema complejo, hasta que el relojero John Harrison inventó el cronómetro marino. Era «un reloj que podía mantener la hora correcta desde el puerto de salida […] hasta cualquier rincón del mundo», mediante lo cual permitía que los marineros supieran en qué longitud estaban.

Mientras navegamos por los mares de la vida, nosotros también tenemos una guía espiritual confiable: la Biblia. El salmista escribió: «¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación» (Salmo 119:97). No estaba hablando de echar un vistazo ocasional a la Palabra de Dios, sino de reflexionar en las instrucciones del Señor todos los días: «… tus testimonios son mi meditación» (v. 99). Esto iba acompañado de un compromiso a obedecer al Autor: «Juré y ratifiqué que guardaré tus justos juicios» (v. 106).

Como los marineros de antaño, hoy necesitamos una guía constante para ayudarnos a encontrar nuestro camino y mantener el curso. Esto es lo que sucede cuando buscamos al Señor todos los días con un corazón abierto y un espíritu dispuesto que declara: «Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino» (v. 105).

Con Dios como piloto, vas en la dirección correcta.

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Un poco más


Un poco más

Lectura Diaria para hoy, Lunes 25: “Más que una espera”
(Anne Cetas)
Lea: Hechos 1:1-11
«Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre.» Juan 16:16

Biblia en un año: Salmo 119:1-88; 1 Corintios 7:20-40

No sé cómo será donde tú vives, pero, en mi caso, cuando tengo que llamar para que reparen un artefacto en mi casa, la empresa dice algo así: «El técnico estará allí entre la una y las cinco de la tarde». Como no sé cuándo va a llegar exactamente, lo único que puedo hacer es esperar.

Jesús les dijo a sus seguidores que pronto los dejaría y que tendrían que esperar «un poco» (Juan 16:16). Después de resucitar, volvieron a verlo y ellos esperaban que estableciera su reino en la Tierra en ese momento. Pero Él les dijo: «No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad» (Hechos 1:7). Deberían esperar un poco más.

Sin embargo, tenían que hacer algo más que esperar. Jesús también les indicó a sus seguidores que debían ser «testigos [de Él] en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (v. 8). Entonces, les dio el Espíritu Santo para capacitarlos para hacer esa tarea.

Seguimos esperando que Jesús vuelva. Mientras tanto, en el poder del Espíritu Santo, nos deleitamos en decirles y mostrarles a otros quién es Él, qué ha hecho por todos nosotros a través de su muerte y resurrección, y también su promesa de volver.

Espera y testifica hasta que Jesús vuelva.

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