Un corazón honesto
Lea:
Salmo 15
« Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la
rectitud te agrada…» 1 Crónicas 29:17
El
otro día, mientras estaba en un cementerio, pasé frente a un epitafio en una
tumba, que decía: «J. Holgate: Un hombre honesto».
No sé
nada de la vida de ese hombre, pero, como su lápida estaba inusualmente
ornamentada, supongo que habrá sido rico. Sin embargo, al margen de lo que
haya logrado durante su vida, se lo recuerda por una sola cosa: haber sido
«un hombre honesto».
El
filósofo griego Diógenes pasó toda su vida investigando sobre la honestidad, y
finalmente, concluyó que era imposible encontrar una persona con esa cualidad.
Los honestos son difíciles de encontrar en cualquier época, pero ese rasgo es
uno de los más grandiosos. La honestidad no es la mejor política, sino la
única, y la que distingue al hombre o la mujer que vive en la presencia de
Dios. David escribe: «Señor, […] ¿Quién morará en tu monte santo? El
que anda en integridad…» (Salmo 15:1-2).
Me
pregunto: ¿Soy digno de confianza y honorable en todos mis asuntos? ¿Mis
palabras suenan verdaderas? ¿Hablo la verdad en amor, o falseo y tuerzo los
hechos de vez en cuando o exagero para enfatizar algo?
Si es
así, debo dirigirme al Señor con toda confianza y pedirle que me perdone y que
me dé un corazón honesto, para que la veracidad se convierta en una parte
esencial de mi naturaleza. Aquel que comenzó la buena obra en mí es fiel, y la
terminará.
Vive de tal modo que, cuando los demás piensen en la honestidad y
la integridad, te recuerden de ti.
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