La humanidad se acerca una vez más a la celebración de la Navidad, festividad que recuerda el nacimiento de Jesûs el Mesías, el Salvador del mundo, el Hijo de DIOS. Aunque la fecha tradicional del 24 de Diciembre es cuestionada por su inexactitud histórica, compartimos el presente estudio bíblico basado en el pasaje de las Escrituras en Lucas 1:30-33 con dos objetivos, gozarnos en el evento maravilloso del anuncio del arcángel a María acerca de la concepción en su vientre del Hijo de DIOS, y de la confirmación de que el Cristianismo y los Jesucristianos son el Israel y los Israelitas de los Tiempos del Fin.
Para los efectos del estudio, la fecha
correcta del natalicio de Jesûs nuestro Salvador es entre los meses de Marzo y
Abril del año 12 a.C., que en el calendario hebreo corresponde al mes de Nisán.
Si desea expandir su estudio al respecto, visite el siguiente link:
https://maiishunejar.blogspot.com/2022/12/la-navidad-es-una-fiesta-cristiana.html
Dicho esto, comenzamos.
LA ANUNCIACIÓN
Era una hermosa mañana del Señor, en el mes de Ab (Julio-Agosto) del año 13 a.C., en la ciudad de Nazaret ubicada en la Galilea, parte del desaparecido reino de Israel. La joven María se encontraba concentrada en sus tareas cuando un arcángel del Señor se le presentó. Para ese momento, María tenía catorce años de edad y se había comprometido en matrimonio con José, un viudo en sus 60 años y de profesión carpintero. Ambos eran descendientes de la tribu de Judá, la misma casa donde había nacido mil años atrás el rey David. Entonces, el arcángel dijo a María,
«No temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.» (Lucas 1:30-31)
Y María, pasando la turbación inicial que le produjo la visión de aquel arcángel, preguntó que cómo sería eso, ante lo cual el arcángel respondió,
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con Su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.» (Lucas 1:35)
Y el ángel continuó,
«Y he aquí tu parienta Elisabeth, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios.» (Lucas 1:36-37)
Entonces María respondió,
«He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.» (Lucas 1:38)
Esta es la historia relatada por el apóstol Lucas acerca de cómo fueron los eventos alrededor de la concepción divina del Hijo de Dios por parte de esta joven virtuosa que amaba al Señor. Sin embargo de la alegría que María debió haber sentido por tan inmenso honor, su corazón humano debió compungirse ante el conflicto que eso crearía en su matrimonio ya acordado con José.
Entonces decidió ir a Judea a visitar a su prima en segundo grado Elizabeth, esposa del profeta Zacarías, de quien el arcángel le reveló que tenía seis meses de embarazo a pesar de ser anciana. No bien llegada María, Elizabeth, llena del Espíritu Santo, exclamó a gran voz,
«Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor.» (Lucas 1:42-45)
Aquí suceden dos hechos de extrema importancia, primero, Elizabeth declara la revelación recibida de que María ya estaba en gestación, “bendito el fruto de tu vientre.” Segundo, que Elizabeth confirma a María que estaba esperando un bebé tal como el arcángel le había revelado. La criatura en el vientre de Elizabeth era Juan el Bautista, quien siendo aún embrión reconoció all Salvador que estaba en embrión. Y como respuesta a la profecía de Elizabeth, María adoró el Nombre de DIOS con esta hermosa oración,
«Engrandece mi alma al Señor;
Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
María se quedó con su prima por tres
meses y regresó a Nazareth cuando sintió que era tiempo de que su esposo supiera
todo. José decidió entonces abandonar en silencio a María para que no fuera
víctima de las difamaciones de la gente. Pero un ángel del Señor se le presentó en
sueños y le dijo,
«José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás Su nombre JESÚS, porque Êl salvará a Su pueblo de sus pecados.» (Mateo 1:2021).
El ángel añadió,
«Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás Su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.» (Mateo 1:22-23)
El ángel confirmó la profecía de Isaías dicha seiscientos años atrás acerca de la concepción humana de Jesûs el Hijo de DIOS,
«Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.» (Isaías 7:14).
Pocos días después que María regresara a Nazareth, Elizabeth dio a luz a Juan, mientras que María alumbraría al niño Jesûs seis meses más tarde, es decir, en el mes de Nisán (Marzo-Abril). El cálculo de esta fecha viene del dato provisto por el arcángel de que, a la fecha de su visitación a María, Elizabeth tenía seis meses de embarazo. Entonces, y según las profecías, la concepción del niño Jesûs por parte de María pudo ser en el período entre la cosecha del trigo y la vendimia del vino, entre Junio y Julio (Siván y Tammuz en el calendario hebreo).
EL REY DE LA CASA DE JACOB
Esta sección se basa en la segunda parte de la declaración del arcángel contenida en Lucas 1:32-33, la profecía acerca de quién será el niño Jesûs,
«Será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David Su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre y Su reino no tendrá fin.»
Para el tiempo del nacimiento del
Señor, el reino de Israel había desaparecido, los sobrevivientes de los
Israelitas de las nueve tribus habían emigrado a Arzareth mientras que de las
tres tribus de Judá, es decir, Levitas, Judaitas y Benjamitas, había quedado un
reducido número que terminaría por desaparecer 80 años más tarde. Ante esta
realidad, surge la pregunta, ¿de qué reino sería el trono que DIOS daría a Su
Hijo Jesûs?
Antes de responder, se debe recordar que Jacob es la máxima figura del Israel bíblico, pues de él descienden las doce tribus que DIOS escogió como Su pueblo. Jacob, el segundo hijo de Isaac robó la primogenitura a su hermano mayor Esaú. Luego de que nacieran sus doce hijos, se enfrentó a un arcángel de DIOS. La Biblia no especifica las razones para aquello, pero sí dice que, debido a esa confrontación, el Señor cambió el nombre a Jacob por Israel, que significa “el que lucha con DIOS.”
Aunque los traductores bíblicos -judíos, por supuesto- han posicionado la idea de que Israel significa que DIOS ayuda a Israel en sus batallas, sin embargo, “el que lucha con DIOS” también significa que Israel se enfrenta contra el Señor cuando desobedece Sus edictos. Israel desobedeció a DIOS desde el comienzo hasta el fin de su historia, siendo esta la razón para la desaparición del reino de Israel y los Israelitas.
Si el Israel bíblico no existe, entonces
¿dónde está el reino de Jesucristo y quiénes son el pueblo de este Rey? Esto se
complica más cuando leemos la afirmación de Jesûs en Juan 18:36 que dice que,
«Mi reino no es de este mundo»,
aunque luego afirma en Marcos 1:15 que,
«El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado: arrepentíos, y creed en el evangelio.»
La respuesta podrían ser las profecías
del libro de Apocalipsis que dicen que el reino de Jesucristo es “el reino Milenial que se fundará en los
cielos, luego de la Tribulación, el Rapto y las Bodas del Cordero.” Sin
embargo, la respuesta correcta acerca de dónde está el reino de Jesucristo y
quiénes son el pueblo de este Rey está en la segunda parte del versículo de
estudio:
«Y reinará sobre la casa de Jacob para siempre.» (Lucas 1:33)
Ahora, y de acuerdo a este versículo profecía, lo próximo que se necesita clarificar es ¿quién o quiénes son la “Casa de Jacob? Y la respuesta está en Juan 1:11-13,
«A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.»
La primera parte de este pasaje que dice que Jesûs “a lo Suyo vino y los Suyos no lo recibieron” se refiere a que el Señor vino a la tierra como el Mesías libertador del pequeño remanente de Israelitas y Judaitas que había quedado del otrora poderoso reino de Israel, pero aquellos no solo que lo rechazaron, sino que lo crucificaron.
La siguiente frase,«mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios» es la clave para entender que el nuevo reino y pueblo de Jesûs son aquellos que lo aceptan como su Señor y Salvador, sin importar si son gentiles, judíos, ateos, católicos, musulmanes, etc.
Juan continúa diciendo que «los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios» es decir, que, aunque aquellos no desciendan de alguna de las doce tribus del Israel bíblico, el hecho de haber recibido a Jesûs en sus corazones, los convierte automáticamente en Hijos de DIOS, nación santa, linaje escogido, real sacerdocio, pueblo adquirido por DIOS.
Por lo tanto, amados hermanos, se puede creer y predicar con toda certeza que, al ser Jesûs nuestro Rey eterno, y Su salvación el reino de la eternidad, luego, el verdadero Israel y los Israelitas de los Tiempos del Fin son el Cristianismo bíblico y los Jesucristianos.
Los pasajes bíblicos citados aquí más las decenas de otras perícopas confirman los títulos otorgados a Jesucristo por DIOS a través de la declaración del arcángel Gabriel recogida en el pasaje de Lucas 1:32-33:
«Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David Su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y Su reino no tendrá fin.»
Hermanos, aunque todos sabemos que la Navidad no es una fiesta bíblica y que la fecha del nacimiento de Jesûs no es la que nos han hecho creer, todos los antecedentes acerca de la hermosa concepción de Jesûs por parte de Su madre María, el conocimiento de los títulos divinos otorgados por DIOS a Su Hijo, pero sobre todo, la confirmación de que los redimidos por el sacrificio bendito de nuestro Salvador somos la nación santa de Su reino eterno, nos debe llenar de un gozo excelso y único no solo en estas próximas festividades sino cada día que el Señor nos bendiga con la vida.
Jesûs no vino a la tierra para que permanezcamos impasibles ante tanto dolor, angustia y necesidad que asolan a tantos seres humanos, sino para que, empoderados en la maravillosa verdad de la Navidad, salgamos de nuestras conformidades a cumplir con el propósito por el que fuimos redimidos: compartir a todos quienes se cruzan en nuestro diario caminar acerca del amor y la esperanza eterna que es Jesucristo Señor nuestro.
Los Tiempos del Fin ya están aquí, los cielos sufren violencia y solo aquellos que estén determinados a dar sus vidas por Jesucristo, verán la gloria de DIOS.
El Señor te bendiga y te guarde.
Ayúdenos
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