La Santidad y las Conductas Sexuales Pecaminosas


Devocional para hoy, Viernes 9 de Octubre, 2020. No 1131
“La Santidad y las Conductas Sexuales Pecaminosas”
Por: CF Jara.

Leer: Romanos 1:26-27
«¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones.» (1 Corintios 6:9)

Santidad
La palabra “santidad” viene del griego ‘ἁγιασμόν’ ‘hagiasmon’ que significa, “separarse, guardarse, abstenerse, ser sobrios, privarse, justificarse, vivir en honor.” Para el caso de nuestra vida en la fe, vivir en santidad o ser santos significa “separarnos del mundo y de las cosas que el mundo ofrece, guardarnos de no pecar contra Dios o contra otros seres humanos, cuidar nuestro testimonio siendo íntegros, es decir, vivir lo que predicamos, y reconocer nuestras fallas, errores y cualquier conducta que pueda herir a otros, pidiendo perdón a DIOS por ello, y justificándonos en la sangre bendita de Jesûs.”

Pero vivir en santidad también significa que debemos vivir para predicar el mensaje de Jesûs como un estilo de vida, no cuando me acuerdo o me conviene, sino en todo tiempo y a todos. La razón para ello es que, si nos declaramos “santos” pero no compartimos por qué o de qué, entonces la santidad es solo una hipocresía y nuestra fe es religiosidad.

Y la razón porqué debemos predicar el mensaje de Jesucristo es porque la gente necesita saber del llamado al arrepentimiento que hace Jesûs como un paso previo a la redención y luego a la salvación eterna. Aquellos que fuimos perdonados y redimidos tenemos que compartir el testimonio para que otros también se arrepientan y se salven de la muerte eterna. Si bien es cierto que predicar la Palabra en estos tiempos no es fácil y muchas veces somos vistos como intolerantes, pero aunque nos insulten, agredan o nos cueste hasta la vida, tenemos que llamar al pecado por su nombre: pecado, y al pecador por su nombre: pecador.

El Pecado de los LGBTIQA+
El pecado nos aleja de nuestro estado de santidad. Y pecado se define como un acto que produce un dolor de cualquier nivel, en otra persona. Predicar el Evangelio no afecta nuestra santidad, sino al contrario, la refuerza. Una persona puede molestarse por algo que yo predique, pero eso no es pecado, porque yo no predico la Palabra para dolor de nadie sino para salvación. Por ejemplo, cuando predicamos acerca del homosexualismo, las personas aludidas nos pueden acusar de intolerancia, pero no de causarles dolor, porque estamos predicando la verdad. La homosexualidad y todas las demás conductas sexuales diferentes a las establecidas en la Biblia son aberraciones voluntarias en contra de las normas de la creación acerca de la sexualidad y el uso de los órganos sexuales.

En estos tiempos donde a lo bueno se llama malo y a lo malo bueno, estas conductas aberrantes han sido aceptadas por las leyes de los países como una práctica válida de los derechos de las personas sobre sus cuerpos. Todos sabemos que, en la práctica homosexual, el ano se usa como un órgano sexual, dizque porque ahí está el punto “G.” Mentira del diablo, que el Señor mi DIOS lo reprenda. Los libros de Biología indican que el ano es el orificio ubicado al final de la columna vertebral por donde se eliminan los desechos del sistema digestivo, y nada más. La Biblia lo establece bien claro en el Levítico o libro de las Leyes y Ordenanzas, «Si alguno se juntar con varón como si fuera mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre.» (Levítico 20:13)

Los hombres y mujeres que declaran ser parte de estos grupos apelan al derecho de decidir sobre sus vidas y cuerpos, lo cual es cierto, pues el Señor dio tanto a Sus ángeles como a la humanidad, el “Libre Albedrío” para que cada quien decida el camino que quiere seguir, pero también para que se atenga a las consecuencias de sus actos.

Las Consecuencias
Pero de ahí a querer imponer a otros la aceptación de aquellas conductas por la ley o a la fuerza, es una flagrante violación a los mismos derechos que ellos reclaman. Y lo más peligroso e inaceptable son los pecados que se derivan de estas conductas perversas como por ejemplo, la adopción de niños por parte de homosexuales, pedófilos o lesbianas, porque estos seres terminarán en un momento, agrediendo a sus propios “hijos.” Tristemente ya se han reportado casos y denuncias de niños adoptados que han sido sexualmente abusados por sus “padres” u obligados por sus “madres” a vestirse, hablar y actuar como el sexo opuesto.

Otros crímenes aberrantes que estos seres provocan por saciar sus infernales instintos son las inmensas redes mundiales de secuestro de niños para los pedófilos satánicos, y de jovencitas preadolescentes, para los pervertidos y depravados. Estos seres están en todas las esferas del quehacer humano, inclusive dentro de la iglesia misma, incluida la católica. En este mismo contexto, es increíble pero verdadero que los libros religiosos del musulmanismo y judaísmo como el Korán y el Talmud permitan la boda entre hombres de 40 años para arriba con niñas y preadolescentes.

Estas fuerzas satánicas han irrumpido en los sistemas de educación mundial, y ahora los maestros enseñan que ser niño y vestirse, hablar y actuar como niña está bien, y que, si algún adulto lo toca o abusa, eso es “amor” de un adulto por un niño y es normal. Amor del infierno será porque las consecuencias y los traumas en los pequeñitos traerán monumentales consecuencias sobre la humanidad.

Para culminar esta macabra lista de obras de maldad que producen estas conductas, está el libertinaje sexual, es decir, la fornicación o la práctica del sexo fuera del matrimonio, lo cual ha provocado en los últimos 50 años, cientos de millones de bebés asesinados en el vientre de sus madres, en el más sangriento genocidio de los siglos, provocado no por una guerra, sino por el “derecho a decidir” lo que se hace con el sexo y con el cuerpo.

Arrepiéntete
Hermanos, la homosexualidad se ha regado como pólvora en la sociedad humana por violaciones de otros que fueron abusados en su tiempo, pero también por la confusión psíquica que los satánicos han sembrado en el pensamiento humano. Y por causa de ello, en nuestras propias familias tenemos casos de hermanos, primos, primas, tías, sobrinos, etc., que se han identificado con alguna de estas aberraciones. Y muchos callamos y no decimos nada, sino al contrario, les manifestamos nuestro “apoyo” a su sexualidad, lo cual nos hace cómplices pues estamos socapando conductas condenadas por DIOS.

Jesucristo nos manda a predicar la Palabra hasta los confines de la tierra. No podemos callarnos, no debemos callarnos, porque Jesûs ofrece perdón, curación y redención no solo para esos pecados sino para toda conducta pecaminosa. Cuando predicamos el mensaje de arrepentimiento, el que la persona se arrepienta NUNCA dependerá de nosotros sino solo de DIOS, pues Êl y solo Êl es el que perdona, redime, cambia y salva.

¿Queremos vivir en santidad? Pues esa es la auténtica santidad, dejar saber a todos que hay esperanza en Cristo Jesûs, que el homosexualismo son legiones de espíritus que se someterán al santo nombre de Jesûs cuando venga el momento, cuando el sufriente se arrepienta de corazón y crea que Jesucristo le puede libertar de esas cadenas terribles de depravación, y que el Señor puede cambiar su vida para siempre.

Sin santidad NADIE verá a Dios, es decir, aquellos que se avergüencen del Evangelio y no prediquen a Jesûs, no podrán caminar con DIOS nunca. DIOS es amor, pero también es Fuego Consumidor. Y aquellos que predican que “DIOS aborrece el pecado, pero ama al pecador” están predicando Anatema, porque la Biblia no dice en ninguna parte eso. Lo que la Palabra de Dios repite mas de mil veces es que la paga del pecado es la muerte y la recompensa al arrepentimiento es el perdón y la vida eterna. Ni un punto más, ni una coma menos.

Oración
«Padre Santísimo y Justísimo, fuente de la vida, del perdón y la redención. A Ti Padre amado acudo el día de hoy para pedirte perdón por todas las ocasiones en que me he quedado callado y no he predicado Tu Palabra. No quiero ser más cómplice de los pecados de los otros. Hazme un predicador atrevido de Tu Palabra. Que no sienta ni vergüenza ni complacencia, sino pena por aquellos que están atrapados en las cadenas de la depravación, porque yo creo y sé que Tû eres Poderoso e Invencible para acudir en ayuda de aquel que clama por Tu perdón.

Úngeme con Tu Santo Espíritu para que de mi boca salga la Palabra de esperanza en el tiempo indicado, te lo pido en el santo nombre de Tu Hijo amado Yeshûa HaMashiah, amén y amén.»

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