Historias de Navidad: Loco de remate


Devocional No.1095 para hoy, Lunes 2 Diciembre, 2019.
“Historias de Navidad: Loco de remate”
Por: CF Jara
Lectura: Deuteronomio 28:1-2
«
Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios.»

-César, César, levántate y vete a casa.” Eran las 6 de la mañana de aquel Sábado 15 de Diciembre del año 2001. La voz del Señor sonó tan clara y audible en mi interior que me despertó. Me encontraba en una de las habitaciones del Northwestern Memorial Hospital de Chicago, conectado a todas las máquinas médicas de señales vitales, sueros, electrodos, etc., listo para la cirugía de la columna vertebral que el médico especialista español, Dr. Carlos Gutiérrez, había programado para las 9 de la mañana de aquel día.
Diez días atrás, yo había sufrido una caída mientras me encontraba trabajando en el turno de la noche como “valet-parking” en un hotel del centro de esta ciudad. La noche anterior había nevado. Usualmente y con el pasar de las horas, la nieve se convierte en hielo resbaladizo (black ice) y hace muy peligrosas a las calles. Después de la caída empecé a sentir un inmenso dolor en el área de la cervical y con el pasar de los días, mi mano y brazo derechos perdían la fuerza poco a poco a tal punto que no podía sostener un vaso de agua o abrir la pasta dental. Asistí a la oficina de un ortopedista, pero el tratamiento empeoró el dolor.
La tarde del Miércoles 12 me dirigía a mi segundo trabajo cuando alcancé a divisar el rótulo de emergencia del hospital, y entré. Luego de alrededor de cinco horas y varios exámenes, llamaron al especialista, Dr. Gutiérrez, quien me explicó que tenía que operar de urgencia, pues había una fisura entre las vértebras cervicales 4 y 5. El galeno también me detalló los posibles resultados negativos que aquella operación provocaría en mi vida, como el hecho de que la recuperación podría tomar entre 6 meses a un año, tiempo por el cual estaría deshabilitado para caminar, y lo peor, que no podría volver a practicar ningún deporte por el resto de mi vida. Nuevamente sentía que una espada filuda pendía a pocas pulgadas de mi cuello. Aquella noche hice una multi conferencia con mi familia y pastor, oramos y en la oración puse mi vida y la de mi hogar en las manos del Señor.
Esta historia-testimonio es larga por la gran cantidad de detalles maravillosos que sucedieron alrededor, pero por motivos de espacio debo resumirla. Volviendo a la historia, aquel Sábado, tan pronto oí la voz del Señor, abrí los ojos, me senté en la cama y empecé a quitarme todas aquellas sondas, alambres, etc., y me dirigí a mi locker a buscar mi ropa. Se armó un alboroto, pues cuando las enfermeras me vieron, empezaron a gritar -en inglés- “¿qué haces?”, “¿estás loco?”, “llamaremos a seguridad”.
“Si”, -pensaba yo- “estoy loco, pero he de obedecer al Señor.” Y contesté a las enfermeras: “Pueden llamar a la policía, pero me tengo que ir. Dios me habló y me dijo que me fuera a casa.” Hoy, mientras escribo este mensaje, me rio al recordar las caras que aquellas buenas mujeres pusieron. Esos rostros reflejaban un solo pensamiento: “Este hombre se volvió loco de remate.”
Después de firmar el documento que liberaba al hospital y doctor de cualquier responsabilidad futura, me fui. Aquella mañana estaba nublada y no hacía mucho frio a pesar de la espesa capa de nieve que cubría las calles. Al llegar al apartamento que compartía con un familiar muy estimado, éste se sorprendió al verme entrar. Entonces le dije que Dios me había hablado y que yo solo obedecía. Mi primo entonces solo asintió con su cabeza y dijo: “Pues vamos a dejar todo en las manos de Dios.”
Los tres días siguientes pasé postrado por el dolor y la morfina que calmaba mi dolor pero que no me dejaba trabajar, peor tener una vida normal. La noche del Martes 18 de Diciembre del 2001, como a las 11:15 pm, mientras yacía boca abajo en mi cama, escuché que se abrió levemente la puerta de mi cuarto. Entonces una sensación de paz infinita me invadió. Mi espíritu reconoció a un ángel, quizá el Señor Jesucristo. Luego sentí cómo ese alguien se sentó en el filo de la cama y puso sus dos manos con los dedos entrelazados sobre el área de la lesión y empezó a presionar hacia abajo. Después de la segunda presión me quedé profundamente dormido.
Me desperté un cuarto para las 5am. Salté de la cama a la ducha. Mientras me enjabonaba, me di cuenta de que lo hacía con mi mano derecha, que se movía como si nada hubiera pasado. Entonces me toqué la cervical buscando aquella gran hinchazón, pero había desaparecido. Al terminar la ducha, llamé al supervisor y le dije que estaba listo para trabajar. Omar era su nombre. Cuando oyó mi petición, hizo una larga pausa y dijo: “¿estás seguro? ¿qué pasó con la operación? Feliz y lleno de gozo le contesté: “Estoy bien, Dios me sanó.”
Hermanos, desde aquel día hasta el sol de hoy, he trabajado, caminado, corrido muchas millas. He subido montañas, he nadado, levantado pesas, corrido bicicleta. He jugado muchos, muchos partidos de fútbol, y he marcado muchos, muchos goles. Pero, sobre todo, he salido en muchos viajes misioneros alrededor del mundo entero que han requerido de gran derroche físico. Lo he podido hacer solo por la gracia de Dios. Y aquí estoy, en victoria, por la misericordia del Señor, listo para las próximas misiones que Él me muestre. La fotografía de este mensaje es el Templo Kinkaku-ji (Pabellón Dorado) en Kyoto, y la tomé yo, en mi viaje misionero al Japón.
El libro de Números capítulos 13 y 14 nos relata la historia que se desarrolla después de que Dios le dijera a Moisés que envíe doce espías a las tierras de Canaán. Aquellos hombres comprobaron que eran las tierras donde fluían leche y miel, pero también, el territorio de ciudades fortificadas, ejércitos poderosos y de hombres gigantes que “se tragaban a los pueblos como si fueran langostas.” Al regresar de la misión después de cuarenta días, los doce espías dieron su reporte a Moisés, Aarón y al pueblo. Entonces los israelitas vieron una muerte segura, por lo que, lógicamente, desearon con todas sus fuerzas regresar a Egipto. Solo Caleb y Josué pudieron ver la bendición más allá de semejante peligro. Ellos confiaron en que “si Dios prometió, poderoso es para cumplirlo. Solo hay que creer y obedecer.” (Efesios 3:20) Su fe permitió que Israel llegara un día a ocupar las tierras que el Señor les había prometido. Y ambos se inmortalizaron en la historia bíblica como hombres que basaron su valentía en lo que Dios les prometió.
Hermano, no sé cuál es tu lucha o dolor por el que estás pasando, o el milagro que estás esperando. No soy tampoco ni como Aarón ni como Josué. Pero creo firmemente que la lógica de Dios es completamente diferente a la lógica del hombre; y cuando éste dice “NO”, el Señor viene al medio como Poderoso Gigante y te dice “SI”, si puedes creer. Porque si crees, obedecerás lo que Dios te mande a hacer, aun cuando la lógica del mundo te diga que te has vuelto un “loco de remate”. Y verás los portentosos milagros y maravillas que solo nuestro amado Dios puede hacer.
En lo que a mi concierne, como dijo Josué, si por mi fe y obediencia a Cristo me persiguen, me desprecian, me humillan, me llaman loco, pues que me llamen como quieran, porque yo prefiero ser “un loco en Cristo Jesús” que un cuerdo en un mundo sin esperanza. Gloria al Dios del universo.
Oración
«Amado Padre celestial, gracias por Tu Palabra en este día. Te ruego que llegue a donde tiene que llegar y toque los corazones y las vidas de aquellos que Tú has destinado. Que nada ni nadie nos robe la esperanza de que las promesas que Tú nos diste, se cumplan en el tiempo que Tú ya determinaste. Y que podamos, con un corazón sincero y agradecido, darte las gracias siempre por Tu amor y Tu misericordia, en el nombre de Tu Hijo amado, Yeshua HaMashiaj, amén.»

 היא רק של ישוע המשיח 

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