“Esperanza para la noche oscura”

Lunes 6 de Marzo, 2017.

Nuestro Pan Diario
“Esperanza para la noche oscura”
(Por: CF Jara )

Versículos para hoy: 2 Crónicas 7
«Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.» 2 Crónicas 7:14

Guía para leer la Biblia en un año, lectura para hoy: Marcos 10:1-31

En la fría madrugada del lunes 15 de Diciembre de 1996, como a eso de las 5am, me encontraba sentado esperando el tren para ir a trabajar, en la estación de la calle 77 de la Roosevelt Avenue, en la ciudad de New York. El frío calaba mis huesos, especialmente porque no tenía la ropa apropiada de invierno. Es que había acabado de llegar a este país y mi conocimiento aún era incipiente. Una profunda depresión agobiaba mi alma: en Ecuador había perdido todo, mi trabajo, mi casa, mi familia y todos, inclusive la esperanza me habían abandonado. Pero lo único que no me habían dejado eran los pensamientos suicidas. Y esa madrugada empecé a planear mi muerte. Decidí que terminaría con mi vida arrojándome debajo de las ruedas del tren. A lo lejos divisé la luz del faro delantero de esa mole de acero y hierro acercándose; me puse de pie y empecé a calcular el momento. De pronto, dos personas entraron a la estación y se pararon una a cada lado mío. Volteé a mirarlos, como queriendo preguntarles: “¿y es que no podían escoger otro momento para venir?”. En la semi oscuridad no pude distinguir si eran hombre o mujer, además de que estaban envueltos en gorras, bufandas, jackets y botas gruesas.

En mi análisis, el tener personas cerca de mi podría provocar que una de ellas resultara herida, -o muerta quizá- si al momento de yo saltar, aquel o aquella intentaban detenerme y caían junto conmigo. Decidí esperar. Esta misma escena se repitió por las siguientes dos madrugadas, justo cuando me aprestaba a saltar, dos personas entraban y hacían lo mismo, se paraban una a cada lado. Aquella tarde de ese miércoles 17 después de trabajar, compré un radio reloj. Me encontraba hospedado en el apartamento de mi primo, y él me sugirió que consiguiera un despertador debido a que debía levantarme todos los días a las 4am en punto. En la noche de ese miércoles y la madrugada del jueves, los pensamientos de fracaso, soledad, tristeza, dolor, cargo de conciencia, culpabilidad, angustia, muerte, etc., etc., sometían mi alma a la noche más negra de mi existencia, a la más profunda oscuridad, donde como dice San Juan de la Cruz, «no se puede reconocer ni siquiera a Dios,» y sentía que iba cayendo poco a poco en un hoyo profundo, sin que nada ni nadie pudiera hacer algo por mí.

Mientras divagaba y sollozaba con mi convicción de que yo no valía nada, sostenía en mis manos ese radio despertador mientras movía el dial de un lado para el otro como si buscara algo. De pronto, una voz fuerte pero con una paz poderosa salió de la radio: «Usted, usted querido amigo, usted que lo ha perdido todo, que ha dejado su familia lejos, que está acá solo, sin esperanza, pensando que no vale nada, que la muerte es la solución, usted tiene una esperanza, y esa esperanza se llama Jesús. Busque mañana mismo una iglesia, póngase de rodillas ante Cristo Jesús y ríndase a Él, entréguele su vida, y su vida nunca más será igual.» Horas más tarde salí a buscar trabajo, y mientras caminaba por Manhattan, vi una iglesia y recordé la experiencia de la madrugada. Crucé la calle y entré, y en el lobby había una cruz gigante con una imagen esculpida de un Cristo crucificado. Me puse de rodillas y en medio de un llanto incontenible, repetí la misma oración que había oído en la radio, entregué mi vida a Jesús ahí mismo. Y mi vida nunca más fue igual. Gloria a Dios.

Veinte años más tarde estoy escribiendo este mensaje gracias a que Dios me ha dado una vida completamente nueva, recuperó todos los pedacitos en que mi corazón se había quebrado y me dio uno nuevo; me ha llevado de gloria en gloria y de victoria en victoria, a través de muchas jornadas donde he visto incontables manifestaciones plenas de Su poder y gloria sempiternos. Jesús es el inmortal e invencible dueño de todas las victorias, el que llega a tiempo, el que no nos abandona, que nos ha hecho suyos y que nos lleva guardados en el hueco de Su mano portentosa.

No sé si aquellas dos personas de la estación del tren eran ángeles del Señor cuidándome por mandato Suyo. Tampoco sé nada acerca de mi primo, pero a esta hora le oro al Señor para que los bendiga y los guarde por siempre, donde quiera que se encuentren. Y acerca de la radio estación que Dios me guió a sintonizar aquella madrugada, es la radio “Visión Cristiana” de New York, mis oraciones y bendiciones están con ellos hasta el día de hoy.

La gloria es solo de Cristo Jesús.
DIOS te bendiga.

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