Resucitó

📖🖊 Estudio Bíblico “Resucitó”
       Fecha: Martes 19 Abril, 2022. No. 1186
       Por: Dr. César F Jara.

Leer: Lucas 24
«¿Por qué buscáis entre los muertos Al que ha resucitado?»
(Lucas 24:5)

Jerusalén año 33, según la ciencia, “de nuestra era”. Era la novena hora de aquel Viernes (en Hebreo, Yom Shishi יום שישי) donde miles de habitantes y visitantes celebraban la Pascua judía (Pésaj, פסח.) Las calles de la ciudad estaban alteradas con gente yendo y viniendo como perdidos unos, como buscando algo, otros, o con caras de desesperanza, otros más. Muchos de ellos habían recibido una semana atrás con inmensas ramas de palmeras o poniendo sus mantos al piso para que pasara aquel que les había sanado la lepra, devuelto la vista, curado su invalidez o liberado de los crueles demonios. Pero, por causa de su malagradecimiento y de la maldad de los sacerdotes judíos que proclamaban por todas partes amar y servir a Dios, el benefactor de sus vidas agonizaba en una infame cruz de madera. El corazón compungido de aquellas gentes presagiaba algo terrible.

De repente, poderosos truenos retumbaron en los cielos y violentos vientos movían inmensas nubes negras que taparon al sol y volvieron el día noche, y provocaron una terrible tormenta. Era como si millones de ángeles estuviesen llorando llenos de dolor mientras agitaban desesperadamente sus alas por la impotencia. Al mismo tiempo, un poderoso terremoto estremecía la tierra con tal poder que, hasta las paredes del Templo hechas con inmensas piedras se derrumbaban, provocando que el manto del Santísimo se rasgara de abajo hacia arriba, al mismo tiempo que el Hijo del Hombre entregaba Su espíritu a Su Hacedor en aquella indigna colina. En medio de aquel terrible caos, todas las profecías se cumplían. Era necesario que el Hijo del Hombre muriese para que se manifestase la gloria de Dios en la resurrección de Su Hijo.

EL CONTEXTO
Treinta y tres años atrás, Jesûs nacía en un pobre pesebre de Belén, nombre hebreo que en español significa “Pan”. El Nuevo Pacto registra hechos importantes en la vida del Salvador en dos etapas: 1) desde Su nacimiento hasta los doce años, cuando Sus padres lo encontraron disertando la Toráh con los Rabinos; y 2) desde el primer evento del ministerio terrenal del Señor cuando acudió al rio Jordán a ser bautizado por Su primo Juan el Bautista, hasta Su muerte y resurrección. Los dieciocho años que transcurrieron entre estas etapas son un completo misterio, pues si bien es cierto que el evangelio apócrifo de Tomás relata milagros impresionantes de cuando era niño, no dice nada acerca de Su adolescencia, juventud o adultez temprana. Tampoco lo hace ninguno de los otros cientos de libros, cartas o documentos no aceptados por el canon bíblico.

Si el libro de Dios no reporta la vida de Su Hijo durante este tiempo, todo lo que se diga al respecto son solo conjeturas. Así que, para terminar de construir este mensaje, vamos a incluir citas de libros de historia rabínicos y a imaginar lo que pudo haber sucedido.

Investigando estos antiquísimos libros, se encontró que María, la madre de Jesûs provenía de una familia acomodada. Uno de sus hermanos tenía una casa de verano a las orillas occidentales del mar de Galilea. Jesûs amaba esa región y tan pronto empezaba el verano, viajaba para allá junto con Su primos y hermanastros entre los cuales estaban el mismo Juan, Lázaro, Marta, María, Magdalena, Jacobo, etc. Otro dato importante que se encontró es que Jesûs era políglota, pues llegó a hablar más de cinco idiomas y varios dialectos. Y la razón era porque, como ayudaba a Su padrastro José en las tareas de la carpintería, el anciano lo enviaba los fines de semana a Jerusalén a vender los objetos de madera. Y como Jerusalén era una ciudad cosmopolita, muchas gentes venían de regiones lejanas y hablan diferentes idiomas. Así, Jesûs aprendió, a parte del Arameo y Hebreo que ya los hablaba, el Griego, Latín, Árabe y otros.

A parte de crecer en Su cultura, el joven Jesûs también creció en el conocimiento de la Toráh luego de asistir a la escuelas rabínicas de Samaria, que, según la historia, eran mucho mejores que las de Judea. Pero también fue formando Su temperamento y Su físico gracias a Su trabajo en la carpintería, primero como ayudante de José, y a la muerte de éste, como encargado de la misma, donde las tareas implicaban cargar pesados maderos y tablas y laborar con martillos, serruchos y otras herramientas. Los libros rabínicos reportan también que José, cuando desposó a María, ya era anciano por lo que se supone que nunca se llegó a su joven esposa. Sus nueve hijos procedían de su primer matrimonio del cual enviudó y sus hijos e hijas ya estaban crecidos, por lo que se presume que su muerte se produjo en algún momento de la adolescencia de Jesûs, lo que hizo que el Salvador asumiera con esa responsabilidad a temprana edad.

No es difícil deducir que Jesûs tuvo conciencia desde niño de quién era, pero también de cuál era Su misión y que Su vida terminaría en un sacrificio de muerte, en el año y día marcados. Quizá el Maestro, mientras laboraba en aquella carpintería, meditaba en las cosas de Su futuro ministerio, pero también, en el terrible precio que debía pagar para liberar de la muerte eterna a todo ser humano, hombre o mujer, pobre o rico, judeano o griego que en Êl creyese. Y empolvado con las virutas de la madera, bregaba cada día adorando a Su Abba, desde el amanecer hasta el anochecer. Corría el año 30, cuando el momento esperado llegó cuando escuchó la voz del Espíritu Santo susurrándole al oído:
- «Hijo, ya es tiempo.»

Después de exhalar un corto suspiro, Jesûs rápidamente puso todas las herramientas en su sitio y barrió y limpió todo, no había tiempo que perder. Se despojó de sus ropas de carpintero y se colocó la única túnica que tenía. Sin dinero, maletas, relojes caros, joyas ni auto, solo con Su corazón lleno de amor por la humanidad, salió de aquel amado lugar para nunca más volver. Lo primero que hizo fue ir a buscar a Su primo Juan al río Jordán, en un lugar llamado Yardenit, en la región de la Galilea, para que lo bautizara. El resto ya lo conocemos, para la Gloria de Dios.

LA RESURRECCIÓN DE JESÛS
El constante contacto de Jesûs desde Su infancia con la gentes del pueblo hizo que el Señor estuviera al tanto del sufrimiento, hambre y miseria causadas por la opresión del invasor romano y la corrupción del Sanedrín judío. Y como humano que era, debió desear con Su alma que aquella injusta situación cambiara. Pero Su misión no solo era liberar a Sus connacionales Judeanos, Samarios, Galileos, etc., sino también a los griegos, romanos, egipcios, sirios, asirios, persas, etiopies, y a todos los hombres y mujeres del mundo de todos los tiempos, aunque aquella lucha incluyera un suplicio cruel e inhumano que le causaría una muerte atroz. Sin embargo, estos dolorosísimos momentos tenían que pasar porque, en primer lugar, debía bajar a los mismos infiernos para rescatar a los santos y profetas del Antiguo Pacto, recibir las llaves del Hades de las manos del enemigo de la humanidad y tender el puente para que los que se habían perdido, pudieran ser rescatados. Pero antes, tenía que resucitar coronado de todo esplendor y gloria eternas después de derrotar a la muerte para siempre.

Cuarenta horas más tarde, así mismo sucedió, Jesûs ascendió del Hades, de las profundidades de la tierra. Y levantándose de Su lecho de muerte, se quitó los sudarios que dobló y colocó sobre la mesa de piedra, y caminó hacia afuera, dejando la tumba vacía. Previamente, la gran piedra que bloqueaba la entrada al sepulcro había sido removida por dos ángeles del señor que tenían espadas de fuego. Jesûs resucitado se quedó en la tierra por los siguientes cuarenta días, durante los cuales se presentó varias veces a Sus discípulos y a más de 500 testigos. Y aunque los judíos y romanos de aquellos días, y muchos otros miles de humanos a través de los tiempos se han esforzado en echar lodo sobre este evento único y maravilloso, la resurrección del Señor es tan real como la tierra misma, como la verdad de que sin aire la vida no es posible, como el hecho de que el sol sale en cada amanecer y se esconde en cada atardecer.

EL HACEDOR DE MALDAD
Satanás, como bien lo describió Jesûs, es el padre de toda mentira y su misión en la tierra es mentir, robar, matar y destruir a la creación de Dios. Desde el día de su rebelión en los cielos, el opositor ha implementado miles de estratagemas malvadas en contra de la vida de los humanos y de sus sueños, planes, metas, salud, familia, trabajo, provisión, etc.

Empezó en los cielos cuando se rebeló contra Dios y arrastró al abismo a la tercera parte de los ángeles quienes luego se convirtieron en los espíritus del mal como los conocemos hoy; continuó en el Edén cuando convenció a Eva y Adán de desobedecer a Dios por lo que perdieron la inmortalidad y dieron origen a la raza caída; siguió en los tiempos antes del Diluvio cuando manipuló a las mujeres de los hombres para que se acostaran con los ángeles caídos, lo cual dio lugar a los engendros llamados “nefilines,” conocidos hoy como los “extraterrestres; continuó después del Diluvio cuando contaminó el corazón de Naama y Cam, quienes dieron origen al linaje que porta la semilla de satanás, conocidos hoy como los “iluminatis,” hombres y mujeres de varias etnias antiguas como los jebuseos, cananeos, edomitas, filisteos, etc., y en los tiempos actuales, los kházaros, sionistas, etc., que son los ejecutores de los planes del enemigo para someter al mundo a un sufrimiento terrible a través de la adición a las drogas, violencia social, pobreza y miseria, guerras, pandemias, hambrunas, depravación y degeneración sexual, idolatría, brujería, egocentrismo, racismo, etc., etc., etc.

El enemigo de Dios mantiene encadenados espiritualmente a miles de millones de seres humanos que se debaten cada día en el sufrimiento, cargo de conciencia, amargura, odio, dolor espiritual, depresión, angustias, pensamientos suicidas, etc., y sobre todo, en la desesperanza de que no podrán liberarse algún día y para siempre de esas cadenas. Y así mueren, perdiéndose sus almas por la eternidad. Pero Satán sabe que Jesûs no solo es la esperanza para la humanidad sino el camino real, verdadero y poderoso para ser libres de la esclavitud del mal, y tratará de evitar con todas sus fuerzas que el mensaje del Hijo de Dios llegue a las almas de aquellos esclavos.

El enemigo manipuló a los romanos y fariseos para que condenaran a Jesûs a la muerte sin que haya cometido ni un solo delito. Pero Dios transformó las intenciones infernales en la oportunidad para que Su Hijo sea coronado con gloria para siempre. Esque la victoria de Jesucristo sobre la muerte le dio precisamente toda autoridad para buscar y rescatar a los perdidos, pues es por ellos por quienes Jesûs vino a la tierra. Y aquel que acepte al Mesías como su Señor y Salvador será traído de la oscuridad a la luz admirable y su alma vivirá por siempre. Aunque satanás y sus huestes se opongan, Aquel que resucitó de Su tumba ejercerá Su voluntad con la misma fuerza de una avalancha, con el mismo poder de un tsunami, con la misma potencia que una erupción volcánica, y nada ni nadie le podrá hacer frente. Por ello, los que creemos en Jesûs, los que fuimos redimidos por Su sangre bendita exclamamos «Jesucristo es el dueño de todas las victorias, es el Invencible Rey del universo que nunca ha perdido ni una sola batalla.»

EL EVENTO MONUMENTAL
La fe en Cristo Jesûs se basa en muchos eventos poderosos, como los cientos de milagros que el Señor hizo desde Su nacimiento hasta incluso Su último día sobre la tierra, antes de ser levantado a los cielos. Pero el más grande, significativo y por lo tanto más importante evento es Su resurrección, sin la cual el Cristianismo no podría existir. La resurrección de Jesucristo es el evento monumental que partió el tiempo y la historia del mundo en el antes y después de Su resurrección. Y la victoria de Jesucristo sobre la muerte es el fundamento de la fe en el Hijo de Dios, tal como dice Pablo en 1 Corintios 14. Sin la resurrección del Señor, nuestra fe sería vana. Nuestra creencia está en el hecho que, aunque no lo atestiguamos personalmente, sabemos que es verdad porque no lo podemos negar porque esa verdad es parte de nosotros mismos que si lo negamos, sería como negarnos a nosotros mismos.

Hermanos, Jesûs estuvo muerto por aproximadamente 40 horas, que es el tiempo entre la hora aproximada de Su fallecimiento (Viernes 3pm) y Su primera aparición después de Su crucifixión (Domingo 7am). Si usted lee la afirmación de que, si Jesûs murió como Hijo de Dios, y que, al ser Dios mismo, entonces Dios murió en aquel día, permítame decirle que aquella afirmación es correcta. Pero si la frase está construida desde la perspectiva de que entonces Dios no es tan poderoso como dice que es pues murió, aunque sea por cuarenta horas, entonces esta declaración se queda sin basamento alguno porque Jesucristo resucitó. Es decir, Su muerte temporal era necesaria para que primero, el Señor recibiera las llaves del Hades, y segundo, para que Jesûs derrotara para siempre a la muerte, que es la fuerza más poderosa de la naturaleza.

Muchas teorías, acciones y costumbres negacionistas se han levantado y se levantarán acerca del evento más importante en la historia no solo del Cristianismo sino de la humanidad. Una de éstas es dejar de llamar a este día como “Domingo de Gloria” o “Domingo de Resurrección” y llamar “Domingo de Pascua” y hasta adoptar el término “Eastern” que se usa en los países anglosajones y que se celebra con la recolección de los “huevos de pascua” puestos por conejos. Otra blasfemia de los tiempos actuales es usar la crucifixión y la cruz misma para representar actos diabólicos. Que el Señor mi Dios reprenda al diablo.

Μαρανάθα, Ιησούς έρχεται σύντομα.
Maranatha, Jesús viene pronto.

                                     ORACIÓN
«Mi Señor Jesûs, Tu eres el Cordero de Dios, Rey de reyes, Señor de señores, Santo de los santos, Salvador del mundo, Inmortal e Invencible, Proveedor Insigne, Sanador sin par, Testigo fiel, Primogénito de los muertos; Soberano de los reyes de la tierra; El Alfa y la Omega, El que es, era y ha de venir, El Todopoderoso, El Hijo del hombre, El que vive, El que sostiene las siete estrellas, El que camina entre los candelabros, El que tiene la espada de dos filos, El Hijo de Dios, El que tiene ojos como el fuego, El que tiene los siete Espíritus de Dios, El que es santo y verdadero, El que tiene la llave de David, El Amén, El Testigo fiel y verdadero, El principio de la creación de Dios, El León de la tribu de Judá, La Raíz de David, El Señor santo y verdadero, nuestro Señor, Hijo varón, Rey de las naciones, Palabra de Dios, Estrella de la mañana. Celebramos Tu resurrección, Señor, Tu victoria sobre la muerte, porque con ello abriste la puerta de la vida eterna para aquellos que te confiesan como Señor Salvador. Lo declaramos en el precioso Nombre que es sobre todo nombre, en el nombre de Yeshûa HaMashiaj, amén y amén.»
BIBLIOGRAFIA
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