«Dado que lo has visto uniendo a sí mismo otra multitud pacífica: 40 éstas son las diez tribus, que fueron hechas cautivas de su tierra en los días del rey Oseas; a quienes llevó cautivo Salmanasar, rey de Asiria. Él los condujo a través del río y fueron llevados a otra tierra. 41 Sin embargo, ellos se dieron entre sí este consejo: que abandonaran la multitud de pueblos y se dirigieran a una región más lejana, donde ninguno del género humano hubiera habitado allí, 42 para que así, en ese lugar, aquellos que no fueron servidores en su tierra observaran sus mandatos. 43 Entraron por el paso angosto del río Éufrates. 44 Entonces el Altísimo hizo prodigios en su favor y detuvo los canales del río hasta que pasaron al otro lado. 45 En aquella región se encontraba un camino extenso de un año y medio de viaje. Ahora la región es llamada Arzaret.» (4 Esdras 13:39-45)
Los eruditos coinciden basados en lo que Esdras escribe, que la jornada les pudo tomar a los israelitas algo más de un año y medio, sin embargo, no están de acuerdo acerca de la ruta tomada. Algunos sostienen que salieron por el sur de lo que hoy es Irak y navegaron por los mares rodeando África, cruzando el Atlántico y llegando a la costa norte de lo que hoy son los Estados Unidos. Mientras tanto, otros sostienen que el remanente se dirigió hacia el norte de Asia, a la región conocida como Tartaria en lo que hoy es Rusia; giraron al oeste, pasaron por el norte de Europa, donde parte de ellos se quedó dando origen a las naciones escandinavas de Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia y los vikingos; otros se quedaron en lo que hoy es Alemania y la Gran Bretaña, donde se los conoció como los “sajones,” término derivado de la frase “Isaac’s sons,” que en español significa “los hijos de Isaac,” en referencia obvia al hijo de Abraham.
De allí, parte del remanente cruzó Groenlandia y llegó a lo que hoy es Canadá, y desde allí hacia el sur, a lo que hoy son los Estados Unidos, México, centro y sur América, dando origen a más de 1300 nacionalidades, pueblos y civilizaciones como los Apaches, Pies Negros, Cherokees, Cheyenes, Sioux, Comanches, Esquimales, Navajos, Otawas, Olmecas, Aztecas, Mayas, Quitus, Chibchas, Incas, Quimbaya, Mapuches, Charrúas, Guaraníes, Kichwa, Mantas, Aymara, Shuar, Aucas, etc., etc.
Con el pasar del tiempo, la mayoría sino todos estos pueblos, se olvidaron de Dios y de todas Sus enseñanzas y en su lugar, se volvieron idólatras, levantaron altares a otros dioses como el sol, la luna, la tierra, las estrellas, etc. Así mismo, se volvieron caníbales, pues se comían a sus enemigos, sacrificaban niños a Moloch y asumieron la brujería y hechicería como la ciencia de sus vidas. Por ello, cuando Colón y los españoles llegaron, los llamaron “indios” que en latín significa “sin Dios.”
EL ODIO DE LOS JUDIOS POR LOS SAMARIOS
Una de las cosas más impresionante de estas revelaciones es el hecho de que, los judíos sefardíes que estaban encarcelados pero que fueron liberados con la condición de que fueran en el viaje de Colón, cuando llegaron a los territorios que bautizaron como las Indias occidentales, sabían de lo escrito por Esdras, es decir, sabían que iban a encontrar a los descendientes del remante de las diez tribus o del reino de Israel que sobrevivió a las invasiones de siglo 7 a.C. Pero el punto es que, en los días posteriores a la división del reino por parte de Salomón, el reino del Norte, que comprendía las 10 tribus, se apartó de las enseñanzas de la Toráh, por lo que los miembros del reino del Sur o Judá los tomaron por enemigos y los rechazaron como pueblo de Dios.
Varios pasajes bíblicos del Nuevo Pacto que incluyen al mismo Jesûs, relatan el odio de los judíos hacia sus mismos hermanos, los Samaritanos o nacidos en Samaria, que era parte del reino del Norte, por haberse apartado del Dios de la Toráh. Esto trae luz a lo que sucedió en Arzareth, en el tiempo del descubrimiento o invasión, conquista o genocidio de más de 56 millones de aborígenes: Cuando de los sefardíes españoles encontraron al remanente alejado completamente del Dios de Abraham, decidieron exterminarlos. En otras palabras, los sefardíes, descendientes de las dos tribus de Judá y Benjamín, más tarde convertidos en los blancos opresores de las colonias españolas de América, provocaron el exterminio de los indios, indígenas o aborígenes americanos, sus propios hermanos de genes. Algo parecido pasó al norte, en Estados Unidos y Canadá, donde luego de su llegada. los anglosajones procedieron al extermino de los indios nativos de estos dos países.
LOS JUDÍOS KHÁZAROS
Después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C., la mayoría de los pocos sobrevivientes de las tribus de Judá y Benjamín fueron expulsados de la Palestina hacia Europa del este, España y Portugal. Esto, más el hecho ya mencionado acerca de la expulsión siglos atrás de las 10 tribus, el camino quedó libre para la llegada de una gran diversidad de etnias hacia las tierras donde se asentó el gran reino de Israel de los tiempos de David. Así llegaron los árabes, persas, sirios, otomanas, cosacos, latinos, europeos, africanos, etc., quienes, a lo largo de los siglos fueron tomando posesión de la tierra que Dios le prometió a Moisés y a Su pueblo luego de su rescate de Egipto. Inevitablemente, los pocos israelitas que quedaron se aislaron, murieron o se mezclaron con aquellas etnias, dando así lugar a la nueva etnia a quienes se llamó judíos, como se explica más arriba, debido a la práctica de la religión judío-persa.
Recordar que, para el inicio del primer milenio, los judíos se habían ubicado en muchos puntos geográficos como Tartaria, Escandinavia, Britania, Germania, Europa del este, España, Portugal, las tres Américas y un reducido número en la Palestina. Diecisiete siglos más tarde llegan a la Palestina procedentes del desaparecido reino de Khazaria, más de cien mil kházaros quienes se habían vuelto poderosos gracias a su posición geográfica estratégica, pero al mismo tiempo asesinos Las caravanas que salían desde y hacia Europa y Rusia tenían que pasar por su territorio. Ellos, al comienzo cobraban un peaje, pero luego empezaron a robar las caravanas y a matar a los viajeros hasta que zar ruso Alejandro II envió, en 1795, a su ejército para que borrara del mapa a este reino de maldad. Y así mismo sucedió, el reino de Khazaria, del cual nadie habla hoy, desapareció.
A los sobrevivientes se les perdonó la vida con la condición de que se convirtieran al judaísmo. Así fueron traídos por los ejércitos del zar a Palestina, donde con el pasar del tiempo, se fusionaron con los judíos locales, de quienes aprendieron el idioma, las costumbres y tradiciones y por supuesto, la religion judía. Así nacieron los judíos kházaros, que no son Israelitas, ni tienen genes semitas, ni descienden del pueblo bíblico, pero que tampoco practican la fe de Abraham, Isaac, Jacob, David, etc.
Cien años más tarde, en 1895, se reúnen en Austria un grupo de estos judíos liderados por Theodore Herzl, y fundaron el partido Sionista Israelí. Herzl convenció a los otros judíos kházaros de haber recibido en una visión, la orden de Dios para organizar a los judíos del mundo con tres objetivos principales:
1. Identificar y usar a cada judío del mundo para el plan, pidiéndoles que, en el país que residan, se enquisten en todas las áreas del poder público, privado, científico, religioso, académico, militar, social, deportivo, artístico, obrero, etc., para desde allí servir a los propósitos del partido;
2. Dominar al mundo cueste lo que cueste. Apropiarse de todas las riquezas de los países, a través de provocar guerras, quiebras de países, hambrunas, epidemias, etc., y
3. Fundar el estado de Israel, para preparar la venida del Anticristo.
Los sionistas israelíes o judío-kházaros, quienes adoptaron a la serpiente como su insignia, han alcanzado sus metas en los últimos cien años, llegando a amasar el 80% de la riqueza del mundo por lo que el poder que tienen en todos los campos los ha vuelto “intocables” e invencibles. Así han podido controlar a toda persona y todo esfuerzo para delatarlos acusando de “antisemitas” a quienes se atreven a contar la verdad, a pesar de que como se ha explicado, no son ni Israelitas ni descienden de Sem, por lo tanto, no son semitas. Ellos han usurpado la identidad del pueblo bíblico para llevar adelante sus protervos planes de dominio del mundo y para preparar el camino para la llegada del Anticristo.
EL FALSO ISRAEL
El estupor que causa oír falsedades acerca de Israel en los mensajes y prédicas que la mayoría de los pastores, predicadores y ministros evangélicos comparten, fue la motivación para escribir el presente mensaje. Los judíos kházaros han moldeado su versión de la historia para protegerse y recibir miles de millones de dólares en ayudas, ofrendas, regalos, etc., tanto de los gobiernos del mundo, como de entidades privadas y de la gente en general. Slogans como “ora por Israel, el pueblo de Dios,” “bendice a la nación de Israel,” “no maldigas a Israel porque serás maldecido por Dios,” etc., etc., llenan las prédicas de las iglesias evangélicas, que ubican en los altares la bandera israelí con la falsa estrella de David, un símbolo de brujería.
Y no contentos con eso, la falsa creencia de que el Cristianismo viene del judaísmo hace que los seguidores de Jesûs celebren muchas fiestas y tradiciones paganas, y usen muchos objetos paganos de la religión judía. Es penoso pero verdadero afirmar que el nombre de Israel y todo lo que gira a su alrededor es venerado como santo o divino por la iglesia del Señor Jesûs. Yo fui uno de ellos. Qué vergüenza.
A la verdad, el estado actual de Israel no tiene ni el origen histórico ni ninguna relación con el Israel bíblico, es más, no hay ni un solo versículo bíblico donde se registre alguna orden de Dios para fundar un país con el nombre dado al pueblo de Dios. Y para rematar, Dios mismo fue quien permitió las invasiones y las dispersiones porque Israel nunca honró el honor que el Creador le dio de ser Su pueblo preferido. Aquellos no solo no obedecieron ni se sometieron a los mandatos de Dios, sino que le mataron a Su hijo. Dios no se olvidó de la afrenta terrible e hizo fundar un país donde también habría de manar la leche y la miel en abundancia, y que habría de reunir a Su pueblo que se había extraviado y habría de predicar Su mensaje por todos los confines de la tierra: the United States of America.
Jer-USA-lem, EL NUEVO ISRAEL
Los Estados Unidos de América nace como un estado federado en 1776, y es la primera democracia fundada en el mundo. Hasta ese entonces, lo que había en la tierra eran reinos y regiones dominadas por reyes y cortes reales por lo que este modelo de gobierno inédito fue copiado por los países que se fueron fundando en la tierra en adelante. Los fundadores de este país fueron cristianos evangélicos que basaron toda la constitución en la Biblia, especialmente en el Pentateuco y fundaron el país sobre la Palabra de Dios.
Ciento sesenta años atrás, en 1616, un grupo de hombres y mujeres creyentes en Jesucristo y la Biblia, llamados “peregrinos,” llegan desde lo que hoy es Inglaterra, huyendo de los impuestos altos y sobre todo, de la persecución religiosa. Europa estaba en plena ebullición espiritual pues apenas noventa años atrás, Martin Lutero sacudió al mundo denunciando a la opresión y depravación papal.
Desde su nacimiento en el siglo 4 d.C., los líderes de la iglesia católica escondieron la Biblia de los creyentes para poder gobernar bajo sus depravados intereses, sumiendo a la humanidad en una oscuridad espiritual atroz por más de mil cien años, hasta que Johannes Gutenberg inventa la imprenta y empieza a reproducir la Biblia por miles de ejemplares, uno de las cuales llegó a manos de Lutero para revelarle la verdad de Cristo Jesûs. Esto provocó un cisma gigantesco en el Vaticano llamado “Reforma de la iglesia católica” y que fue también el despertar de la fe verdadera que se había dormido y que se originó en el ministerio del Señor Jesûs sobre la tierra.
Volviendo a los peregrinos, que a propósito eran descendientes de los sajones o “hijos de Isaac,” su fidelidad a la fe bíblica y su obediencia a Dios y a Sus mandamientos les trajo gran prosperidad y sobreabundancia. Pero los peregrinos no fueron los primeros en traer al “nuevo continente” la fe en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, pues los territorios que hoy son parte de esta nación habían sido ocupados por primera vez, más de dos mil doscientos años atrás por los remanentes de las diez tribus Israelitas. Y para el caso de este estudio, y basándonos en el libro apócrifo de Esdras, podemos afirmar que es de los Israelitas de donde descienden los aborígenes de las tres Américas. Pero estos aborígenes, al igual que sus ancestros, también se olvidaron de Dios.
Ciento sesenta años después se fundan los Estados Unidos, que solo unos pocos años más tarde se convierte en la nación más rica y poderosa del planeta, surgiendo como la nueva tierra donde fluye leche y miel en forma abundante y permanente y de donde han salido por los siguientes siglos y a todo el mundo, enormes ejércitos de misioneros llevando el mensaje del Evangelio de la paz. Pero también comienza a recibir millones de inmigrantes pobres, hambrientos y rechazados de casi todos los países de todos los continentes: Europa, Asia, África, y por supuesto, del Caribe, Centro y Sudamérica. Fue el país donde por más de cien años, más personas se convirtieron al cristianismo cada día. Al menos el 30% de los inmigrantes que llegan, en algún punto entregan a Jesûs sus vidas y se reconcilian con el Hacedor de sus días.
Por ello se puede afirmar sin tropiezos que Estados Unidos es el cumplimiento de la promesa bíblica acerca del Nuevo Israel, de la nueva Jerusalén de los tiempos del fin, donde algunos profetas ven incluso el nombre de este país incluido en el nombre de la antigua capital del reino judío: Jer-USA-lem.
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