Devocional para hoy, Lunes 25 de mayo, 2020
"El Nuevo Normal"
Por CF Jara.
Leer: Isaías 40
«No temas, porque Yo estoy contigo; no desmayes, porque Yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.» (Isaías 41:10)
La Biblia nos relata que Jesucristo, después de haber resucitado, habitó por 50 días más entre los suyos, a quienes se presentó en varias ocasiones, en varios lugares y volvió a compartir el pan y Su Palabra con ellos. Por los escritos bíblicos podemos deducir que la mayor parte de los discípulos y del inmenso grupo que lo seguían, amaban al Señor, pero ese amor se convirtió en un amor entrañable después que atestiguaron el terrible padecimiento y muerte del Señor en la cruz, pero, sobre todo, cuando todos ellos atestiguaron que todas las cosas que el Rabino les había dicho se cumplieron. Entonces, en el día cincuenta, cuando Jerusalén celebraba la Pascua de Jubileo, Jesucristo les dijo que era el tiempo para Él de dejar la tierra para ir a reunirse con Su Padre en los cielos. No es difícil imaginar que, debido a ese gran amor y afecto mutuo, muchos de ellos deben haber sentido un apretón en sus pechos y llorado por la noticia. El Señor, su Señor se iba. Y ahora, ¿qué será de nosotros?, gemían de temor ante la “nueva normalidad” que era una vida sin el Señor en medio de ellos.
Y no era para menos. Por los pasados tres años experimentaron la más grandiosa de las vivencias que tuvieron en sus vidas, aun cuando en el fondo algunos tenían dudas. Sin embargo, la sola presencia del Hijo del Hombre en medio debió haberles llenado de la paz inefable que sobrepasa todo entendimiento. La persecución contra los seguidores de Jesucristo había empezado al día siguiente de la muerte de Jesûs y amenazaba con ser despiadada. Jesûs había denunciado públicamente a los poderes militar, político y religioso y supo contenerlos, hasta que finalmente, la maldad del Sanedrín puso en acción la conspiración para asesinarlo, pues no le perdonaron que haya denunciado sus abusos y corrupción. Había que acabar con Él y con sus seguidores.
Hermanos y hermanas, una de las frases mas repetidas por los líderes y noticieros en los días de la pandemia es que “debemos prepararnos para la nueva normalidad” implicando en estas declaraciones cambios radicales en nuestras costumbres y tradiciones todo por causa de una pandemia, que, según denuncias serias y creíbles, fue provocada a propósito para acelerar la imposición del Nuevo Orden Mundial por parte del Vaticano y las élites luciferinas de quienes ya hemos hablado anteriormente. Pero ¿qué tiene que ver la pandemia con la partida del Señor a los cielos? El miedo y la incertidumbre de los discípulos es el mismo que la iglesia del Señor tiene en estos días frente a una realidad aun no clara pero profetizada, de que, tan pronto el nuevo sistema mundial se implante, la persecución mortal contra la iglesia del Señor se desatará por el mundo entero. Y ahora, ¿qué será de nosotros?
Cuando Jesucristo partió a los cielos, dejó a Su Espíritu Santo entre Sus seguidores, y aun por encima de la persecución implacable y asesinato de la mayoría de ellos y de miles de cristianos de ese tiempo y de los pasados dos mil años, la iglesia no solo sobrevivió, sino que creció, se multiplicó y prevaleció, tal como Jesús lo dijo en aquel día, cuando se encontraba enseñando a sus discípulos en la sinagoga de Cesarea de Filipo, frente al Templo de Pan. Pues así mismo va a ser en estos tiempos. No importa lo que la maldad de los siervos del enemigo intente, nosotros, los redimidos por la sangre bendita del Cordero Santo, prevaleceremos y estaremos en la tierra hasta cuando al Señor le plazca. Él nos cuidará y proveerá de todo lo que necesitemos y Sus ángeles acamparán alrededor nuestro para darnos protección. Nosotros mientras tanto, con toda actitud de humildad y sumisión, debemos buscar a Jesûs en espíritu y en verdad cada día, todos los días, llenando nuestras lámparas con el aceite de la oración, para velar y alumbrar en la oscuridad, mientras tanto que el Novio viene por Su iglesia amada.
«No temas, porque Yo estoy contigo; no desmayes, porque Yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.» (Isaías 41:10)
Oración
«Señor Dios todo poderoso. Cuán grande eres, Señor, cuán grandes son las obras de tus manos. Cuán grande y poderoso es Tu amor por nosotros. El enemigo te ha presentado batalla desde el principio de los tiempos, pero en cada una de esas batallas, Tû venciste. Y cuando Tu Hijo amado murió en la cruz, de la muerte lo levantaste para darle todos los galardones de Victorioso e Inmortal Rey del universo. Hoy ponemos en Jesûs nuestra fe y nuestra confianza; creemos que, no importa lo que el enemigo esté tramando en contra de los hijos de Dios, el Señor no desamparará a Su pueblo y Jesucristo vendrá en el día anunciado para vencer y acabar con el hacedor de maldad. Perdona nuestros pecados, Padre Santo, haznos blancos como la nueve, y justifícanos con la sangre bendita de Jesûs nuestro Señor. Te lo pedimos humildemente en el santo nombre de Tu Hijo amado Yeshûa HaMashiaj, amén y amén.»
התהילה היא רק של ישוע המשיח
DIOS te bendiga.
"El Nuevo Normal"
Por CF Jara.
Leer: Isaías 40
«No temas, porque Yo estoy contigo; no desmayes, porque Yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.» (Isaías 41:10)
La Biblia nos relata que Jesucristo, después de haber resucitado, habitó por 50 días más entre los suyos, a quienes se presentó en varias ocasiones, en varios lugares y volvió a compartir el pan y Su Palabra con ellos. Por los escritos bíblicos podemos deducir que la mayor parte de los discípulos y del inmenso grupo que lo seguían, amaban al Señor, pero ese amor se convirtió en un amor entrañable después que atestiguaron el terrible padecimiento y muerte del Señor en la cruz, pero, sobre todo, cuando todos ellos atestiguaron que todas las cosas que el Rabino les había dicho se cumplieron. Entonces, en el día cincuenta, cuando Jerusalén celebraba la Pascua de Jubileo, Jesucristo les dijo que era el tiempo para Él de dejar la tierra para ir a reunirse con Su Padre en los cielos. No es difícil imaginar que, debido a ese gran amor y afecto mutuo, muchos de ellos deben haber sentido un apretón en sus pechos y llorado por la noticia. El Señor, su Señor se iba. Y ahora, ¿qué será de nosotros?, gemían de temor ante la “nueva normalidad” que era una vida sin el Señor en medio de ellos.
Y no era para menos. Por los pasados tres años experimentaron la más grandiosa de las vivencias que tuvieron en sus vidas, aun cuando en el fondo algunos tenían dudas. Sin embargo, la sola presencia del Hijo del Hombre en medio debió haberles llenado de la paz inefable que sobrepasa todo entendimiento. La persecución contra los seguidores de Jesucristo había empezado al día siguiente de la muerte de Jesûs y amenazaba con ser despiadada. Jesûs había denunciado públicamente a los poderes militar, político y religioso y supo contenerlos, hasta que finalmente, la maldad del Sanedrín puso en acción la conspiración para asesinarlo, pues no le perdonaron que haya denunciado sus abusos y corrupción. Había que acabar con Él y con sus seguidores.
Hermanos y hermanas, una de las frases mas repetidas por los líderes y noticieros en los días de la pandemia es que “debemos prepararnos para la nueva normalidad” implicando en estas declaraciones cambios radicales en nuestras costumbres y tradiciones todo por causa de una pandemia, que, según denuncias serias y creíbles, fue provocada a propósito para acelerar la imposición del Nuevo Orden Mundial por parte del Vaticano y las élites luciferinas de quienes ya hemos hablado anteriormente. Pero ¿qué tiene que ver la pandemia con la partida del Señor a los cielos? El miedo y la incertidumbre de los discípulos es el mismo que la iglesia del Señor tiene en estos días frente a una realidad aun no clara pero profetizada, de que, tan pronto el nuevo sistema mundial se implante, la persecución mortal contra la iglesia del Señor se desatará por el mundo entero. Y ahora, ¿qué será de nosotros?
Cuando Jesucristo partió a los cielos, dejó a Su Espíritu Santo entre Sus seguidores, y aun por encima de la persecución implacable y asesinato de la mayoría de ellos y de miles de cristianos de ese tiempo y de los pasados dos mil años, la iglesia no solo sobrevivió, sino que creció, se multiplicó y prevaleció, tal como Jesús lo dijo en aquel día, cuando se encontraba enseñando a sus discípulos en la sinagoga de Cesarea de Filipo, frente al Templo de Pan. Pues así mismo va a ser en estos tiempos. No importa lo que la maldad de los siervos del enemigo intente, nosotros, los redimidos por la sangre bendita del Cordero Santo, prevaleceremos y estaremos en la tierra hasta cuando al Señor le plazca. Él nos cuidará y proveerá de todo lo que necesitemos y Sus ángeles acamparán alrededor nuestro para darnos protección. Nosotros mientras tanto, con toda actitud de humildad y sumisión, debemos buscar a Jesûs en espíritu y en verdad cada día, todos los días, llenando nuestras lámparas con el aceite de la oración, para velar y alumbrar en la oscuridad, mientras tanto que el Novio viene por Su iglesia amada.
«No temas, porque Yo estoy contigo; no desmayes, porque Yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.» (Isaías 41:10)
Oración
«Señor Dios todo poderoso. Cuán grande eres, Señor, cuán grandes son las obras de tus manos. Cuán grande y poderoso es Tu amor por nosotros. El enemigo te ha presentado batalla desde el principio de los tiempos, pero en cada una de esas batallas, Tû venciste. Y cuando Tu Hijo amado murió en la cruz, de la muerte lo levantaste para darle todos los galardones de Victorioso e Inmortal Rey del universo. Hoy ponemos en Jesûs nuestra fe y nuestra confianza; creemos que, no importa lo que el enemigo esté tramando en contra de los hijos de Dios, el Señor no desamparará a Su pueblo y Jesucristo vendrá en el día anunciado para vencer y acabar con el hacedor de maldad. Perdona nuestros pecados, Padre Santo, haznos blancos como la nueve, y justifícanos con la sangre bendita de Jesûs nuestro Señor. Te lo pedimos humildemente en el santo nombre de Tu Hijo amado Yeshûa HaMashiaj, amén y amén.»
התהילה היא רק של ישוע המשיח
DIOS te bendiga.
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