Devocional para Hoy,
Lunes 10 de Septiembre, 2018.
“Del Diezmo y las Ofrendas”
Por: CF Jara
Leer: 2 Corintios
«Mas ¡ay de vosotros, fariseos!, porque pagáis el diezmo de la menta y la ruda y toda {clase de} hortaliza, y {sin embargo} pasáis por alto la justicia y el amor de Dios; pero esto es lo que debíais haber practicado sin descuidar lo otro.» (Lucas 11:42)
Para explicar bíblicamente una pregunta de una hermana de la fe acerca del diezmo y las ofrendas, quiero usar una alegoría de cómo podría ser la visita de Jesús a nuestra congregación al culto del Domingo. Creo que todas las familias tratarían de llegar lo antes posible, impecables en el vestir, con la Biblia en la mano, y los diezmos y ofrendas en las carteras. Imposible perderse una visita tan ilustre.
En el camino a la iglesia, un mendigo se acerca a mi en la luz roja y me da una mirada de “necesito comer, ¿me ayudas?” Yo pienso que lo único disponible que tengo son los $50 para el diezmo, el 10% de mi cheque de esa semana. No tengo más, todo está distribuido entre todos los gastos que tengo que cubrir. Y volteo mi vista e ignoro a aquel hombre. Al llegar al parqueadero, por coincidencia se parquea a mi lado un viejo hermano y amigo, quien una semana atrás me había compartido que estaba pasando por tiempos difíciles pues estuvo muy enfermo y perdió el empleo. Me conmovió su situación y sentí ayudarlo con una ofrenda o quizá con compras, pero no tenía dinero extra y le prometí: --la próxima semana, mi hermano-- Cuando se acercaba a saludarme, un pensamiento cruzó mi mente: “lo único que tengo es para el diezmo, además, ya ayudé a aquellos vecinos que necesitaban y estoy enviando mis aportes a aquellos ministerios. Lo siento, será cuando me sobre algo.” Entonces nos dimos un abrazo, él no me mencionó nada, ni yo tampoco. Ya en el lobby del templo, mi celular suena, era mi madre. --Mijo, necesito tu ayuda, me recortaron el cheque del retiro y me falta para completar para el recibo de la luz-- Me llevé la mano al bolsillo donde guardaba mi diezmo, pero rápidamente dije: --lo siento, madre, no tengo ahora mismo, llama a alguno de tus otros hijos-- Mi madre se despidió no sin antes bendecirme.
A lo poco empezó el culto, la adoración maravillosa, el Espíritu Santo derramándose desde el altar hacia toda la congregación, y yo y los hermanos alabando con las manos levantadas y adorando en lenguas. Después de esto, el pastor presentó a Jesús y pidió a los creyentes que pasáramos con nuestras ofrendas al altar, luego de lo cual, podíamos acercarnos al divino Maestro a recibir Su Palabra. Me puse de pie e hinchando mi pecho me encaminé al altar. Llegué al cesto de los diezmos y deposité mi sobre. “Ahhhh, que alivio, --pensé-- soy un buen cristiano, ahora, a recibir los elogios de mi Señor Jesús.”
Luego de ponerme de rodillas ante Su presencia, escuché Su voz que dulcemente me dijo: «Ama a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas y ama a tu prójimo como a ti mismo, porque con amor eterno te he amado.» Entonces me incorporé y mis pensamientos fueron para aquellas tres manos que se extendieron a mi aquella mañana y para la Palabra de mi Salvador: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, medité y me dije: “por cuanto me amo, trato de cubrir todas mis necesidades, así como la de mis prójimos, los míos tanto de alimento como de vivienda, transporte, etc. Pero, ¿qué de aquellos que no están en mi círculo cercano o que no conozco, y que me piden ayuda?, ¿qué debo hacer cuando manos como las de aquella mañana se extienden hacia mí? ¿Está bien que use el dinero del diezmo para ayudar a otros? ¿Qué diría Jesucristo al respecto?
A pesar de que la Biblia registra extensas enseñanzas de Jesús acerca del dinero y su correcta administración, no se encuentra ningún versículo donde el divino Maestro haya pedido la recolección de diezmos u ofrendas y peor aún, pactos o siembras con dinero. El Hijo del Hombre nos advirtió que el dinero es el origen de lodos los males. El libro de Dios tampoco registra algún evento donde Jesús haya dirigido la construcción de algún templo, y si bien visitó las sinagogas constantemente, predicó en contra de la hipocresía y avaricia de los sacerdotes y su religiosidad, y profetizó la demolición del templo sagrado del judaísmo. En una ocasión, Jesús se encuentra en la sinagoga cuando una mujer viuda deposita las dos monedas últimas monedas que tenía. Y de ese hecho, Êl enseña a Sus discípulos acerca del diezmo y las ofrendas (Marcos 12:41-44).
Aquella viuda echó 2 “blancas”, moneda que equivaldría en estos tiempos a unos cuantos centavos. Era todo lo que tenía. Jesús recalca a Sus discípulos que ella hizo eso por amor a Dios. No se menciona que aquella mujer haya diezmado para cumplimiento de alguna regla creada por el hombre, o para lucirse o ufanarse. YHWH es el dueño de todo el oro y de toda la plata. Si en mi delante se extiende una mano con necesidad, sea de quien sea, debo ayudar. DIOS proveerá tanto para Su iglesia corporativa como para la iglesia propiamente dicha, ósea, los creyentes. El apóstol Pablo por su parte, nos da la enseñanza en la segunda carta a los Corintios, capítulo 9. Dice que debemos dar tal como sentimos en nuestro corazón, como una demostración de generosidad de nuestra parte, mas no como respuesta a alguna exigencia. Podemos leer en el versículo 9: «Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre.»
El reino de Dios es el de los pobres y menesterosos. La Biblia nos dice que debemos ayudar a los que allí habitan, con el diez por ciento de lo que Êl nos da. En otras palabras, debemos ayudar primero a las manos necesitadas que se extienden delante nuestro, sean o no hermanos en la fe. Luego entonces a la iglesia corporativa. Pero NUNCA por miedo, presión, religiosidad, vanidad u obligación sino SOLO por amor a Dios nuestro Creador y por amor a nuestro prójimo.
Oración
«Señor Jesûs, el sacrificio que hiciste de entregarte a la muerte para darnos el perdón para nuestras transgresiones es la más grande dádiva para la humanidad que ningún hombre o mujer han podido hacer jamás. Tú eres la fuente de la generosidad más pura y abundante, el sacrificio más sublime; el dador de la vida y del perdón. Hoy te ruego mi Señor que me ayudes a ser un dador antes que un ‘pedidor’. Que recuerde todos los días de mi vida que el secreto de la paz y gozo eterno están en darse por completo por otros. Que no llegue el día en que tuerza mis ojos de aquella mano que se extiende, porque aquel menesteroso podría ser uno de Tus ángeles o quizá Tú mismo, tal como dice Tu Palabra, te lo ruego mi Señor, en el nombre Todopoderoso de Tu Hijo amado Yeshûa HaMashiaj, amén.»
התהילה היא רק של ישוע המשיח
DIOS te bendiga.
Lea la Biblia en un año: Proverbios 8-9; 2 Corintios 3; Judas 24-25
Encuentre más lecturas edificantes en: https://maiishunejar.blogspot.com/
Descargue el devocional en PDF: De los Diezmos y las Ofrendas
Lunes 10 de Septiembre, 2018.
“Del Diezmo y las Ofrendas”
Por: CF Jara
Leer: 2 Corintios
«Mas ¡ay de vosotros, fariseos!, porque pagáis el diezmo de la menta y la ruda y toda {clase de} hortaliza, y {sin embargo} pasáis por alto la justicia y el amor de Dios; pero esto es lo que debíais haber practicado sin descuidar lo otro.» (Lucas 11:42)
Para explicar bíblicamente una pregunta de una hermana de la fe acerca del diezmo y las ofrendas, quiero usar una alegoría de cómo podría ser la visita de Jesús a nuestra congregación al culto del Domingo. Creo que todas las familias tratarían de llegar lo antes posible, impecables en el vestir, con la Biblia en la mano, y los diezmos y ofrendas en las carteras. Imposible perderse una visita tan ilustre.
En el camino a la iglesia, un mendigo se acerca a mi en la luz roja y me da una mirada de “necesito comer, ¿me ayudas?” Yo pienso que lo único disponible que tengo son los $50 para el diezmo, el 10% de mi cheque de esa semana. No tengo más, todo está distribuido entre todos los gastos que tengo que cubrir. Y volteo mi vista e ignoro a aquel hombre. Al llegar al parqueadero, por coincidencia se parquea a mi lado un viejo hermano y amigo, quien una semana atrás me había compartido que estaba pasando por tiempos difíciles pues estuvo muy enfermo y perdió el empleo. Me conmovió su situación y sentí ayudarlo con una ofrenda o quizá con compras, pero no tenía dinero extra y le prometí: --la próxima semana, mi hermano-- Cuando se acercaba a saludarme, un pensamiento cruzó mi mente: “lo único que tengo es para el diezmo, además, ya ayudé a aquellos vecinos que necesitaban y estoy enviando mis aportes a aquellos ministerios. Lo siento, será cuando me sobre algo.” Entonces nos dimos un abrazo, él no me mencionó nada, ni yo tampoco. Ya en el lobby del templo, mi celular suena, era mi madre. --Mijo, necesito tu ayuda, me recortaron el cheque del retiro y me falta para completar para el recibo de la luz-- Me llevé la mano al bolsillo donde guardaba mi diezmo, pero rápidamente dije: --lo siento, madre, no tengo ahora mismo, llama a alguno de tus otros hijos-- Mi madre se despidió no sin antes bendecirme.
A lo poco empezó el culto, la adoración maravillosa, el Espíritu Santo derramándose desde el altar hacia toda la congregación, y yo y los hermanos alabando con las manos levantadas y adorando en lenguas. Después de esto, el pastor presentó a Jesús y pidió a los creyentes que pasáramos con nuestras ofrendas al altar, luego de lo cual, podíamos acercarnos al divino Maestro a recibir Su Palabra. Me puse de pie e hinchando mi pecho me encaminé al altar. Llegué al cesto de los diezmos y deposité mi sobre. “Ahhhh, que alivio, --pensé-- soy un buen cristiano, ahora, a recibir los elogios de mi Señor Jesús.”
Luego de ponerme de rodillas ante Su presencia, escuché Su voz que dulcemente me dijo: «Ama a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas y ama a tu prójimo como a ti mismo, porque con amor eterno te he amado.» Entonces me incorporé y mis pensamientos fueron para aquellas tres manos que se extendieron a mi aquella mañana y para la Palabra de mi Salvador: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, medité y me dije: “por cuanto me amo, trato de cubrir todas mis necesidades, así como la de mis prójimos, los míos tanto de alimento como de vivienda, transporte, etc. Pero, ¿qué de aquellos que no están en mi círculo cercano o que no conozco, y que me piden ayuda?, ¿qué debo hacer cuando manos como las de aquella mañana se extienden hacia mí? ¿Está bien que use el dinero del diezmo para ayudar a otros? ¿Qué diría Jesucristo al respecto?
A pesar de que la Biblia registra extensas enseñanzas de Jesús acerca del dinero y su correcta administración, no se encuentra ningún versículo donde el divino Maestro haya pedido la recolección de diezmos u ofrendas y peor aún, pactos o siembras con dinero. El Hijo del Hombre nos advirtió que el dinero es el origen de lodos los males. El libro de Dios tampoco registra algún evento donde Jesús haya dirigido la construcción de algún templo, y si bien visitó las sinagogas constantemente, predicó en contra de la hipocresía y avaricia de los sacerdotes y su religiosidad, y profetizó la demolición del templo sagrado del judaísmo. En una ocasión, Jesús se encuentra en la sinagoga cuando una mujer viuda deposita las dos monedas últimas monedas que tenía. Y de ese hecho, Êl enseña a Sus discípulos acerca del diezmo y las ofrendas (Marcos 12:41-44).
Aquella viuda echó 2 “blancas”, moneda que equivaldría en estos tiempos a unos cuantos centavos. Era todo lo que tenía. Jesús recalca a Sus discípulos que ella hizo eso por amor a Dios. No se menciona que aquella mujer haya diezmado para cumplimiento de alguna regla creada por el hombre, o para lucirse o ufanarse. YHWH es el dueño de todo el oro y de toda la plata. Si en mi delante se extiende una mano con necesidad, sea de quien sea, debo ayudar. DIOS proveerá tanto para Su iglesia corporativa como para la iglesia propiamente dicha, ósea, los creyentes. El apóstol Pablo por su parte, nos da la enseñanza en la segunda carta a los Corintios, capítulo 9. Dice que debemos dar tal como sentimos en nuestro corazón, como una demostración de generosidad de nuestra parte, mas no como respuesta a alguna exigencia. Podemos leer en el versículo 9: «Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre.»
El reino de Dios es el de los pobres y menesterosos. La Biblia nos dice que debemos ayudar a los que allí habitan, con el diez por ciento de lo que Êl nos da. En otras palabras, debemos ayudar primero a las manos necesitadas que se extienden delante nuestro, sean o no hermanos en la fe. Luego entonces a la iglesia corporativa. Pero NUNCA por miedo, presión, religiosidad, vanidad u obligación sino SOLO por amor a Dios nuestro Creador y por amor a nuestro prójimo.
Oración
«Señor Jesûs, el sacrificio que hiciste de entregarte a la muerte para darnos el perdón para nuestras transgresiones es la más grande dádiva para la humanidad que ningún hombre o mujer han podido hacer jamás. Tú eres la fuente de la generosidad más pura y abundante, el sacrificio más sublime; el dador de la vida y del perdón. Hoy te ruego mi Señor que me ayudes a ser un dador antes que un ‘pedidor’. Que recuerde todos los días de mi vida que el secreto de la paz y gozo eterno están en darse por completo por otros. Que no llegue el día en que tuerza mis ojos de aquella mano que se extiende, porque aquel menesteroso podría ser uno de Tus ángeles o quizá Tú mismo, tal como dice Tu Palabra, te lo ruego mi Señor, en el nombre Todopoderoso de Tu Hijo amado Yeshûa HaMashiaj, amén.»
התהילה היא רק של ישוע המשיח
DIOS te bendiga.
Lea la Biblia en un año: Proverbios 8-9; 2 Corintios 3; Judas 24-25
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