La Noche Oscura

Viernes 25 de Agosto, 2017.

Devocional para Hoy
“La Noche Oscura”
(Por: CF Jara)

«Mas tú, Jehová, no te alejes; fortaleza mía, apresúrate a socorrerme. Libra de la espada mi alma, del poder del perro mi vida. Sálvame de la boca del león, y líbrame de los cuernos de los búfalos.» Salmo 22:19-21

En la fría madrugada del lunes 15 de Diciembre de 1996 como a eso de las 5am, me encontraba sentado en la estación de la calle 77 de la Roosevelt Avenue, en la ciudad de New York, esperando el tren para ir a trabajar. El frío calaba mis huesos, especialmente porque no tenía la ropa apropiada de invierno. Es que había acabado de llegar a este país y mi conocimiento aún era incipiente. Una profunda depresión agobiaba mi alma: en mi país había perdido todo, mi trabajo, mi casa, mi familia y todos, inclusive la esperanza me habían abandonado. Pero lo único que no me había abandonado eran los pensamientos suicidas. Y esa madrugada empecé a planear mi muerte. Decidí que terminaría con mi vida arrojándome debajo de las ruedas del tren. A lo lejos divisé la luz del faro delantero de esa mole de acero y hierro acercándose; me puse de pie y empecé a calcular el momento. De pronto, dos personas entraron a la estación y se pararon una a cada lado mío. Volteé a mirarlos, como preguntándoles: “¿y es que no podían escoger otro momento para venir?”. En la semi oscuridad no pude distinguir si eran hombre o mujer, además de que estaban envueltos en gorras, bufandas, jackets y botas gruesas. En mi análisis, el tener personas cerca podría provocar que una de ellas resultara herida, -o muerta quizá- si al momento de saltar yo, aquel o aquella intentaban detenerme y caían junto conmigo. Decidí hacerlo al día siguiente. Pero esa misma escena se repitió en las madrugadas del martes y miércoles, justo cuando me aprestaba a saltar, dos personas entraban y se paraban una a cada lado.

La tarde de ese miércoles compré un radio reloj por sugerencia de mi primo, en cuya casa me encontraba hospedado; la razón era que yo debía levantarme todos los días a las 4am en punto. Entraba a laborar a las 6am en una lavandería de camisas. Esa noche y en la madrugada del jueves, los pensamientos de fracaso, soledad, tristeza, dolor, culpabilidad, angustia, muerte, etc., etc., sometían mi alma a la noche más negra de mi existencia, a la más profunda oscuridad, donde como dice San Juan de la Cruz, «es tan negra la noche del alma que no se puede reconocer ni siquiera a Dios», y sentía que iba cayendo poco a poco en un hoyo profundo, sin que nada ni nadie pudiera hacer algo por mí.

Mientras divagaba y sollozaba con mi convicción de que la muerte era la solución, sostenía en mis manos ese radio despertador y movía el dial de un lado para el otro como si buscara algo. De pronto, una voz fuerte pero con una paz poderosa salió de la radio: «Usted, usted querido amigo, usted que lo ha perdido todo, que ha dejado su familia lejos, que está acá solo, sin esperanza, pensando que no vale nada, que la muerte es la solución, usted tiene una esperanza, y esa esperanza se llama Cristo Jesús. Busque mañana mismo una iglesia, póngase de rodillas ante Jesucristo y ríndase a Él, entréguele su vida, y su vida nunca más será igual.» Mi primera reacción fue pensar que mi primo había puesto cámaras en el cuarto, o que él le comentó mi vida a aquel hombre de la radio, porque lo que decía era exactamente lo que estaba pasando en mi vida. Poco a poco fui quedándome dormido.

Al amanecer de ese jueves que yo estaba libre, salí a buscar otro trabajo en Manhattan. De pronto vi una iglesia y recordé la experiencia de la madrugada. Mientras el corazón me latía con fuerza, crucé la calle y entré, y en el lobby había una cruz gigante con una escultura de un Cristo crucificado. Cuando me puse de rodillas en el reclinatorio, quedé literalmente a los pies de esa imagen, y en medio de un llanto incontenible, repetí la misma oración que había oído en la radio en la madrugada. Entregué mi vida a Jesús ahí mismo y mi vida nunca más fue igual. Gloria a Dios. Yo fui católico hasta ese día y nuca había tenido una experiencia igual.

Veinte años más tarde estoy escribiendo este mensaje gracias a que Dios me dio una vida completamente nueva, sanó mis heridas y restauró mi corazón, y desde entonces, me ha llevado de gloria en gloria y de victoria en victoria, a través de muchas jornadas donde he visto incontables manifestaciones plenas de Su amor, poder y gloria sempiternos. Hoy declaro que Jesús es el inmortal e invencible dueño de todas las victorias, el que llega siempre a tiempo, el que no nos abandona nunca bajo ninguna circunstancia, el que nos ha hecho suyos y el que nos lleva guardados en el hueco de Su mano portentosa.

No sé si aquellas personas de la estación del tren eran ángeles del Señor cuidándome por mandato Suyo, pero de lo que he aprendido en estos años, creo que es muy posible. Tampoco sé nada acerca de mi primo, pero a esta hora le oro al Señor para que los bendiga y los guarde por siempre, donde quiera que se encuentren. Y acerca de la radio estación que Dios usó para traerme a Sus pies, es la radio “Visión Cristiana” de New York, mis oraciones y bendiciones están con ellos hasta el día de hoy.

Oración:
Señor mi Dios, gracias por la vida nueva que me diste. Gracias por no haber dejado que el plan del malvado se ejecutara y que yo terminara enterrado en algún cementerio olvidado. Gracias te doy por toda la vida añadida desde entonces. Gracias por escuchar los clamores de los humanos que aunque conocen poco de ti, de Tu Hijo Jesús, Tú los escuchas y derramas Tu misericordia sobre todos los que te buscan. Y Tú Señor, aunque no nos merezcamos, vienes en nuestra ayuda, nos salvas, nos restauras, nos das una nueva oportunidad. Gracias por cuidar de todos Tus hijos e hijas que clamamos Tu Nombre en los momentos difíciles de nuestra existencia. A Ti y solo a Ti te damos toda la gloria, toda la honra y todo el honor, por los siglos de los siglos, en el nombre de Tu Hijo Yahshua HaMashiaj, amén y amén.


DIOS te bendiga.
Lea la Biblia en un año: Salmos 119:1-88; 1 Corintios 7:20-40
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La gloria es solo de Cristo Jesús.

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