Estudio Teológico #1

Estudio Teológico.

"Sustentación de la Fe: Mi Historia Adaptada a los Tiempos de Martín Lutero".
Por: CF Jara.
Catedrático: Dr. Justo González.
Wesley Seminary.

CARTA A MI ABUELA EXPLICANDO LAS RAZONES DEL POR QUÉ DE MI CONVERSIÓN

Wittemberg, 11 de Mayo de 1521.
Sra. Doña Clementina Calderón de la Bastida
Leipzig

Querida Abuela:

Quiera el Altísimo que al recibo de la presente, tu salud esté fortalecida y puedas salir a dar tus paseos diarios por entre tus rosas, claveles, geranios, crisantemos, alelíes y tulipanes de tu hermoso jardín.

Quiero comentarte que recibí tu última carta, y aunque parece que estás aún refunfuñando por mi conversión de hace ya 5 años, yo estoy convencido de que con el tiempo vas a comprender y vas a terminar de aceptar mi decisión y porqué no, tú también vas a terminar de abrazar todas las verdades Bíblicas que el Profesor Lutero nos ha hecho saber, así como a rechazar todas las infamias que ensombrecen terriblemente el buen nombre de la iglesia católica y del Papa León X.

Tú sabes más que nadie Abuela, cuál fue mi niñez, asistiendo a los oratorios de la virgen María, todos los días, de Lunes a Domingo, sin perderme ni uno solo, durante 5 años. Tú sabes también que cuando entré en la adolescencia, mi más grande anhelo era estudiar en el seminario de Leipzig, pero no pude por falta del bendito documento del bautizo. Mi vida actual sería ciertamente otra si yo hubiera podido realizar ese sueño y no habría pasado por tantos dolores debidos a mi mala cabeza y a mi poca sabiduría para tomar decisiones importantes. El casarme muy joven y con una muchacha todavía más joven que yo, a la que le llevo 6 años de diferencia, fue un tremendo error. Es cierto que de esa unión nacieron mis dos hijos que son mi mayor orgullo, pero también son ciertos todos aquellos momentos de tanta tristeza, frustración y dolor que tuve a lo largo de esos 21 años de matrimonio, viviendo una vida sin vida.

Precisamente, cuando me encontraba en medio de la crisis más grande, acudí a todas las iglesias de tu ciudad, todas; toqué decenas de puertas, hablé con decenas de curas, de diferentes rangos, desde los recién ordenados hasta aquellos que huelen a guardado, ancianos que se han consagrado al servicio de la iglesia toda su vida y que ya casi no pueden caminar. Desde novicios hasta el Abad Sarlengo del monasterio de los Oblatos, pero ninguno de ellos pudo darme un consejo que me ayudara a salir de tan tremenda crisis.

Pero fue en uno de los discursos que escuché al Dr. Lutero hablar acerca de que la salvación no era por obra, sino por la gracia de Dios, lo que trajo una paz nunca sentida a mi alma. Escuchar aquello fue para mí como si hubiera recibido un “cimbronazo” en mi cerebro y a la misma vez, mientras lo escuchaba, una visión se abría en frente mío: podía ver como unas catedrales, iglesias, capillas, abadías y edificios monásticos se derrumbaban y caían al piso hechos polvo y cientos de curas y monjas y obispos y cardenales huían despavoridos. Pero al único que quería ver y no vi, fue al Papa. Abuela, yo sé que tú le prendes velas al retrato de León X y le rezas muchas aves marías en los rezos de las auroras, pero ese Papa es la personificación del mismo demonio. Respira, no te agites.

Mira Abuela, el Dr. Lutero tiene un raciocinio y una convicción que no son la de un ser humano cualquiera; oírle hablar es como oír algún tipo de música que nunca has escuchado y que penetra suavemente por tus oídos, entra tan livianamente en tu cerebro y luego sientes como si se acomodara en el fondo de tu espíritu. Es indescriptible oír sus descripciones y relatos de la Biblia, especialmente del Libro de Romanos, escrito por ese apóstol Pablo (que no sé porque Lutero lo llama “apóstol” si él mismo dice que no estuvo con Jesús y con los otros apóstoles). Como no quisiera Abuela que seas un poco más joven y que pudieras viajar, te traería acá, a Wittemberg, y te llevaría a la Universidad donde enseña Lutero para que lo escuches, y el Domingo iríamos a la misa, que aunque no hay donde poner un pie pues se llena de bote a bote, yo se que te gozarías y quisieras oír mas y mas sin cansarte.

Quiero contarte que son ya 4 años atrás, cuando Lutero fue a la misma iglesia de Todos los Santos y clavó en la puerta principal, unos escritos grandes y visibles que tenían un título: “La Disputación Acerca de la Determinación del Valor de las Indulgencias. 95 Tesis”. Mientras clavaba los escritos, el Dr. Lutero nos explicaba a los muchos curiosos que atestiguábamos aquel hecho, que él se inspiró en una palabras que leyó en un escrito de San Agustín y que eran “lo que la ley pide, lo consigue la fe”. Después de que él se retiró (lucía muy enfadado) yo me quedé, juntos con otros, a leer con más calma el escrito. Pude sentir que lo que allí decía era como el desahogo de muchas quejas que han estado contenidas por mucho tiempo.
Y tenía razón Abuela, pues ¿cómo podría pensarse que el Papa tiene el poder de perdonar cualquier pecado con solo el pago de una cantidad de dinero? Es decir, si alguien roba, o viola a la misma madre de Dios, o mata a otro ser humano, con tan solo pagarle a Leo, ya estaría perdonando en la tierra y tendría derecho a vivir en el paraíso, sin pasar ni siquiera por el purgatorio, que desfachatez!!!. (Te cuento que Lutero niega la existencia del purgatorio).

Yo tuve que ir a Roma hace unos 11 años atrás, recordarás muy bien pues de allí te traje el bramante turquesa que tanto te gusta y los crucifijos de cristal que los tienes en tu salita. Cuando estuve allá, (por coincidencia Lutero también estaba en una misión de su monasterio), yo y creo que cualquier provinciano como el mismo Lutero, pudimos notar que los curas y las monjas no se comportaban como lo hacen por acá, en la Sajonia. Su hablar y conducirse en público era exactamente igual al de la gente común, es más, hasta abusaban de su sotana pues yo mismo vi cuando un grupo de ellos pedía dinero a los comerciantes sin ninguna razón, en la mismísima plaza de Roma. Y la gente lugareña, pasaba por el lado y ni siquiera se inmutaba, pues creo yo, ya se habían acostumbrado a eso.

Cuando caminé por los alrededores de la capilla Sixtina, que todavía estaba en construcción, pude notar la opulencia del clero, de los obispos y cardenales, un gran contraste con los muchísimos miserables que pululan por doquier. Esa es una gran verdad Abuela, incluso en tu ciudad y en mi ciudad, pues es evidente cómo dentro de las iglesias, el clero nunca pasa hambres, ya que tienen de todo y comen y beben como nobles mientras afuera, los cinturones de pobreza que rodean las grandes catedrales, conventos y monasterios son una patética prueba de cómo la iglesia católica ha acumulado tanta riqueza en detrimento del pueblo desfavorecido, quienes extrañamente, no dejan de dar sus ofrendas de lo poco que tienen.

Abuela, volviendo al tema de las conferencias de la Biblia del Dr. Lutero, quiero compartirte un poco más acerca de la salvación. Cuando vino lo del divorcio, mi sufrimiento era en parte por la tanta culpabilidad que tenía en mi mente y las voces que me recordaban cada día y a cada momento, todos mi errores. Tristemente recuerdo como mi debilidad por el alcohol, el cigarrillo y las mujeres terminó de destruir la vida de mi hogar, haciendo tanto daño a mi ex esposa y a mis hijos. Ella, a quien tú querías tanto, fue tan paciente conmigo y soportó tanto por el amor inmenso que tenía por sus hijos y por eso decidió, a pesar de mi falta de cariño y descuido, quedarse por tantos años a mi lado. Aquello me hizo sentir como si ella nunca se fuera a cansar, peor aún, abandonarme. Pero llegó el día, tomó a los muchachos y se marchó. Han pasado ya varios años de aquello, ahora hablamos sin rencores, mis hijos están en la universidad, y piensan quedarse allá en Londres. Lo triste es que no estoy seguro cuando volveré a ver a los muchachos, pero confío en que Dios hará.

A pesar de las múltiples confesiones, rezos, penitencias, indulgencias y misas que pagué, cada nuevo día era una tortura para mí y el pensamiento de quitarme la vida empezó a tomar forma. Me sentía un vil, sucio, culpable, ruin, despiadado, fracasado. Aquella tarde de Enero 29 de 1516, cuando había decidido terminar con todo, tocó la puerta mi buen amigo Karl, de quien te comenté en la carta anterior, el que está estudiando en la Universidad con el Dr. Lutero. Karl vino a invitarme a una conferencia que esa tarde, algunos doctores filósofos iban a dar junto con Martín. No quise que mi amigo me viera en esa triste situación, así que accedí, me cambié de ropa y salimos hacia la academia. Estaba lleno, pero como Karl es líder estudiantil, se abrió paso y pudimos sentarnos en la segunda fila. Todas las conferencias fueron magistrales, pero cuando habló Lutero, sentí que mi vida empezaba a cambiar para siempre.

Sus proclamas acerca de la gracia de Dios, del perdón de los pecados de toda la humanidad por la sangre que Jesús vertió en su sacrifico de muerte en la cruz; de Su resurrección al tercer día de entre los muertos; de que el mismo satanás le entregó las llaves del infierno y Jesús abrió todas las celdas donde los profetas y hombres y mujeres de Dios que vivieron y murieron antes de Él, estaban encerrados y que Jesús los levantó y se los llevó a todos ellos al cielo, al paraíso, Abuela, y ya están ahí gozando las delicias de la vida sin dolor ni sufrimientos ni muerte. Saber de aquello a mi me ha llenado de tanta esperanza, pues ya la capacidad de conseguir el perdón para todos mis pecados y afrentas no está más en mis manos, Abuela, sino en Él, en Jesús, el Hijo del Dios viviente.

Si tú se lo dices a la gente, ellos podrían responderte cualquier cosa, miles de razones y reflexiones, de pretextos y contextos, de filosofías tan antiguas como tan nuevas, de descréditos y necedades; pero una cosa cierta te digo Abuela, desde el día que yo acepté a Cristo en mi corazón como mi único Señor y Salvador, he sentido una paz que no te puedo explicar, que como cita Lutero en la Biblia “sobrepasa todo entendimiento”. Y todo eso es producto de que al confesar todos mis pecados y al arrepentirme de ellos, me sentí liberado, como si todas esas fuerzas opresoras y voces torturantes que vivían dentro de mí, hubieran salido despavoridas provocándome una sensación de liviandad que me inundó por dentro. Además podía sentir a mi espíritu como si fuese un corderito dando brincos con una alegría indescriptible. Y lo que es mas Abuela, tú tienes que confesar tus pecados una sola vez, no es necesario que lo vayas haciendo día a día, mes a mes, año a año. Tampoco es necesario que yo me arrodille ante ningún cura, sea del rango que sea, para yo confesar mis pecados y quedar absuelto, de ninguna manera. Ese momento es solo entre Jesús y yo.

Lutero dice que Dios no tiene ningún otro intercesor que Jesucristo, pues Él mismo, con su propia boca, se identificó varias veces como el Cordero de Dios, el Hijo del Hombre, el Mesías, el Salvador del mundo, la luz del mundo y declaró que “Él es el camino, la verdad y la vida y que nadie va al Padre sino solo a través suyo”, lo cual deja sin sustento todo lo que la iglesia católica nos ha enseñado en cuanto a que María, la madre de Jesús y a los hombres y mujeres que la iglesia ha perpetuado luego de elevarlos ilegalmente a la categoría de santos, son los mediadores entre Dios y el hombre. Pero según dice la Biblia, nadie excepto Jesús tiene ese papel y ese poder. La iglesia católica se ha inventado todo eso para acumular poder y riqueza, manteniendo a los creyentes en un estado de ignorancia total, pues ha negado al pueblo sistemáticamente con el pasar el tiempo, el acceso al libro Santo, donde se encuentra toda la verdad.

Abuela, sé que a este momento estarás ya no enojada sino triste. Y tienes razón, triste por sentirte engañada como tantos muchos otros. Pero déjame decirte que debes pasar al tiempo de la alegría, del gozo, de la felicidad, pues la verdad ha entrado en tu vida y tu vida nunca más será igual. Yo quiero que aceptes al Señor Jesús como tu Señor y Salvador de tu vida, y quiero que lo hagas pues esa es la única manera para que tú y yo volvamos a estar juntos después de muertos allá arriba, en los cielos.

Tú sabes cuánto te amo y yo sé cuánto me amas y descubrir la verdad de Cristo Jesús ha renovado mi cariño por ti. Yo no quiero estar solo en el cielo, pues tal como cita la Biblia el Dr. Lutero: “No sé ustedes, pero Yo y mi casa serviremos a Jehová”. Dime que sí, abuelita, no te vas a arrepentir nunca, pues será la mejor decisión que puedas haber tomado jamás en toda tu vida.

Bueno abuela, quiero terminar, no sin antes confirmarte acerca de las cosas que me preguntas en tu carta, y si, tienes razón cuando hablas acerca de las cosas que han hecho los Anabaptistas, que en algún momento fueron seguidores de Lutero, pero que terminaron asumiendo esas posiciones extremistas cometiendo toda serie de vandalismos y actos muy reprochables. Pero quiero que consideres acerca del a persecución implacable de todos estos años de Carlos V y el Papa y de los inquisidores Dominicos que quieren arrestar al Doctor para llevarlo a la hoguera. Si no fuera por la protección que ha recibido de parte del Rey Federico III el Sabio, probablemente a esta hora estaría muerto. Así como el Rey, habemos varios ciudadanos, profesores, filósofos, monjes, médicos y obreros de varios gremios que hemos decido apoyar a Lutero y vamos a ir con Él a Turingia, al castillo de Wartburg, a acompañarlo en esta nueva jornada.

Me despido mi amada Abuela, pero te prometo escribir tan pronto llegue, para contarte los detalles del viaje. No dejes de asistir a la iglesia reformada que me has contado han abierto recientemente en tu ciudad. Medita en mi testimonio y en todo cuanto la nueva doctrina ha hecho por mi beneficio espiritual y en mi vida en general.

Recuerda que Jesús es el camino, la verdad y la vida, no demores en recibirlo en tu vida.

Tu nieto que te ama,
Lombardo.

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