Lumbrera


Lumbrera

La luz del Cordero
Lea: Apocalipsis 21:14-27
«La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.»Apocalipsis 21:23

Biblia en un año: Nehemías 7–9; Hechos 3

Durante innumerables generaciones, la gente ha dependido del sol y de la luna para iluminar el día y la noche. Ya sea para alumbrar nuestro camino o proveer la luz necesaria para que crezcan las semillas y los nutrientes necesarios para nuestro cuerpo, ambos son parte de la maravillosa provisión de Dios. El libro de Génesis relata que Dios hizo «la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche» (Génesis 1:16).

Pero, un día, Dios brindará una clase diferente de iluminación. Juan escribe sobre la eterna ciudad celestial: «La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera» (Apocalipsis 21:23). Es interesante observar que la palabra que aquí se traduce «lumbrera» lleva en sí la idea de una lámpara. En su estado glorificado, Cristo será la lámpara espiritual que ilumine aquel nuevo mundo lleno de gozo.

El Señor Jesucristo es «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29). También es la fuente de luz espiritual que hace que quienes lo siguen sean «la luz del mundo»(Mateo 5:14). 

Pero, en la eternidad, será la Lámpara que alumbre nuestro camino (Apocalipsis 21:23). ¡Qué emocionante será aquel día en que viviremos a la luz del Cordero! 

La Luz del mundo no sufre apagones. 

                                                 
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La religión pura


La religión pura

Los niños del mundo

Lea: Santiago 1:22–2:1
«La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones…»Santiago 1:27

Durante un viaje de servicio misionero, un grupo de estudiantes de secundaria visitó un orfanato, tras lo cual, uno de los alumnos estaba visiblemente perturbado. Le preguntamos la razón, y nos dijo que le traía a la mente su propia situación de diez años antes.
Este joven había vivido en un orfanato en otro país, y contó que recordaba que la gente iba a visitarlo a él y a sus amigos (tal como estos jóvenes lo hacían), y que después, se iban. Ocasionalmente, alguien volvía y adoptaba un niño. Pero cada vez que no lo llevaban a él, se preguntaba: ¿Qué tengo de malo?
Tras la visita de aquellos jóvenes al orfanato, y su posterior partida, sus viejos sentimientos regresaron a su mente. Entonces, sus compañeros oraron por él y agradecieron a Dios que, un día, una mujer (su nueva madre) apareció y lo escogió como hijo suyo. Fue la celebración de un acto de amor que le brindó esperanza a un muchachito.
En todo el mundo, hay niños que necesitan saber que Dios los ama (Mateo 18:4-5; Marcos 10:13-16; Santiago 1:27). Sin duda, no todos podemos adoptar o visitar a estos niños, y está claro que no se espera que lo hagamos. Pero sí hay algo que todos podemos hacer: sostener, animar, enseñar, orar. Cuando amamos a los niños del mundo, honramos a nuestro Padre que nos adoptó en su familia (Gálatas 4:4-7).
Cuanto más crece el amor de Cristo en nosotros, más fluye de nuestra vida. 
                                                 
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A salvo


A salvo

Estamos a salvo

Lea: 1 Pedro 1:3-5
«Dios […] nos hizo renacer para […] una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos…» 1 Pedro 1:3-4
Biblia en un año:
Esdras 6–8
Juan 21
El Depósito de Lingotes de los Estados Unidos en Fort Knox es una fortaleza que almacena 5.000 toneladas de lingotes de oro y otros artículos preciosos encomendados al cuidado del gobierno federal. Está protegido por una puerta de 22 toneladas y varios elementos de seguridad: alarmas, cámaras de video, campos minados, alambre de púas, cercas electrificadas, guardias armados y helicópteros. Por su nivel de seguridad, se considera uno de los lugares más seguros del mundo.
Por más seguro que sea ese sitio, hay otro lugar que lo supera, y está lleno de algo más precioso que el oro: el cielo contiene nuestro regalo de la vida eterna. El apóstol Pedro alienta a los creyentes en Cristo a alabar a Dios por tener «una esperanza viva», una expectativa confiable que crece y se fortalece a medida que aprendemos más de Jesús (1 Pedro 1:3). Y nuestra esperanza está basada en el Cristo resucitado. 
Su regalo de la vida eterna nunca se arruinará por el ataque de fuerzas hostiles. Jamás perderá su gloria ni su frescura, porque Dios la ha mantenido a salvo en el cielo y seguirá haciéndolo. No importa el daño que pueda sobrevenirnos en nuestra vida en la Tierra, ya que Dios protege nuestra alma. Nuestra herencia es segura.
Como una caja fuerte dentro de otra caja fuerte, Dios protege nuestra salvación, y estamos seguros.
El cielo es el lugar más seguro para tener una herencia. 
                                                 
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Por qué sufrimos?

« JESUCRISTO NO NOS SALVÓ PARA QUE TUVIÉRAMOS UNA VIDA DE LUJOS Y DISFRUTES MUNDANOS, SINO PARA PURIFICARNOS EN NUESTRA JORNADA TERRENAL Y ASÍ PODER HABITAR JUNTO AL ALTÍSIMO POR LA ETERNIDAD.


NUESTRA PURIFICACIÓN ESTÁ EN EL SUFRIMIENTO, EN LAS PRUEBAS DURAS, EL DOLOR, LA SOLEDAD, LA ENFERMEDAD MORTAL, LA CARENCIA, EL ABANDONO, EL RECHAZO; ES EN LAS ANGUSTIAS Y TRIBULACIONES MAS INTENSAS Y DOLOROSAS DONDE NUESTRA ALMA SE PURIFICA, NUESTRO CORAZÓN SE ALIVIANA Y NUESTRO ESPÍRITU SE REGOCIJA, EN ESPERA DEL DÍA DEL ENCUENTRO CON NUESTRO AMADO SALVADOR.»

Siervos del Dios del cielo y de la tierra


Siervos del Dios del cielo y de la tierra

Mantener la calma y seguir
(Jennifer Benson Schuldt)
Lea: Esdras 5:7-17
«… Nosotros somos siervos del Dios del cielo y de la tierra...» Esdras 5:11

Biblia en un año: Esdras 3–5; Juan 20

«Mantén la calma y llama a mamá», «mantén la calma y pon el agua a hervir», «mantén la calma y avanza a paso firme». Estos dichos se originaron en la frase «mantén la calma y sigue adelante», que apareció por primera vez en Gran Bretaña en 1939, al comenzar la Segunda Guerra Mundial. Los ofi
ciales británicos la imprimieron en carteles para quitar el pánico y el desánimo de la gente durante esa época.

Al volver a su tierra, tras un período de cautiverio, los israelitas tuvieron que vencer sus temores y la interferencia del enemigo cuando empezaron a reconstruir el templo (Esdras 3:3). Después de terminar los cimientos, sus enemigos «sobornaron además contra ellos a los consejeros para frustrar sus propósitos» (4:5). También escribieron cartas acusadoras a los funcionarios del gobierno, y consiguieron retrasar el proyecto (vv. 6, 24). A pesar de todo, el rey Darío finalmente promulgó un decreto que les permitió terminar el templo (6:12-14).

Cuando estamos comprometidos en la obra de Dios y enfrentamos dificultades, podemos seguir adelante con calma porque, como sucedía con los israelitas, «somos siervos del Dios del cielo y de la tierra» (5:11). Los obstáculos y las demoras tal vez nos desanimen, pero podemos descansar en la promesa de Jesús: «… edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella» (Mateo 16:18). 

Es el poder de Dios lo que nos capacita para su obra, no el nuestro.

El Espíritu de Dios nos da poder para testificar. 


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Tú escudriñas los corazones


Tú escudriñas los corazones

Un corazón honesto
Lea: Salmo 15
« Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada…» 1 Crónicas 29:17

Biblia en un año:
Esdras 1–2; Juan 19:23-42

El otro día, mientras estaba en un cementerio, pasé frente a un epitafio en una tumba, que decía: «J. Holgate: Un hombre honesto».
No sé nada de la vida de ese hombre, pero, como su lápida estaba inusualmente ornamentada, supongo que habrá sido rico. Sin embargo, al margen de lo que haya logrado durante su vida, se lo recuerda por una sola cosa: haber sido «un hombre honesto».
El filósofo griego Diógenes pasó toda su vida investigando sobre la honestidad, y finalmente, concluyó que era imposible encontrar una persona con esa cualidad. Los honestos son difíciles de encontrar en cualquier época, pero ese rasgo es uno de los más grandiosos. La honestidad no es la mejor política, sino la única, y la que distingue al hombre o la mujer que vive en la presencia de Dios. David escribe: «Señor, […] ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad…» (Salmo 15:1-2).
Me pregunto: ¿Soy digno de confianza y honorable en todos mis asuntos? ¿Mis palabras suenan verdaderas? ¿Hablo la verdad en amor, o falseo y tuerzo los hechos de vez en cuando o exagero para enfatizar algo? 
Si es así, debo dirigirme al Señor con toda confianza y pedirle que me perdone y que me dé un corazón honesto, para que la veracidad se convierta en una parte esencial de mi naturaleza. Aquel que comenzó la buena obra en mí es fiel, y la terminará.
Vive de tal modo que, cuando los demás piensen en la honestidad y la integridad, te recuerden de ti. 
                                                 
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Corona de espinas


Corona de espinas

Coronas de honra

Lea: Juan 19:1-8
«Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza…» Juan 19:2
Con una guardia durante las 24 horas del día, las Joyas de la Corona del Reino Unido están guardadas y protegidas en la Torre de Londres. Todos los años, millones de personas visitan la exposición y expresan su asombro ante esos ornamentados tesoros. Estas joyas simbolizan el poder del reino, y el prestigio y la posición social de quienes las llevan puestas.
Parte de ellas son las coronas en sí, que incluyen tres categorías: la corona de la coronación, que se lleva cuando el monarca asume el cargo; la corona del estado, que se usa para diversas funciones especiales; y la corona del consorte, que lleva el cónyuge del monarca. Cada una tiene un propósito diferente.
El Rey del cielo, quien es digno de la mayor corona y del máximo honor, llevó una muy distinta. Durante las horas de humillación y sufrimiento que Cristo experimentó antes de ser crucificado,«los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura» (Juan 19:2). 
Aquel día, la corona, que suele ser un símbolo de realeza y honor, se convirtió en una herramienta de burla y odio. No obstante, nuestro Salvador la llevó voluntariamente por nosotros, al cargar con nuestro pecado y vergüenza.
Aquel que merecía la mejor de todas las coronas, tomó la peor para beneficiarnos a nosotros.
Sin la cruz, no podría haber una corona.
                                                 
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DIOS Poderoso


DIOS Poderoso

Dios generoso

Lea: Efesios 3:14-21
«… [Dios] es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos…» Efesios 3:20
Hace varios años, cuando vivíamos en Chicago, una ciudad de Estados Unidos, disfrutamos de muchas cosas. Casi en el primer lugar de mi lista estaban unos restaurantes asombrosos que parecían tratar de superarse entre sí, no solo por la comida maravillosa, sino también en el tamaño de las porciones. En un restaurante italiano, mi esposa y yo pedíamos media porción de nuestra pasta favorita, ¡y todavía sobraba para llevar a casa y comer al día siguiente! Las porciones abundantes nos hacían sentir como si estuviéramos en la casa de la abuela, cuando ella derramaba su amor dándonos de comer.
También siento abundancia de amor cuando leo que mi Padre celestial nos ha inundado de las riquezas de su gracia (Efesios 1:7-8) y que puede hacer todo «mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos» (3:20). Estoy tan agradecido de que nuestro Dios no sea tacaño ni que entregue sus bendiciones en pequeñas porciones ni a regañadientes. El Señor es quien derrama perdón para el pródigo (Lucas 15) y el que diariamente nos corona «de favores y misericordias» (Salmo 103:4).
A veces, pensamos que Dios no nos ha provisto como deseábamos, pero ha hecho lo más importante: perdonar nuestros pecados y garantizarnos el cielo. ¡Ya ha sido abundantemente dadivoso! Así que, hoy, regocijémonos en nuestro Señor generoso.
¡Alaba a Dios, de quien fluye toda bendición!
                                                 
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Como el Águila


Como el Águila

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(Julie Ackerman Link)

Lea: Deuteronomio 32:7-12
«Así como el águila revolotea […] y anima a sus polluelos a volar, […] el Señor [lo] guio [a Jacob]… » Deuteronomio 32:11-12 (RVC)

Biblia en un año: 
2 Crónicas 23–24; Juan 15

Durante tres meses, tuve un asiento en primera fila, o debería decir una vista de pájaro, de la obra asombrosa de Dios. En el Jardín Botánico Norfolk, a 27 metros del suelo, instalaron una videocámara que enfocaba el nido de una familia de águilas calvas, que permitía que los espectadores miraran por Internet.

Cuando se rompieron los cascarones, la mamá y el papá águilas atendían con cuidado a sus crías, y se turnaban para ir a buscar comida y proteger el nido. Pero un día, cuando los aguiluchos todavía parecían pompones peludos con picos, ambos padres desaparecieron. Me preocupó pensar que algo podía dañar a los pequeños.
Sin embargo, mi preocupación era infundada, ya que el operador de la cámara amplió el cuadro, y allí estaba la mamá águila posada en una rama cercana.

Mientras reflexionaba en esta «ampliación» del cuadro, pensé en ocasiones cuando temí que Dios me hubiera abandonado. La perspectiva de aquellas aves en las alturas de un bosque me recordó que mi visión es limitada. Solamente veo una pequeña parte de la escena completa.

Moisés utilizó la imagen del águila para describir a Dios. Como las águilas llevan a sus crías, el Señor lleva en brazos a su pueblo (Deuteronomio 32:11-12). Aunque parezca lo contrario, el Señor «ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros» (Hechos 17:27).

Esto es cierto aun cuando nos sintamos abandonados. Ya que el Señor nos cuida, no debemos temer ningún peligro.

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