📖🖊 Última Llamada
Estudio Bíblico para hoy, Lunes 15 Agosto, 2022. No.1202
Por: CF Jara.
Leer: Salmos 84-86
«Por eso pues, ahora, […] convertíos a mí con todo vuestro corazón.» (Joel 2:12)
LAS TRAGEDIAS DE LA VIDA
En 1717, una tormenta devastadora azotó durante días el norte de Europa, provocando grandes inundaciones y la muerte de miles de personas. La historia registra una respuesta interesante pero usual para esa época. Las autoridades de la ciudad holandesa de Groningen convocaron a todo el pueblo a un «día de oración» como respuesta a la catástrofe. Un historiador escribió que cientos de ciudadanos se reunieron en las iglesias a «escuchar mensajes bíblicos, adorar a Dios, cantar salmos y orar durante horas.»
Trescientos años más tarde, en Octubre de 2019, durante la conferencia “201” en la ciudad suiza de Davos, los expositores anunciaron la posibilidad de que el mundo sufriera una pandemia que mataría entre 65 y 100 millones de personas. El mundo no conoció de esta “profecía” porque ningún gobierno ni cadena de noticias, a pesar de que lo sabían, lo anunciaron. Y cinco meses después, dicho “augurio” se hacía realidad.
El 11 de marzo del 2020, miembros de los organismos de salud mundiales decretaron el confinamiento de la humanidad debido a la pan-demia provocada por un virus “desconocido” al cual llamaron “Co-vid-19.” Dicho confinamiento incluía la prohibición de reuniones masivas y ordenaron el cierre de templos y centros de adoración cristianos.
Entonces, la humanidad atravesó por los dos años más terribles de los últimos 70 años. Pero millones de hombres y mujeres alrededor del mundo, doblaron sus rodillas en sus casas y alabaron el santo nombre de Dios por meses y suplicaron por Su misericordia. Y el Señor escuchó, detuvo la mortandad.
La Biblia nos relata el caso del profeta Joel (700 a.C.) quien describe una catástrofe abrumadora que enfrentó el pueblo de Judá y que también los llevó a orar. Un enorme enjambre de langostas había cubierto la tierra y «asoló [su] vid, y descortezó [su] higuera.» (Joel 1:7). Y tal como en los casos anteriores, Dios respondió.
SI MI PUEBLO SE HUMILLARE
A pesar de que el número total de tristemente fallecidos por la pan-demia no superó los 11 millones en todo el mundo (suponiendo que las estadísticas estén correctas) Dios no permitió que aquella agorera cifra monstruosa de 100 millones de fallecidos se cumpliera.
El Señor escuchó las oraciones de Sus santos y metió Su mano poderosa para tumbar el plan del enemigo por los suelos, porque por encima de todo, y gústele a quien le guste, el poder de la vida y de la muerte no está en ninguna plaga por más asesina que sea, ni en la mano de ningún científico por más hacedor de maldad que sea, sino sólo en la mano portentosa del Señor Creador de todas las cosas. La gente se muere el día marcado por Dios, ni un segundo antes, ni un segundo después.
Pero también es cierto que directa e indirectamente, tanto el pueblo de Holanda, como el de Judá y la humanidad, han experimentado a través de los siglos muchas catástrofes por causa de su propio pecado y perversión (Génesis 3:17-19; Romanos 8:20-22). Por ello es que, cuando las calamidades, pandemias, hambrunas, guerras, etc., azotan la tierra, la humanidad presurosamente se arrodilla para buscar y clamar en oración la misericordia de Dios (Joel 1:19). Y Dios responde, y ayuda, y detiene a la muerte. Pero poco tiempo después, los pecadores vuelven a sus chancheras.
Por ello amados hermanos y hermanas, el llamado de hoy es que, cuando la prueba, dificultad, catástrofe, hambre, pobreza, desempleo, soledad, enfermedad, etc., golpeen nuestras vidas, corramos con angustia a los pies del Señor, pero también con verdadero arrepentimiento y con la firme convicción de no volver a la vida de pecado.
El Señor es «clemente y grande en misericordia» (Salmo 103:8). Êl nos acerca a Su lado, nos seca las lágrimas, nos llena del consuelo y la paz que necesitamos (v. 13). Pero no podemos pensar que luego de la crisis, podemos volver a la vida de depravación y quedar impunes, sin que alguna de las leyes de Dios nos caiga encima, y ahí sí, a buscar quien te ayude.
CONVERTIRSE A CRISTO DE TODO CORAZÓN
El profeta Joel transcribe el llamado de Dios a la humanidad cuando ésta enfrenta las tribulaciones de la vida y se humilla en medio de los tiempos difíciles. El Señor Dios Todopoderoso te dice hoy, «Por eso pues, ahora, convertíos a mí con todo vuestro corazón.» (2:12). Para ello vino Jesucristo a la tierra, para ser el nexo, la vía, el puente con Dios. Cuando entregamos nuestra vida a Jesûs, tenemos acceso directo al Padre y Su Espíritu Santo nos ayudará en la transformación espiritual y mental que necesitamos para alejarnos de la vida de vicios, pecados, maldades y transgresiones (Romanos 12:2).
Y como si esto fuera poco, no solamente que Dios nos guardará en las tempestades, sino que Jesucristo peleará nuestras batallas y nos dará la victoria sobre cada una de ellas. Pero es menester que le entregues tu vida y tu alma de todo corazón para que después de esta jornada en la tierra, tengas acceso a la vida eterna, allá, en la ciudad santa de calles de oro y mar de cristal, donde no habrá más dolor, ni enfermedad, ni muerte.
Jesucristo es la única vía, la única fe, la única alternativa para vivir en el cielo por siempre. Si no lo tienes en tu corazón, búscalo hoy mismo, porque si no, tu alma vivirá por la eternidad, pero en medio de las más terribles tempestades, dolores y suplicios.
Μαρανάθα, Ιησούς έρχεται σύντομα
Maranatha, sí Señor Jesús, ven pronto, no tardes.
ORACIÓN
«Amado Padre celestial, gracias por Tu amor infinito por nosotros. Y gracias por la vida eterna que ofreces a toda la humanidad. Y aunque es condicional, pues necesitamos haber entregado nuestro corazón a Jesûs, no hay ni habrá sobre la tierra más hermosa, poderosa y gratificante condición. Te pido, Señor, que bendigas a cada lector de este mensaje, donde quiera que se encuentre y que le sea de edificación, para que entregue su vida a Jesûs. Te lo ruego humildemente en el nombre bendito de Tu Hijo amado Yeshûa HaMashiaj, amén y amén.»
התהילה היא רק של ישוע המשיח
La gloria es solo de Cristo Jesûs.
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