Nuestro Pan Diario
“El verdadero amor”
(Por CF Jara)
Leer: 1 Juan
«En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.» 1 Juan 4:10
La Biblia en un año: Romanos 14
Una de mis historias bíblicas favoritas es aquella que sucedió cuando Pedro junto con Juan y otros discípulos se encontraban pescando en el Lago de Galilea, días después de la muerte en la cruz del divino Maestro. Amanecía ya y ellos, desazonados pues no habían pescado nada en toda la noche, se habían quedado dormidos mientras Pedro recogía la red por enésima vez sin un solo pez. En eso, Pedro escuchó la voz de alguien que le gritaba desde la orilla: «tira la red a la derecha, a la derecha» Y como todavía no había clareado del todo, solo alcanzó a ver una figura borrosa de un hombre que caminaba por la orilla. Entonces Pedro pensó: “ese hombre está loco, que tire la red a la derecha……”
Los otros discípulos habían escuchado también la voz, incorporándose y junto con Pedro, tiraron la red a la derecha, y esta regresó repleta de peces. Entonces Juan le dijo: «Pedro, es el Señor», y no esperó nada y se tiró al agua, nadando prontamente a la orilla, seguido por los otros discípulos, mientras el corazón de Pedro empezó a saltar de gozo y la emoción le brotaba a raudales por sus ojos. Sin embargo, se quedó en la barca, paralizado por una duda terrible: “¿Será que el Maestro me va a demandar por haberlo traicionado, por no haber hecho nada para salvarlo de aquel suplicio y muerte? Más Pedro se colocó sus ropas y se tiró al agua, nadando al encuentro con el divino Mesías.
¿Qué fue lo que motivó poderosamente a Pedro para vencer las acusaciones que se levantaron en su contra en ese momento y que pudieron alejarlo de Jesús para siempre? Pues el grande amor que Jesús le había prodigado desde que lo llamó, lo amó primero, lo aceptó tal y cual era, y durante los 3 años nunca lo desechó. Todo eso hizo que Pedro recordara el amor que sentía por el divino Rabino, amor que había surgido y crecido como respuesta a lo que Jesús había sembrado en el corazón de Su discípulo.
Y nosotros, ¿cuántas veces en nuestro caminar le fallamos a Dios al igual que Pedro? La respuesta es: en incontables ocasiones, todos los días, a cada minuto. Mas al igual que a Pedro, Dios nos amó primero, incondicionalmente y con un amor que es imposible de explicarse según el entendimiento humano. Esa es la parte vital que debemos recordar cuando el Espíritu Santo nos redarguye hacia un tiempo de arrepentimiento y reconciliación, que Dios nos ama infinitamente y que podemos acercarnos a Él sabedores de que Él nos perdonará, nos restaurará y nos pondrá de nuevo en lo alto.
YHWH, gracias por tu inmenso, eterno y sublime amor. Gracias por haber dado a tu Hijo para que muriese por nuestros pecados. Ayúdanos Señor a recordar que Tú nos amaste primero y que por ello, ahora podemos vivir con la esperanza de la vida eterna.
La gloria es de Cristo Jesús, por siempre y para siempre.
Encuentre más lecturas edificantes en Nuestro Pan Diario
Ministerios Cristianos Mundiales “Îshu-nejar”
http://www.ministeriosishunejar.com
“El verdadero amor”
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«En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.» 1 Juan 4:10
La Biblia en un año: Romanos 14
Una de mis historias bíblicas favoritas es aquella que sucedió cuando Pedro junto con Juan y otros discípulos se encontraban pescando en el Lago de Galilea, días después de la muerte en la cruz del divino Maestro. Amanecía ya y ellos, desazonados pues no habían pescado nada en toda la noche, se habían quedado dormidos mientras Pedro recogía la red por enésima vez sin un solo pez. En eso, Pedro escuchó la voz de alguien que le gritaba desde la orilla: «tira la red a la derecha, a la derecha» Y como todavía no había clareado del todo, solo alcanzó a ver una figura borrosa de un hombre que caminaba por la orilla. Entonces Pedro pensó: “ese hombre está loco, que tire la red a la derecha……”
Los otros discípulos habían escuchado también la voz, incorporándose y junto con Pedro, tiraron la red a la derecha, y esta regresó repleta de peces. Entonces Juan le dijo: «Pedro, es el Señor», y no esperó nada y se tiró al agua, nadando prontamente a la orilla, seguido por los otros discípulos, mientras el corazón de Pedro empezó a saltar de gozo y la emoción le brotaba a raudales por sus ojos. Sin embargo, se quedó en la barca, paralizado por una duda terrible: “¿Será que el Maestro me va a demandar por haberlo traicionado, por no haber hecho nada para salvarlo de aquel suplicio y muerte? Más Pedro se colocó sus ropas y se tiró al agua, nadando al encuentro con el divino Mesías.
¿Qué fue lo que motivó poderosamente a Pedro para vencer las acusaciones que se levantaron en su contra en ese momento y que pudieron alejarlo de Jesús para siempre? Pues el grande amor que Jesús le había prodigado desde que lo llamó, lo amó primero, lo aceptó tal y cual era, y durante los 3 años nunca lo desechó. Todo eso hizo que Pedro recordara el amor que sentía por el divino Rabino, amor que había surgido y crecido como respuesta a lo que Jesús había sembrado en el corazón de Su discípulo.
Y nosotros, ¿cuántas veces en nuestro caminar le fallamos a Dios al igual que Pedro? La respuesta es: en incontables ocasiones, todos los días, a cada minuto. Mas al igual que a Pedro, Dios nos amó primero, incondicionalmente y con un amor que es imposible de explicarse según el entendimiento humano. Esa es la parte vital que debemos recordar cuando el Espíritu Santo nos redarguye hacia un tiempo de arrepentimiento y reconciliación, que Dios nos ama infinitamente y que podemos acercarnos a Él sabedores de que Él nos perdonará, nos restaurará y nos pondrá de nuevo en lo alto.
YHWH, gracias por tu inmenso, eterno y sublime amor. Gracias por haber dado a tu Hijo para que muriese por nuestros pecados. Ayúdanos Señor a recordar que Tú nos amaste primero y que por ello, ahora podemos vivir con la esperanza de la vida eterna.
La gloria es de Cristo Jesús, por siempre y para siempre.
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