Estudiando tanto el calendario Hebreo como el Gregoriano o católico y de acuerdo a los eruditos bíblicos, Jesûs en realidad no nació en Diciembre sino en algún día de Marzo del año Hebreo 3762-3782. Alrededor del siglo IV de nuestra era y por el poder que los papas y el Vaticano habían alcanzado, el año del nacimiento de Jesûs se convirtió en el año “Cero” del nuevo tiempo, al cual se llamó “después de Cristo” o “d.C.”
El nuevo tiempo empezó con el nacimiento del Hijo de Dios en la tierra como hombre. Por lo tanto, y de nuevo, de acuerdo a los dos calendarios, Hebreo y católico, es correcto afirmar que Jesucristo partió la historia de la humanidad en el tiempo antes de Êl y en el tiempo después de Êl.
Otra razón que confirma que Jesûs no nació en Diciembre es que en este mes empieza el invierno en el medio oriente, generalmente nieva y las temperaturas bajan a menos cero por lo que exponer a un bebé en la intemperie en esas condiciones pondría en peligro su vida. En cambio, en Marzo, la primavera trae consigo una temperatura más agradable incluido en las noches.
Pero el antecedente más certero es que la famosa estrella de Belén descrita por Lucas fue, de acuerdo a datos de la NASA, no una estrella sino el cometa Haley que pasó sobre Israel durante el primer mes de aquel año según del calendario Hebreo y que corresponde a Marzo del calendario Gregoriano. Es importante aclarar que el cometa pasó dos años más tarde del año “cero.” Es decir, cuando los sabios llegaron con sus regalos, el niño Jesûs tenía ya dos años de edad y estaba próximo a ser llevado a Egipto por José y María, debido que Herodes iba a ordenar la matanza de todos los bebés menores de dos años luego de que se enterara por los sabios de Oriente de la profecía de Isaías acerca del nacimiento del Mesías de Israel en la ciudad de Belén.
Si bien es cierto que la Biblia no especifica fechas en la mayoría de los eventos, sin embargo, es fácil determinar los tiempos basados en la contrastación de esos eventos con las crónicas de los historiadores de cada época. Debido a esto, se puede afirmar con certeza que la celebración de la Navidad el 25 de Diciembre como el día del nacimiento de Jesús, no tiene ninguna base ni bíblica ni histórica.
La mayoría de las enciclopedias serias y especializadas muestran que la Navidad proviene de la celebración de una fiesta pagana del imperio romano que fue adoptada por el Vaticano en el siglo IV d.C. El papa ordenó que se celebrara el nacimiento de Jesús el mismo día que terminaban los ritos al dios persa “Mitra” relacionados con el nacimiento del sol. Aquella celebración es conocida como la “Saturnalia” o “saturnales,” una festividad pagana, idólatra y de hechicería, que adoraba al hexágono que se está en el polo norte del planeta Saturno, otro dios para los romanos.
Esta fiesta empezaba el 17 de Diciembre y terminaba el 25. La adoración a Saturno (Cronos, para los griegos) también tuvo su espacio en el judaísmo, y es de ahí de donde viene la celebración del Sábado o Sabbat, y se relaciona con la adoración babilónica al mismo planeta.
EL ÁRBOL NAVIDEÑO, PAPA NOEL, EL PESEBRE Y LOS REGALOS
Los pastores y predicadores Cristianos que denuncian la relación de la celebración navideña con cosas y ritos satánicos citan a las historias bíblicas del Antiguo Pacto que relatan las costumbres y tradiciones paganas tanto del pueblo de Israel como de otros, donde aquellos solían, para celebrar ciertos eventos, iluminar árboles con lámparas, velas, candelabros y varios objetos y luego practicaban orgías debajo de esos árboles. No es una historia sino varias, las que están disponibles para su investigación.
En cuanto a papá Noel, hay varias leyendas que hablan acerca del acomodado obispo católico de origen griego, Nicolás de Bari, quien solía hacer regalos a la gente pobre especialmente niños. Esta historia transcurre en el siglo IV, al mismo tiempo de la orden del papa acerca de celebrar el nacimiento de Jesûs en la fiesta pagana en honor a Mitra. Lo importante del tema es que al final de dicha celebración, los adultos solían dar regalos a sus hijos.
El pesebre, el musgo, las imágenes talladas o esculpidas de los personajes relacionados con el evento, incluido Jesûs niño, sus padres, los sabios, los animales de establo, etc., son adiciones que se fueron haciendo con el pasar del tiempo. Sin embargo de que estas adiciones fueron naciendo en la tradición popular, algunas de ellas han degenerado en idolatría y paganismo. Por ejemplo, en Hispanoamérica, la gente adora a las estatuillas del “divino niño” ante el cual se arrodillan, le rinden pleitesía y su fanatismo les hace creer que la estatuilla es el “niño milagroso” que incluso camina cuando todos duermen en la casa.
En cuanto a la entrega de regalos, presentes, obsequios, etc., tal como se lee más arriba y según los registros históricos, esta costumbre se practicaba también en las Saturnalias, hace más de mil seiscientos años.
EL CRISTIANISMO Y LA NAVIDAD
Es una verdad lamentable y del tamaño del universo, el hecho de que la iglesia no entró al mundo como Jesûs nos mandó a hacer, sino al revés. En lugar de que la iglesia estuviera actualmente influenciando todo lo que sucede en el mundo, éste ha ganado la batalla, ha penetrado hasta el mismo fondo de la Cristiandad. Hoy en día observamos atónitos, como los shows mediáticos al puro estilo Hollywoodense se despliegan sobre los altares de los templos, con cantores y danzores que ni siquiera oran, peor ayunan antes de cada culto, profanando el espacio donde reina el Espíritu Santo.
Y claro, en tiempos de Navidad, los árboles navideños, las luces, velas, las figuras relacionadas, etc., son parte de la decoración de los altares sin que a nadie le mueva siquiera a orar por el asunto. Y en cuanto a las predicas y enseñanzas, no hay una doctrina unificada al respecto y en la misma denominación, unos pastores hacen unas cosas que otros no las aceptan. Lo mismo sucede con los creyentes, dentro de la misma iglesia, la polémica es frecuente pues unos están a favor y otros en contra.
Jesûs les dijo a Sus discípulos que “a pesar de que ustedes están en el mundo, no son del mundo.” El Cristianismo ha podido evitar involucrarse en la mayoría de las costumbres y tradiciones de la humanidad, pero en otras, como la Navidad, los conejos pone-huevos de la Pascua, San Valentín, etc., no ha podido cerrar filas en contra de la apostasía. Sin embargo, si analizamos objetivamente el tema sin fanatismo ni extremismo, ¿podemos todavía los cristianos desconectarnos del mundo y de las cosas del mundo, que están tan arraigadas en la iglesia Cristiana, como la Navidad?
Para contestar esta pregunta reflexionemos en lo que Jesûs haría al respecto. Y leyendo y conociendo Su vida y obras encontramos la maravillosa verdad de que Jesûs no vino a condenar nada ni a nadie sino a enseñarnos a que todas las cosas que hagamos, lo hagamos con amor a DIOS y a los hombres. Cuando el amor está envuelto en todo lo que hacemos, entonces toda maldad es vencida, porque el amor cubre multitud de fallas, errores, pecados, malos entendidos, ignorancia, etc.
QUÉ PODEMOS HACER
La Biblia declara que TODOS los nombres y TODAS las cosas están sometidas debajo del nombre de Jesûs: las que están en los cielos, en la tierra, debajo de la tierra, en los mares, debajo de los mares; las que se mueven y las inanimadas; las que se ven y las que no se ven; las que habitan en el mundo material como en el mundo espiritual. Basados en esta poderosa ley espiritual, podemos entonces convivir con celebraciones como la Navidad recordando y teniendo en cuenta siempre sus orígenes y sus objetivos para luego poner todo lo que hagamos debajo del nombre de Jesûs, al pie de la cruz, de tal forma que estemos conscientes de que cualquier cosa que hagamos lo hacemos como para el Señor, para darle toda la gloria a Su bendito Nombre.
Por ejemplo, si ponemos el árbol, las luces, el pesebre, y todo lo demás, debemos hacerlo dedicando TODO al Señor, declarando que Su sangre bendita cubre todos los objetos, y que nuestro propósito para celebrar la Navidad es recordar el regalo sublime, excelso, eterno, que Dios Padre hizo a la humanidad, cuando entregó a Su Hijo amado para que muriese en nuestro lugar por causa de nuestras transgresiones. Todos estuvimos condenados a morir, más Jesucristo revirtió esa condena con Su sacrificio sin par. Y cuando demos un regalo, un presente, recordemos lo que hizo nuestro Salvador quien se dió a la muerte más vil en una cruz para que pudiésemos tener acceso a la vida eterna. Recordemos Sus enseñanzas que nos mandan a compartir TODO lo que tenemos con las viudas, los huérfanos, los ancianos, los pobres y desposeídos.
Si mantenemos la celebración de la Navidad sometida debajo del nombre de Jesûs y de todo lo que nuestro Rey y Señor representa, entonces habremos vencido al mundo, y el reino de Dios se habrá acercado a todos aquellos que no conocen el mensaje de amor y perdón de Jesûs. Y el nombre de DIOS será exaltado en todos los rincones de la tierra, por los siglos de los siglos, amén.