Querido hermano, ¿ha oído la frase "todo tiempo pasado fue mejor"? Estoy seguro que sí. Y si comparamos los tiempos de antes con los actuales, parecería que esta afirmación es una verdad absoluta. En la parte individual, recordamos cosas como la música que acompañó nuestra juventud, el primer amor, la moda, los amigos, la vida del colegio, los paseos, las aventuras, las novias, los novios, etc., etc.
En cuanto a la parte social, uno de los tópicos que se extraña del ayer es la tranquilidad de la vida en comunidad. Treinta o cuarenta años atrás podíamos caminar hasta altas horas de la noche; los niños iban y venían solos de sus escuelas y colegios; las casas no tenían muros alrededor y si había, eran bajos; y hasta los veranos eran veranos y los inviernos, inviernos.
Los hombres eran hombres, las mujeres, mujeres; los matrimonios se celebraban entre un hombre y una mujer; los hogares eran formados por papá, mamá e hijos; los hijos respetaban a sus padres y la mujer respetaba a su esposo. Los políticos y presidentes trabajaban por el bien de la población, no había enfermedades catastróficas ni se veían a personas drogadas petrificadas por la droga en las calles. Se respetaba a la policía y la policía respetaba a la población. Los periódicos no mentían y los abuelos y ancianos eran amados y respetados y la gente iba a la iglesia que quería sin que nadie le cuestionara su fe, entre tantas y tantas cosas.
Pero la idiosincracia del hombre es que cuando somos jóvenes queremos crecer rápido para ser adultos. Y, cuando ya lo somos, anhelamos el pasado queriendo volver a ser jóvenes.
LA "TRISTE" REALIDAD ACTUAL
La frase "todo tiempo pasado fue mejor" suena bonito, sin embargo, termina creando en nosotros una nostalgia que en un punto se vuelve negativa en nuestra vida porque empezamos a añorar muchas cosas del pasado. Todos aquellos recuerdos se desvanecen como el humo cuando nos miramos a un espejo y notamos las nuevas arrugas y canas, el avance de la calvicie, el sobrepeso, las enfermedades, etc.
Además, parecería que la vida solitaria gana terreno cada día. La psicología sostiene que, si una persona vive "ensimismada" en el pasado, desarrolla un pensamiento de amargura resultante de la negativa a aceptar que esa realidad no existe más. Y en la parte espiritual, las persona que añora el pasado se priva de disfrutar las bendiciones que Dios pone cada día en su vida, por lo que, aparte de amargada, se vuelve malagradecida.
En cuanto a la realidad social, las personas hoy en día corren el peligro en muchas ciudades del mundo de ser asaltados o asesinados; los niños no pueden andar solos porque los depravados y criminales pululan por todas partes. Las casas necesitan de altos muros coronados con alambres electrificados, puertas y ventanas cubiertas de hierro, cámaras en todas las esquinas, alarmas internas y externas, guardias de seguridad, perros entrenados y hasta armas de corto o largo alcance. Todo para defender no solo la vida sino la propiedad de los ocupantes.
Esto en los barrios de los "pudientes." Mas en los barrios populares y en los arrabales, la situación es aún más crítica. Allí, el desempleo provoca el vicio, éste la maldad, y ésta el declive social que se ha multiplicado a grados nunca antes vistos. Al final del día, la gente pobre y los desempleados, al igual que los pudientes, tienen hambre. Los unos podrán saciarse, mientras que los otros buscarán sobrevivir de alguna manera, aunque sea ilegal o injusta, pues el hambre no discrimina. Entonces la violencia social aumenta por todas partes, el miedo se apodera de la sociedad y todos se vuelven enemigos de todos. Parecería que el plan de Satanás ha triunfado.
LAS BENDICIONES POR SER OBEDIENTES
Moisés vivió hasta los 120 años y quizá analizando su vida podamos comprender la nuestra. Durante su juventud y hasta los 40 años de edad, vivió en la comodidad y los lujos del palacio del Faraón. Por un incidente que parecería desafortunado, tuvo que huir y refugiarse a vivir en el desierto con solo un rebaño de ovejas y chivos como sus únicos amigos y compañeros de soledad por los próximos 40 años. Entonces, un nuevo incidente, todavía más desafortunado que los anteriores, le volvió a cambiar la vida.
Esta vez, DIOS en persona le entregaba una misión monumental: sacar al pueblo de Israel de Egipto. Me imagino el día en que Moisés se levantó para empezar la misión. Él sabía que tenía 80 años, que su cabello estaba canoso, sentía su cuerpo adolorido por los achaques, y para rematar, sabía que era !!!...tartamudo!!! Sin embargo, Moisés fue testigo de muchas maravillas que hizo Dios a su favor a lo largo de otros largos cuarenta años hasta su muerte. El Señor pagó con creces el sacrificio del "anciano" Moisés cuando bajó Êl mismo de los cielos para llevarse el cuerpo inerte de Su siervo a la eternidad.
Moisés obedeció a Dios y a pesar de sus 80 años fue y confrontó a Faraón. Y por ello fue testigo de cómo el Señor liberó a Su pueblo de la esclavitud (Éxodo 3–13). Moisés presenció en primera fila cómo el imponente Mar Rojo se partió en dos para que los Hebreos pasaran por allí, y luego de que todos habían cruzado, vió cómo el mar se cerró de nuevo y se llevó para siempre al poderoso ejército egipcio. El anciano Moisés vio cuando el maná descendió del cielo, a él no le contaron ni lo leyó en las Sagradas Escrituras. Y como si todo esto fuera poco, Dios habló con Moisés «cara a cara» y Moisés vio el rostro del Señor (14:21; 16:4; 33:11).
EN EL HUECO DE SU MANO
Ahora, ningún pasaje bíblico relata que Moisés añoraba su vida de juventud o la tranquilidad de la vida en el desierto, sino que vivió su ancianidad expectante, mirando cada día al futuro para ver cómo haría Dios para liberar a Su pueblo (Hebreos 11:24-27). Cuarenta años más tarde, Israel había llegado a los umbrales de la tierra prometida y Moisés había cumplido 120 años. En lugar de sentirse cansado o derrotado, el profeta entendía que su vida con Dios estaba solo empezando y que nunca dejaría de ver la grandeza y el amor del Señor.
Dios ayudó a Moisés en todos sus días y le proveyó de todo lo que necesitó. El Señor guardó a Moisés de todo peligro toda su vida, desde su nacimiento, cuando hizo que lo rescataran del río Nilo; en su juventud, cuando no dejó que cayera preso de los egipcios; en su adultez, cuando vivió solitario en la hostilidad del desierto; y en su ancianidad, cuando sufrió la ingratitud e incomprensión de aquellos a quienes había liberado. Dios guardó al profeta en el hueco de Su mano desde su nacimiento y durante los 120 años de vida hasta que dió su último suspiro.
Moisés escribió que «al margen de nuestra edad, el eterno Dios es nuestro refugio, y acá abajo los brazos eternos.» (Deuteronomio 33:27) No importa la edad, las circunstancias de nuestra vida presente o pasada, lo importante es que Dios tiene guardado nuestro futuro en el hueco de Su mano santa.
Si en nuestra adultez y ancianidad caminamos en obediencia sirviendo a Dios, el Señor nos dará fielmente Su gozo cada día. No importará cuán bella y feliz fue nuestra vida de juventud, ni cuántos triunfos profesionales logramos, pero tampoco el dolor, sufrimiento, soledad, tragedias o fracasos. Cuando caminamos en obediencia con Dios ¡lo mejor está por venir! porque lo mejor no está en esta vida sino en la vida eterna que Jesucristo ha preparado para Sus hijos. !Aleluya!
Dios le bendiga.
Μαρανάθα, Ιησούς έρχεται σύντομα
Maranatha, sí Señor Jesús, ven pronto