📖🖊 Estudio Bíblico para hoy, Lunes 24 de Mayo, 2021, No 1148
“El Espíritu Santo, Parte 2: La Trinidad”
Por: Dr. CF Jara.
Leer: Hechos 10
«Ahora bien, el que nos confirma con vosotros en Cristo y {el que} nos ungió, es Dios, quien también nos selló y {nos} dio el Espíritu en nuestro corazón como garantía.» (2 Corintios 1:21-22)
El Espíritu Santo es uno de los temas “tabú” que la iglesia contemporánea Jesucristiana ha mantenido bajo el “velo de lo intocable” junto con otros temas “prohibidos” como el Libro de Apocalipsis, la Sanidad interior o Liberación y la crucifixión, muerte y resurrección de Jesús, un tema casi exclusivo de la Semana Santa.
PARTE 2
LOS TRES ESTADOS, UNA SENCILLA EXPLICACIÓN
Elías, el cuñado menor de Miguelina, tenía 23 años; había entregado su vida al Señor unos años antes y tenía un profundo amor por Jesús. Pero los vicios de la vida anterior lo martirizaban, y de vez en cuando tenía sus recaídas, aunque como él mismo decía: “con Cristo soy más que vencedor”.
Elías se incorporó al filo de la hamaca donde estaba acostado; es que los jalapeños le quedaban un poco lejos y no quiso pedir ayuda; de todas maneras fue como si ya él necesitaba cambiar de posición corporal; y sentado haciendo equilibrio al borde de aquella hamaca de yute y fibra, se acomodó como alineándose para el festín. Sus ojos estaban fijos en el guacamole, los jalapeños y las tortillas “soft” además de la bandeja de carne de borrego, condimentada con especies que impregnaron el ambiente de sabrosos y provocadores olores, de un brillante color tostado que invitaba a “meterle el diente”.
Mientras Elías preparaba el taco a su gusto, yo meditaba extasiado aquella interpretación que acababa de oír, la visión que, según él, se la dio el Señor. Mi cerebro trabajaba, a gran velocidad, tratando de poner aquellas piezas fabulosas en su lugar. Me parecía grandiosa esa explicación tan sencilla, tan elemental, pero a la misma vez tan poderosa.
“Mira César, -comenzó Elías-, Dios me dijo que para interpretar a Su Trinidad solo había que poner los ojos en el agua, una de Sus infinitas creaciones, y recordar que se presenta en la naturaleza en tres estados: líquido, osea el agua corriente; sólido, osea el hielo y gaseoso, osea el vapor de aire. Si tienes en un vaso agua corriente y pones un cubo de hielo, pronto se habrá desleído y se habrá hecho agua; si toda esa agua metes en un congelador, toda el agua corriente original más el agua que provino del hielo, ya será una, pues tienen la misma naturaleza y se congelarán uniformemente, sin poder nosotros ni con un microscopio, distinguir aquellos átomos de hidrógeno que pertenecían a la parte líquida de aquellos que vinieron del cubo, pues se fundieron y son ahora una sola esencia.
Por otro lado, si a ese mismo vaso lo ponemos al calor a hervir, cuando el agua alcance el punto de ebullición, su condición de sólido-líquido cambiará y se volverá vapor de agua, que se mezclará con el aire y nos será imposible seguir la pista de aquellos átomos. Entonces el ciclo continuará cuando ese vapor se junte con más vapor, se eleven por los aires, formen las nubes, venga la lluvia en forma de agua líquida, llene los ríos que la conducirán a las plantas de tratamiento de agua y finalmente llegará al mismo grifo que llenará nuevamente el vaso de prueba.
Finalmente, en el agua líquida el hielo se derrite, y el agua con el vapor no se pueden juntar, pues el vapor es el resultado del calentamiento del agua y en lugar de compactarse se aleja. Pero cuando el vapor se enfría en un pedazo de hielo, enseguida se condensa y vuelve a su estado anterior, que era agua líquida. Mientras el hielo se derrite en agua líquida, también la puede llegar a contener, de ahí es que podemos ver en cubos de hielo, burbujas de aire, así como agua líquida en su mismo centro. Poderoso, ¿verdad?”
QUIEN ES QUIEN
“Pues vaya que si” atiné a responder. Pero tengo una pregunta. “Adelante…” me respondió, con tanta seguridad que casi me turba. Estoy de acuerdo con el proceso del agua, pues lo estudié en la universidad, pero que tiene que ver con la Trinidad, ¿dónde…? Elías no me dejó terminar la pregunta, alcanzó una servilleta, y mientras saboreaba el resto del bocado, alzó el jarro de horchata y se lo bebió casi todo. Se limpió la boca, retiró el plato de delante suyo, hizo una pequeña pelota con la servilleta, y gesticulando como si fuera un basquetbolista, se semi incorporó de su asiento y lanzó la servilleta a modo de pelota a un tarro oxidado de galletas que estaba junto a la puerta del tráiler.
El gran número de muchachos que jugaban previamente, se habían sentado en diferentes sitios; cada cual sostenía con una mano el plato mientras con la otra le daban forma al taco a medida que lo iban mordiendo; y mientras comían, seguían los juegos y las risas. El sol había bajado bastante y empezaba el ocaso, miré de reojo la hora, pensando en mi largo viaje de retorno, pero esa idea se me desvaneció rápidamente cuando Elías, ya acomodado de nuevo en la hamaca, empezó a hablar:
“Dios es el Todo, Él contiene al Hijo y a Su Espíritu Santo. Uno sin el otro, no existirían. El Hijo no puede contener al Padre ni al Espíritu Santo, pero es parte y origen de los dos. El Espíritu necesita del Padre para tener Su esencia y es el resultado del calor del Hijo. Una vez juntos no tienen diferencia, cada cual tiene una misión única, pero necesitan de los otros y son parte de los otros a la misma vez. El Padre es el sólido, el compacto, pero también es el hielo, el que perpetúa, el que juzga y define las leyes. El Hijo es el agua líquida, las corrientes de agua viva, el agua que da vida; derrite al Padre con Su sacrificio, envuelve al Padre mientras Su esencia dura. De Él mana el Espíritu Santo, que camina como el viento, que viene y va, lo envuelve todo, lo cubre todo, lo transforma todo; son diferentes, pero pueden estar los tres al mismo tiempo, porque primero es uno y después el otro y viceversa. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se juntan y vuelven a ser uno, tres diferentes en uno, así como el cubo de hielo, el agua corriente y el vapor se juntan y vuelven a ser uno, tres diferentes en uno.
Así mismo es el hombre, un ser tripartito, compuesto por el cuerpo, el alma y el espíritu. En este caso, el Padre, lo sólido, es el alma; el Hijo, el agua líquida, es el cuerpo y el Espíritu Santo, el vapor, el viento, es también el espíritu de vida de este ser tripartito. Y así podemos seguir, pues Dios nos dejó todas las respuestas en Su maravillosa creación. Fíjate, son tres dimensiones, ¿verdad?: El Padre, lo sólido, el alma, es lo alto; el Hijo, el agua viva, el cuerpo, es lo largo, lo terrenal; y el Espíritu Santo, el vapor, el viento, el espíritu, es lo profundo, lo tridimensional. Habitan y cohabitan, viven y conviven, juntos en la armonía celestial de la majestuosa perfección infinita, la morada del amor más puro, más sublime e inmedible.
ESPIRITU DE VIDA Y VERDAD: BENDITA SANACIÓN
Elías se encontraba balanceándose sobre la hamaca. Tenía la mirada fija en los naranjales que se extendían hacia el horizonte. Aquella tarde de Agosto del 2008 se sentía fresca y seca, increíblemente; una ligera brisa corría y movía graciosamente los cargados naranjos. Sostenía un jarro casi sin horchata, que no era precisamente su bebida preferida.
Sin dejar de mirar a la lejanía, seguía con su relato; tomando un sorbo, subió primero el gaznate y luego lo relajó; y asumiendo un aire de misterio, como si se tratara de un secreto importante revelado solo a él, me dijo acentuando la voz y al mismo tiempo apagándola como si estuviera dando el mensaje de que terminó su historia:
“Así mismo es, hermano, como el Señor me explicó lo de la Trinidad, para que yo lo entendiera mejor y para que otros también lo hicieran.” La conversación fue interrumpida de pronto por Miguelina, su cuñada, la dueña de aquel trailecito donde nos encontrábamos. Ella traía una bandeja llena de sabrosos taquitos al “pastor” y con diligencia me los ofreció: “César, come que ya mismo vienen los chamacos y te quedas sin nada.”
Un año antes nos habíamos conocido con Miguelina, una inmigrante Mexicana, en el viaje de la iglesia a Israel. Aquella tarde la estaba visitando, pues quería comprobar con mis propios ojos el milagro de sanación de la elefantiasis que ella tenía en su pierna izquierda y que la había atormentado por catorce años. A un lado de Elías se encontraba el esposo de Miguelina, mientras una docena de niños jugaba y correteaba en medio de carcajadas, todos ellos rebosantes de felicidad infantil pero también de polvo.
La Familia Hernández vivía a las afueras de Apopka, un pueblo distante de Orlando, donde abundan los naranjos y por supuesto, las comunidades nómadas Mexicanas. Nos encontrábamos en el porche adaptado al costado del tráiler, con un techo de zinc cubriéndonos del sol. Yo estaba sentado en una silla de niño, un poco incómoda, frente a una mesita que también parecía ser parte del “set.” -Debe ser de los “chamacos”- pensaba yo. Pero lo apacible de aquella tarde, la vista de aquellos campos y la hospitalidad de Miguelina y su familia, anularon cualquier incomodidad.
Ahí estaba yo, dando un mordisco al taco, mientras sin querer, mi mirada se encontró con la pierna sana de Miguelina, la misma pierna que un año atrás, mientras tomaba fotos frente al valle del Armagedón, me impresionó tanto, que casi pierdo el autobús, y una vez adentro, por poco no fui enviado por mi pastor de ese entonces a disciplina por “alterar la paz del grupo”.
Pero ¿qué fue lo que pasó? Pues que mientras tomaba las fotos, el Espíritu Santo me hace desviar la cámara del valle para enfocarla en el grupo hasta que pude ver lo que el Señor quería que viera, a esta hermana, con una pierna sana y la otra como si tuviese una bota de yeso, de esas que ponen los doctores cuando la gente se rompe los huesos, solo que ésta no era de yeso, sino de carne y hueso, pero de grotesca apariencia, incluso con manchas y puntos infectados o inconados.
Debo decir que una fuerza extraña me llevó hasta Miguelina a preguntarle acerca de esa pierna. Ella, visiblemente incómoda, pues nos conocíamos solo de tres o cuatro días atrás, me comentó que eran alrededor de catorce años de visitar varios doctores en varios hospitales y ninguno pudo encontrar la causa para aquella inflamación que la había puesto al borde de una amputación. Incluso su pie y los dedos parecían como de un número 50, por lo que ella debía usar una sandalia especial. Dejamos de conversar porque alguien del grupo nos llamó a gritos dese el autobús que estaba ya en marcha. Corrimos para alcanzándolo, y cuando nos subimos, me dirigí para atrás donde estaba mi asiento. Al voltear y sentarme, pude ver a Miguelina que se había venido también para atrás y se sentó como a dos filas de donde yo me encontraba.
Otra vez la misma fuerza de momentos atrás, me hizo levantarme, acercarme a Miguelina. Entonces llamé a mi grupo en voz baja y les pedí que oraran en intercesión por ella, mientras yo la conducía por una oración de liberación. Resultó que ella tenía un resentimiento grande con su madre, pues la había tratado muy mal desde que era pequeña, con insultos y vejaciones de todo tipo a lo largo de sus cuarenta y cinco años. Mientras orábamos, Miguelina perdonó a su madre en medio de sollozos. Entonces el pastor se acercó, me llamó la atención y disolvió el grupo, pero la sanación había empezado.
Alrededor de un mes más tarde de nuestro regreso, recibí su llamada, donde me comentó entre risas y llanto de felicidad, que su pierna se había desinflamado hasta la normalidad y que incluso su matrimonio de veinticinco años estaba como nunca, lleno de paz y amor. Me rogó que la fuera a visitarla para atestiguar por mí mismo de aquel milagro. Por varias razones no pude ir sino hasta un año después. Y he aquí, que vive Jehová de los ejércitos, que la pierna estaba completamente sana, para la gloria de Su bendito nombre.
ORACIÓN
«Abba Padre, Dios santo y todopoderoso, grandes son Tus maravillas cada mañana porque grande eres Tû, oh Señor santo, santo, santo eres, creador de todo lo que existe en el universo. Señor, te pido que unjas este mensaje con tu bendición, que cumpla con Tu propósito en la vida de aquellos que lo reciban, que sientan la necesidad de abrirlo, de leerlo, de reflexionar en lo escrito para que sus almas sean edificadas y puedan ver el propósito para sus vidas, Padre amado, te lo ruego en el santo nombre de Tu Hijo amado Yeshûa HaMashiah, sabedores de que Tû harás conforme a Tu santa voluntad, amén y amén.»
Μαρανάθα, Ιησούς έρχεται σύντομα.
Maranatha, Jesûs viene pronto.
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