Esperaré


Esperaré

Nuestro Pan Diario
8 Octubre 2014
Lectura Diaria para hoy, Miércoles 8: "Esperar en Dios”
(C. P. Hia)
Lea: Salmo 62:1-8

«Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza.» Salmo 62:5

Biblia en un año: Isaías 30–31; Filipenses 4

Cha Sa-soon, una mujer coreana de 69 años, finalmente recibió su licencia de conducir, después de tratar de aprobar el examen escrito durante tres años. Quería obtenerla para poder llevar a sus nietos al zoológico.

Esta mujer fue constante en un mundo donde, por lo general, todo es urgente. Cuando queremos algo y no podemos conseguirlo, solemos quejarnos y exigir. Otras veces, abandonamos y nos enfocamos en otra cosa si lo que deseamos no puede satisfacerse de inmediato. ¡«Espera» es una palabra que no nos gusta escuchar! Sin embargo, la Biblia nos dice muchas veces que Dios desea que esperemos en Él hasta que llegue el momento apropiado para que algo suceda.

Esperar en Dios significa acudir con paciencia a Él para que supla nuestras necesidades. David entendió por qué tenía que esperar en el Señor. En primer lugar, su salvación provenía de Él (Salmo 62:1). Aprendió que nadie más podía librarlo. Su única esperanza estaba en Dios (v. 5), porque solamente Él escucha nuestras oraciones (v. 8).

A menudo, las oraciones son para pedirle al Señor que se apresure a bendecir lo que queremos hacer. ¿Qué pasaría si la respuesta de Dios fuera simplemente: «sé paciente; espera en mí»?

Oremos junto con David: «Oh Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré» (Salmo 5:3). Podemos confiar en su respuesta, aunque esta no llegue en el momento esperado.

El fundamento de toda oración debería ser: «Tu voluntad sea hecha».

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Poderoso Gigante


Poderoso Gigante

Nuestro Pan Diario
6 Octubre 2014
Lectura Diaria para hoy, Martes 7: “Ayudante fiel”
(Jennifer Benson Schuldt)
Lea: Jeremías 20:7-13

«… el Señor está conmigo como poderoso gigante...» Jeremías 20:11

Biblia en un año: Isaías 26–27; Filipenses 2

Cuando era niño, mi padre tenía que arrojar desechos a los cerdos hambrientos en la granja donde se crió. Odiaba ese trabajo porque los puercos lo hacían caer cuando entraba en el corral. La tarea habría sido imposible si no hubiese sido por un fiel ayudante que lo acompañaba: una perra ovejero alemán llamada Sugarbear. Ella se ponía entre mi padre y los cerdos, y mantenía los animales alejados hasta que él terminaba su trabajo.

El profeta Jeremías tuvo el difícil trabajo de proclamar el mensaje de Dios a los israelitas. Como consecuencia, experimentó abuso físico, ataques verbales, arrestos y aislamiento. Aunque el profeta luchaba contra un profundo desánimo, tuvo un Ayudador que lo acompañó en todos sus padecimientos. Dios le prometió: «… yo estoy contigo […], para librarte» (Jeremías 1:19).

Dios no abandonó a Jeremías, ni tampoco lo hará con nosotros. Disponemos de su ayuda constante mediante el poder del Espíritu que vive en cada creyente (Juan 14:16-17). El Ayudador nos da esperanza (Romanos 15:13), nos guía a la verdad espiritual (Juan 16:13) y derrama el amor de Dios en nuestro corazón (Romanos 5:5).

Podemos confiar en que el Señor nos ayudará a soportar las dificultades, y decir con Jeremías: «… el Señor está conmigo como poderoso gigante…» (Jeremías 20:11).

Nuestra mayor esperanza aquí abajo es la ayuda de Dios desde lo alto.

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Amor entrañable


Amor entrañable

Nuestro Pan Diario
5 Octubre 2014
Lectura Diaria para hoy Lunes 6: “Ovejas rosadas”
(Dave Branon)
Lea: Juan 10:7-18

«En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.» Juan 13:35

Biblia en un año: Isaías 23–25; Filipenses 1

Mientras viajaba por una carretera de Glasgow a Edimburgo, en Escocia, disfrutaba del hermoso panorama pastoril, cuando me llamó la atención algo bastante cómico. Sobre una pequeña colina, había un gran rebaño de ovejas rosadas.

Sé que los dueños de ovejas marcan sus animales con manchas de pintura en aerosol para identificarlas, pero estas eran realmente llamativas. El dueño las había pintado totalmente de color rosa. Todos sabían a quién pertenecían.

Las Escrituras llaman «ovejas» a los seguidores de Cristo, y ellos también tienen una singular marca identificadora. ¿Qué es ese «color rosa» en la vida de un seguidor del Señor? ¿Cómo puede identificarse que alguien pertenece a Jesús?

En el Evangelio de Juan, Jesús, el buen Pastor, nos dijo cuál es esa identificación: el amor. «Que os améis unos a otros; como yo os he amado […]. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan 13:34-35).

Un creyente en Cristo debe mostrar amor en palabras y en acciones a todos los que lo rodean. Juan también escribe: «Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros» (1 Juan 4:11).

El amor de un cristiano hacia los demás debería ser tan evidente como la lana rosa en un rebaño de ovejas escocesas.

Por ser seguidores de Cristo, el amor debe resaltarnos entre la multitud.

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La luz admirable


La luz admirable

Nuestro Pan Diario
3 Octubre 2014
Lectura Diaria para hoy, Viernes 3: “Luz filtrada”
(David C. McCasland)
Lea: 2 Corintios 4:1-12

«Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones...» 2 Corintios 4:6

Biblia en un año: Isaías 17–19; Efesios 5:17-33

Un cuadro de Bob Simpich, titulado Un sendero de luz, muestra un bosque de álamos donde el sol otoñal produce un reflejo dorado en sus hojas. Las ramas más altas brillan totalmente iluminadas, mientras que el suelo al pie de los árboles es una mezcla de sombras y rayos de sol. El pintor manifestó sobre el contraste: «Me encanta la luz que se filtra hasta el suelo del bosque. Entreteje una magia especial».

El apóstol Pablo escribió a los seguidores de Jesús que vivían en Corinto: «Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo» (2 Corintios 4:6). Después, sigue describiendo la realidad de la vida, en la cual «estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos» (vv. 8-9).

A veces, nuestras dificultades, tristezas y pérdidas parecen desdibujar la luz del rostro de Dios. Sin embargo, aun entre esas sombras oscuras, podemos ver pruebas de su presencia a nuestro lado.

Si hoy andamos en sombras, que podamos redescubrir que la luz de Dios, Jesucristo, siempre brilla en nuestro corazón.

En las circunstancias oscuras, la luz de Dios sigue brillando en nuestro corazón.

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Calla, enmudece


Calla, enmudece

Nuestro Pan Diario
2 Octubre 2014
En la tormenta
(Poh Fang Chia)
Lea: Marcos 4:35-41

«… [Jesús] dijo al mar: Calla, enmudece…» Marcos 4:39

Biblia en un año: Isaías 14–16; Efesios 5:1-16

La tormenta estaba gestándose… no solo en el horizonte, sino en la casa de mi amiga. «Cuando estaba en Hong Kong —contó ella—, el servicio meteorológico local anunció que se acercaba una gran tormenta. Pero, más allá de lo que sucedía fuera de mi ventana, en casa se anticipaba un temporal. Mi papá estaba internado y toda la familia intentaba equilibrar las responsabilidades del hogar y del trabajo con las visitas al hospital. Todos estábamos cansados y perdiendo la paciencia, y la situación en casa era tensa».

La vida puede asemejarse a una tormenta; nos lleva de un lado a otro con vientos de adversidades, aflicción o estrés. ¿Adónde podemos recurrir? Cuando los discípulos de Jesús quedaron atrapados en un gran temporal y se preguntaban si a Él le importaba, de todos modos supieron a quién acudir. El Señor demostró su poder al calmar la rugiente tempestad (Marcos 4:38-39).

Sin embargo, muchas veces Él no calma la tormenta de inmediato. Entonces, como los discípulos, tal vez pensamos que no le importa. Para aplacar nuestros miedos, podemos aferrarnos a la fe en lo que Dios es y puede hacer. Podemos refugiarnos en Él (Salmo 91:1); obtener su ayuda para relacionarnos bien con los demás; descansar en sus atributos de poder, sabiduría y amor ilimitados.

El Señor está con nosotros en la tormenta y nos sostiene con amor a través de ella.

«No hace falta que gritemos a viva voz; Dios está más cerca de lo que suponemos». —Hermano Lorenzo

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