Alabad al Señor


Alabad al Señor

Nuestro Pan Diario
18 Septiembre 2014
Lectura Diaria para hoy, Jueves 18: “Contar su historia”
Randy Kilgore
Lea: 1 Crónicas 16:7-13
«Alabad al Señor, invocad su nombre, dad a conocer en los pueblos sus obras.» 1 Crónicas 16:8

Biblia en un año: Proverbios 30–31; 2 Corintios 11:1-15

Cuando el destacado autor Studs Terkel buscaba un tema para su próximo libro, uno de sus amigos le sugirió que escribiera sobre la muerte. Aunque al principio se resistió, la idea fue tomando gradualmente forma, pero su voz se volvió extremadamente real cuando su esposa, con quien había estado casado 60 años, falleció. Entonces, el libro se convirtió en una investigación personal: un ansia de saber qué hay después de la muerte y adónde acababa de ir su amada. Las páginas del libro son un conmovedor recordatorio de nuestra propia búsqueda de Jesús, y de las preguntas y preocupaciones que tenemos sobre la eternidad, mientras recorremos el sendero de la fe.

Estoy agradecido por la seguridad que podemos tener de que estaremos con Jesús después de la muerte si hemos confiado en Él para que perdone nuestro pecado. No hay mayor esperanza que esta. Ahora tenemos el privilegio de compartir esta esperanza con todos los que podamos. En 1 Pedro 3:15, se nos exhorta: «… estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros». Como declaró David, Dios nos da la oportunidad de «[invocar] su nombre, [dar] a conocer en los pueblos sus obras» (1 Crónicas 16:8).

Las historias de muchas personas que amamos no han terminado aún, y el privilegio de hablarles del amor de Jesús es un regalo sumamente precioso.

Que diariamente anhelemos contar nuestra historia de Jesús, y que tengamos oportunidad de hacerlo. 

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Todo en tus manos


Todo en Tus manos

Nuestro Pan Diario
17 Septiembre 2014
Lectura Diaria para hoy, Miércoles 17: “Dárselo a Dios”
Lea: Marcos 10:17-22
«Pero él, […] se fue triste, porque tenía muchas posesiones.» Marcos 10:22


Heroína para una generación que creció después de la Segunda Guerra Mundial, Corrie ten Boom dejó un legado de piedad y sabiduría. Víctima de la ocupación nazi en los Países Bajos, sobrevivió para relatar su historia de fe y dependencia de Dios durante su horrendo sufrimiento.

«He tenido muchas cosas en las manos —dijo Corrie una vez—, y las perdí todas, pero todo lo que he colocado en las manos de Dios aún lo poseo».

Ella sabía muy bien qué significaba perder algo. Perdió su familia, sus posesiones y años de su vida a manos de personas llenas de odio. No obstante, aprendió a concentrarse en lo que podía ganarse en las esferas espiritual y emocional, al colocar todo en las manos de su Padre celestial.

¿Qué significa esto para nosotros? ¿Qué debemos colocar en las manos de Dios para que Él lo proteja? Según la historia del joven rico en Marcos 10, todo. Este hombre tenía gran abundancia en sus manos, pero, cuando Jesús le pidió que lo diera todo, se negó. Se aferró a sus posesiones y no siguió al Señor. Como resultado, «se fue triste» (v. 22).

Tal como Corrie ten Boom, podemos encontrar esperanza al poner todo en las manos de Dios y, después, confiarle los resultados.

No hay vida más segura que la consagrada a Dios. 

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Tu rostro buscaré


Tu rostro buscaré

Nuestro Pan Diario
16 Septiembre 2014
Lectura Diaria para hoy, Martes 16: “Corazón de oración”
(Anne Cetas)
Lea: Salmo 27:7-14
«Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Señor.» Salmo 27:8

Biblia en un año: Proverbios 25–26; 2 Corintios 9

Mientras viajaba en un avión con sus hijas de dos y cuatro años, una joven mamá se esforzaba por mantenerlas ocupadas, para que no molestaran a los demás. Cuando se oyó la voz del piloto por el intercomunicador dando los anuncios, la más pequeña dejó lo que estaba haciendo e inclinó la cabeza. Cuando el piloto terminó, ella susurró: «Amén». Como un tiempo antes se había producido una catástrofe natural, quizá la niña pensó que él estaba orando.

Tal como esa niñita, yo también deseo tener un corazón que guíe inmediatamente mis pensamientos hacia la oración. Pienso que sería justo decir que el salmista David tenía esa clase de corazón. En el Salmo 27, vemos algunos indicios de esto cuando habla de enfrentar enemigos difíciles (v. 2). También declaró: «Tu rostro buscaré, oh Señor» (v. 8). Algunos dicen que, al escribir este salmo, recordaba el momento cuando huía de Saúl (1 Samuel 21:10) o de su hijo Absalón (2 Samuel 15:13-14). La oración y la dependencia de Dios ocupaban el primer lugar en la mente del salmista, y descubrió que Él era su santuario (Salmo 27:4-5).

Nosotros también necesitamos un santuario. Quizá leer u orar este salmo y otros nos ayude a desarrollar esa intimidad con nuestro Padre Dios.

Cuando Él se convierta en nuestro santuario, tendremos el corazón más dispuesto a buscarlo en oración.

En la oración, Dios puede calmar nuestro corazón y tranquilizar nuestra mente.

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Como niños


Como niños

Nuestro Pan Diario
14 Septiembre 2014
Lectura Diaria para hoy, Lunes 15: “Dulce Jesús”
David C. McCasland
Lea: Mateo 18:1-10
«… De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.» Mateo 18:3

Biblia en un año: Proverbios 19–21; 2 Corintios 7

Carlos Wesley (1707-1788) fue un evangelista metodista que escribió más de 9.000 himnos y poemas sacros. Algunos, como Oh, que tuviera lenguas mil, son himnos de alabanza maravillosos y elevadores, pero su poema Dulce Jesús, manso y humilde, publicado por primera vez en 1742, es la silenciosa oración de un niño, la cual captura la esencia de cómo deberíamos buscar todos al Señor, con una fe sincera y sencilla.
Amante Jesús, dulce Cordero,
en tus manos de gracia estoy.
Hazme, Salvador, lo que tú eres;
vive dentro de mi corazón.

Cuando algunos seguidores de Jesús estaban compitiendo por una posición en su reino, «llamando [Él] a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mateo 18:2-3).

Pocos niños buscan posición o poder, ya que ellos desean ser aceptados y sentirse seguros. Se aferran a los adultos que los aman y se ocupan de ellos. Jesús nunca rechazó a un niño.

La última estrofa del poema de Wesley muestra el deseo semejante al de un niño de ser como Jesús: «Mostraré, entonces, tu alabanza / te serviré todos mis días felices. / Después, el mundo siempre verá / a Cristo, el santo Niño, en mí».

La fe brilla en todo su esplendor en un corazón semejante al de un niño.

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El Gran Señor


El Gran Señor

Nuestro Pan Diario
12 Septiembre 2014
Lectura Diaria para hoy, Viernes 12: “El pequeño gigante”
(Poh Fang Chia)
Lea: 1 Samuel 17:32-37
«… [el Señor] me librará…» 1 Samuel 17:37

Biblia en un año: Proverbios 13–15; 2 Corintios 5

El imponente enemigo entra de repente en el valle de Ela. Mide 2,70 metros de altura, y su armadura, hecha de varias planchas pequeñas de bronce, brilla bajo los rayos del sol. La vara de su lanza está envuelta en cordeles, para que gire en el aire y pueda arrojarse más lejos y con suma precisión. Goliat parece invencible.

Pero David sabe que no es así. Aunque su adversario parezca un gigante y actúe como tal, comparado con el Dios viviente es pequeño. David tiene una perspectiva correcta del Señor y, en consecuencia, una visión apropiada de las circunstancias. Ve a Goliat como alguien que desafía a los ejércitos del Dios vivo (1 Samuel 17:26). Con confianza, aparece vestido de pastor delante del gigante, y armado tan solo con su cayado, cinco piedras y una honda. Su confianza no está en lo que él es, sino en quien lo acompaña (v. 45).

¿Qué «Goliat» estás enfrentando en este momento? Tal vez sea una situación imposible en el trabajo, una dificultad financiera o la ruptura de una relación afectiva con otra persona. Comparada con Dios, toda situación es insignificante. Nada es demasiado grande para Él. 

Las palabras de Carlos Wesley, el escritor de himnos, nos recuerdan: «La fe, la poderosa fe, la promesa ve y no mira otra cosa; se ríe de los imposibles y exclama que será hecho». Si el Señor desea librarte, puede hacerlo, y quizá lo haga de maneras que no esperas.

No le digas a Dios cuán grandes son los gigantes; dile a los gigantes cuán grande es tu Dios. 

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