Total Obediencia


Total Obediencia

Lectura Diaria para hoy, Mates 19: “Seguir al dueño”
(Jennifer Benson Schuldt)
Lea: Números 9:15-23
«Al mandato del Señor acampaban, y al mandato del Señor partían, guardando la ordenanza del Señor…» Números 9:23

Biblia en un año: Salmos 103–104; 1 Corintios 2

En una exhibición canina cerca de mi casa, vimos la presentación de un lebrel escocés. Tras la orden de su dueño, el animal se alejaba corriendo varios metros y regresaba de inmediato, saltaba cercas e identificaba objetos usando su sentido del olfato. Después de terminar cada ejercicio, se sentaba a los pies de su amo y esperaba más indicaciones.

La atención cuidadosa de este perro a la instrucción de su dueño me recordó la devoción que Dios deseaba que su pueblo tuviera hacia Él mientras lo seguía en el desierto. El Señor lo guiaba de una manera singular: su presencia aparecía en forma de una columna o nube. Si la nube subía, quería que su pueblo se trasladara a otra zona. Si descendía, debían quedarse donde estaban. «Al mandato del Señor acampaban, y al mandato del Señor partían, guardando la ordenanza del Señor…» (Números 9:23). Los israelitas cumplían con esta práctica día y noche, independientemente del tiempo que tuvieran que permanecer en un mismo lugar.

Dios no solo estaba probándolos, sino que los guiaba hacia la tierra prometida (10:29). Quería llevarlos a un lugar mejor. Lo mismo sucede con nosotros cuando nos pide que lo sigamos: desea guiarnos a un sitio donde nuestra comunión con Él se profundice.

Su Palabra nos asegura que el Señor es amoroso y fiel al guiar a aquellos que le siguen humildemente.

Dios les pide a sus hijos que sigan al Líder.
                                                
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Ven, no tardes


Ven, no tardes

Lectura Diaria para hoy, Lunes 18: “Creer de antemano”
(Philip Yancey)
Lea: Apocalipsis 22:12-21
«Ciertamente vengo en breve…» Apocalipsis 22:20

Biblia en un año: Salmos 100–102; 1 Corintios 1

En un campo de concentración alemán, durante la Segunda Guerra Mundial, algunos presos norteamericanos elaboraron una radio casera sin ser descubiertos por los guardias. Un día, llegó la noticia de que los alemanes se habían rendido, lo cual puso fin a la guerra. Sin embargo, por problemas de comunicaciones, los guardias todavía no lo sabían. Una gran celebración estalló cuando corrió la noticia entre los prisioneros. Durante tres días, cantaron, saludaron con la mano a los guardias e hicieron bromas sobre la comida. Al cuarto día, cuando se despertaron, descubrieron que todos los alemanes habían huido. La espera había terminado.

Varias historias bíblicas se centran en esperar: Abraham espera un hijo (Génesis 12–21); los israelitas esperan ser librados de Egipto; los profetas esperan el cumplimiento de sus predicciones; los discípulos esperan que Jesús actúe como el poderoso Mesías que aguardaban. Las últimas palabras del Señor al final de Apocalipsis son: «vengo en breve», seguidas de una oración resonante e inmediata: «Amén; sí, ven, Señor Jesús» (22:20). Por esta razón, seguimos esperando.

Ahora bien, me pregunto: Mientras esperamos, ¿por qué solemos estar temerosos y angustiados? Como los prisioneros aliados, podemos actuar en función de la buena noticia que decimos que creemos. Después de todo, tener fe en Dios es creer de antemano lo que solamente tiene sentido al revés.

La espera prueba nuestra fe; por eso, aguardamos esperanzados.
                                                
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En Jesús mi esperanza


En Jesús mi esperanza

Lectura Diaria para hoy, Viernes 15: “¿Hay esperanza?”
(Anne Cetas)
Lea: Mateo 28:1-10
«No está aquí, pues ha resucitado, como dijo...» Mateo 28:6

Biblia en un año: Salmos 91–93; Romanos 15:1-13

Estaba sentada al lado de la tumba de mi padre, esperando con mi familia que comenzara la sepultura privada de mi madre. El encargado del funeral llevaba la urna con las cenizas de ella. Yo tenía el corazón adormecido y la mente nublada. ¿Cómo podré enfrentar la pérdida de los dos en un lapso de solo tres meses? En medio de mi dolor, me sentía vacía, sola y con pocas esperanzas de poder enfrentar el futuro sin ellos.

Después, el pastor leyó acerca de otra tumba. En la madrugada del primer día de la semana, las mujeres fueron al sepulcro de Jesús, llevando especias para colocar sobre su cuerpo (Mateo 28:1; Lucas 24:1). Se sorprendieron al descubrir que la tumba estaba abierta y vacía… y al ver un ángel. «No temáis», les dijo (Mateo 28:5). No tenían que tenerle miedo ni al sepulcro vacío ni al ángel, ya que este tenía una buena noticia para darles.

Recuperé la esperanza cuando escuché: «No está aquí, pues ha resucitado, como dijo…» (v. 6). ¡La muerte había sido derrotada porque Jesús había vuelto a vivir! Apenas unos días antes de su muerte, Él les recordó a sus seguidores: «…porque yo vivo, vosotros también viviréis» (Juan 14:19).

Aunque lamentamos la pérdida de nuestros seres amados, la resurrección de Jesús y su promesa de que hay vida después de la muerte nos dan esperanza.

Porque Él vive, nosotros también vivimos.
                                                
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Glorificar a DIOS cada dia


Glorificar a DIOS cada dia

Lectura Diaria para hoy, Jueves 14: “Parábola de la picadura”
(Randy Kilgore)
Lea: 1 Pedro 2:9-12
«… para que […] glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.» 1 Pedro 2:12

Biblia en un año: Salmos 89–90; Romanos 14

Todavía recuerdo el rostro sorprendido de mi amigo cuando entré corriendo por la puerta delantera de su casa hace casi 50 años, rodeado de una «banda» de abejas. Cuando salí por la puerta de atrás, me di cuenta de que las abejas ya no estaban. Bueno, en cierto modo… ¡ya que las había dejado dentro  de la casa! Poco después, él también salió corriendo, perseguido por las abejas que yo le había llevado.

Yo tuve varias picaduras sin muchas consecuencias, pero la experiencia de él fue diferente. Aunque solo tenía una o dos picaduras de «mis» abejas, se le inflamaron los ojos y la garganta tras una reacción alérgica. Mis acciones le habían provocado mucho dolor a mi amigo.

Este es un cuadro de lo que sucede en nuestras relaciones interpersonales. Cuando no actuamos como cristianos, herimos a los demás. Aun después de pedir disculpas, la «picadura» sigue.

La gente tendría razón al esperar que los seguidores de Cristo no fueran ásperos y mostraran paciencia. A veces, nos olvidamos de que las personas que luchan con la fe, la vida o con ambas cosas observan expectantes a los creyentes. Esperan ver menos enojo y más misericordia, menos juicio y más compasión, menos crítica y más estímulo.

Jesús y Pedro nos dijeron que vivamos vidas buenas para que Dios sea glorificado (Mateo 5:16; 1 Pedro 2:12). Que nuestras acciones y reacciones guíen a los que nos rodean hacia nuestro Padre amoroso.

Que los demás vean menos de mí y más de Jesús.

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El Señor reina


El Señor reina

Lectura Diaria para hoy, Miércoles 13: “El más fuerte”
(C. P. Hia)
LEA: Salmo 93
«El Señor reina; se vistió de magnificencia; el Señor se vistió, se ciñó de poder.» —Salmo 93:1

Biblia en un año: Salmos 87–88; Romanos 13

Las Cataratas del Iguazú, en la frontera entre Argentina y Brasil, son un espectacular conjunto de saltos de agua con 275 cascadas en una extensión de 2,7 kilómetros del Río Iguazú. Del lado brasilero, grabadas sobre un muro, están las palabras del Salmo 93:4: «El Señor, en las alturas, se muestra poderoso: más poderoso que el estruendo de las muchas aguas, más poderoso que los embates del mar» (nvi). Debajo de este texto, aparecen estas palabras: «Dios siempre es mayor que todos nuestros problemas».

El autor del Salmo 93, que escribió sus palabras en una época cuando gobernaban reyes, sabía que, en definitiva, Dios es Rey por encima de todos. «El Señor reina», declaró. «Firme es tu trono desde entonces; tú eres eternamente» (vv. 1-2). Por más altas que sean las olas y furiosas las inundaciones, el Señor sigue siendo mayor que todo.

El rugir de las cascadas es ciertamente majestuoso, pero es muy distinto estar en medio de las aguas que corren a toda velocidad hacia ellas. Quizá hoy estés en una situación así. Los problemas físicos, financieros o relacionales amenazan con ser cada vez peores y te sientes como si fueras a caer por las cataratas.

En situaciones semejantes, los creyentes tienen Alguien a quien acudir: el Señor, «que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos» (Efesios 3:20), porque es mayor que todos nuestros problemas.

Nunca midas el poder ilimitado de Dios según tus limitadas expectativas.

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