Oración a Jesús:
I
Señor, hoy y a esta hora de la madrugada,
quiero decirte humildemente,
cuan agradecido estoy,
por los días llenos de gozo y paz,
con que cada mañana has bendecido mi vida,
desde que te recibí como mi Señor y mi Salvador.
II
Gracias por tu sacrificio en la Cruz.
Gracias por dar Tu Vida por mí, sin que yo me lo merezca.
Gracias por tu Sangre bendita,
la cual derramaste hasta la última gota,
para dejarnos la oportunidad y el derecho
de ser perdonados y limpios,
cada vez que invocamos tu Santo Nombre.
III
Quiero decirte que siento como un fuego ardiendo dentro de mí,
el recuerdo de aquella noche cuando te inclinaste para levantarme
de aquel suplicio dolorosísimo que mi alma y mi corazón sufrían.
Envuelto como me encontraba, en esa oscuridad angustiante y sin esperanza,
como si estuviese en medio de arenas movedizas, hundiéndome lentamente
sintiendo como si mil cuchillos entraran en mi carne, una y otra y otra vez
provocándome una agonía a destiempo, empujándome a la muerte inexorable.
IV
Pero de ahí me sacaste, de la misma boca de la muerte me arrancaste.
Inclinándote hacia mis despojos, presuroso, olvidándote de que eres
El bienamado Hijo del Altísimo, en quien Él tiene complacencia.
No te importó la corona de eternidad con que fuiste galardonado.
Y metiendo Tu mano poderosa en las mismas entrañas del Hades
me levantaste de nuevo a la vida, curaste mis heridas,
me aliviaste, me cuidaste y me restauraste cual si fuera las niñas de Tus Ojos.
V
Fue aquel suave y gentil toque de Tus santas manos
que al hacer contacto con mi cuerpo, que yacía cual despojo triste y viejo,
lo que produjo en mí el milagro de sentir como de pronto,
todo a mi alrededor se iluminaba, con aquella Luz blanca, pura, tibia.
Levantándome con Tu Poder eterno, como pluma de ave ligera,
rompiendo todas las cadenas, los lazos, las ataduras y los derechos de muerte
que la muerte misma reclamaba sobre mí.
Pero ah Señor Jesús, Tú la venciste! Una vez más la derrotaste!
Y me diste libertad y vida nueva.
Redimido soy, redimido estoy, por el poder de Tu amor infinito.
VI
Eres en esta jornada temporera y pasajera,
mi Norte, mi Faro, mi Guía, la Luz que alumbra mi camino,
porque hacia Tu Casa me dirijo,
a las Bodas del Cordero he sido invitado;
mi nombre ya ha sido escrito, en el Libro de la Vida de los Cielos
y ciertamente aguardo, mi partida de este mundo,
ya no con miedo, ni dolor o angustia, sino con la esperanza de que ese día,
llegaré a Tu Reino santo, y sentiré el perfume agradable de rosales y olivares
donde Tu Santidad se deposita como finas perlas de rocío matutino.
Y caminaré por aquellas calles de oro, de piedras preciosas y jades.
Y me rodearán las nubes celestes y rosadas
con miles de diminutas estrellas tintineando en su interior.
Y veré aquel mar infinito de cristal líquido, con peces de colores de arco iris,
y escucharé el coro de Tus ángeles magníficos, cantándote Aleluyas sempiternas.
VII
Y entraré en el Aposento Alto donde tendrás preparada la mesa con mantel de lino fino,
los cubiertos de nácar y esmeraldas, la vajilla de oro puro y platino.
Y la cristalería impresionante, hecha de diamantes azules y turquesas.
Pero nada será tan formidable, tan placentero y eterno
como mirar Tu Rostro santo, resplandeciendo como mil soles,
inmensamente bello, indescriptible y perfecto,
y Tus ojos, Señor, Tus ojos, destellando la Verdad Única, la Vida Eterna,
los Ríos de Agua Viva y Tu amor incondicional e infinito por mi…….
VIII
Mientras tanto Padre Santo, Altísimo Dios de los Ejércitos invencibles,
Hacedor de prodigios y maravillas, Cumplidor fiel de tus promesas,
llévame con bien por Tu camino, que mis plantas no se aparten de Tus Edictos
que mi corazón, mi boca y mi alma, te alaben cada minuto, cada día,
hasta el último suspiro de mi ser, hasta el último latido de mi corazón.
Tu siervo soy, a Tus Pies viviré, Tu Mensaje proclamaré por doquiera que vaya
en espera de aquel día en que finalmente te veré.
Todo el honor y toda la gloria para Aquel que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén. (cfjg)