En las palmas de Sus manos

Viernes 15 de Mayo

Nuestro Pan Diario

“En las palmas de mi mano…”
(Por Joanie Yoder, editado por CF Jara)

Leer: Isaías 49:13-18
«Como el padre se compadece de los hijos, se compadece el Señor de los que le temen.» Salmo 103:13
La Biblia en un año: 2 Reyes 10–12; Juan 1:29-51

Varias madres de hijos pequeños compartían respuestas alentadoras a sus oraciones, pero una de ellas dijo que se sentía egoísta al molestar a Dios con sus necesidades personales: «Comparadas con las enormes necesidades que el Señor enfrenta en el mundo, mis circunstancias deben de parecerle triviales».

Poco después, su hijito se apretó el dedo en una puerta y corrió llorando a los gritos hacia su madre. Pero ella no dijo: «¡Qué egoísta eres al venir a molestarme con tus dedos doloridos mientras estoy ocupada!», sino que le mostró gran compasión y ternura.

El Salmo 103:13 nos recuerda que, tanto el amor humano como el divino, responden así. En Isaías 49:15-16, el Señor asegura que, aunque una madre olvide ser compasiva con su hijo, Él no lo hará nunca; y agrega: «en las palmas de las manos te tengo [esculpido]» (Isaías 49:16)
Con la misma libertad que ese niño corrió hacia su madre, nosotros también podemos acudir a Dios con nuestros problemas cotidianos.

Nuestro Señor compasivo no descuida a los demás por respondernos a nosotros, ya que tiene tiempo y amor ilimitados para cada uno de sus hijos. Para Él, ninguna necesidad es insignificante.
Dios sostiene a sus hijos en la palma de sus manos.

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No te enaltezcas

Jueves 14 de Mayo

Nuestro Pan Diario
“Escucha con amor”
(Por Randy Kilgore)

Leer: Lucas 18:9-14 
«… cualquiera que se enaltece, será humillado…» Lucas 18:14
La Biblia en un año: 2 Reyes 19–21; Juan 4:1-30

Una noche, un misionero joven habló en nuestra pequeña iglesia. El país donde él y su esposa servían atravesaba una gran agitación religiosa, y se lo consideraba demasiado peligroso para los niños. En uno de sus relatos, contó sobre un episodio desgarrador cuando su hija le pidió que no la dejara en un internado.

En ese entonces, yo acababa de recibir la bendición de ser padre de una niña, y la historia me turbó. ¿Cómo pueden padres amorosos dejar así sola a su hija?, me pregunté. Cuando la charla terminó, estaba tan nervioso que pasé por alto la invitación a ir a ver al misionero. Salí apurado de la iglesia, exclamando mientras me iba: «Cuánto me alegro de no ser como…».

En ese instante, el Espíritu Santo hizo que me detuviera. Ni siquiera pude terminar la frase. Allí estaba yo, repitiendo casi literalmente lo que el fariseo le dijo a Dios: «Gracias porque no soy como los otros hombres» (Lucas 18:11). ¡Qué disgustado estaba conmigo mismo! ¡Cuán decepcionado habrá estado el Señor! 

Desde aquella noche, le he pedido a Dios que me ayude a escuchar a los demás con humildad y control, mientras ellos derraman su corazón mediante una confesión, un sentimiento o un dolor.
Juzgar a los demás no nos acerca más a Dios.

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La riqueza de la obediencia

Miércoles 13 de Mayo

Nuestro Pan Diario

“La riqueza de la obediencia”
(Por David C. McCasland)

Leer: Salmo 119:14, 33-40
«Me he gozado en el camino de tus testimonios más que de toda riqueza.» Salmo 119:14
La Biblia en un año: 2 Reyes 17–18; Juan 3:19-36

Las loterías oficiales existen en más de 100 países. La atracción de enormes premios de dinero ha creado en muchos la idea de que todos los problemas de la vida se solucionarían «si uno se gana la lotería».

La riqueza en sí no tiene nada de malo, pero puede llegar a engañar al hacernos pensar que el dinero es la respuesta a todas nuestras necesidades. El salmista lo expresó desde otro punto de vista: «Me he gozado en el camino de tus testimonios más que de toda riqueza. Me regocijaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras» (Salmo 119:14, 16). Este concepto de riqueza espiritual se centra en obedecer a Dios y andar en «la senda de [sus] mandamientos» (v. 35).

¿Qué tal si nos entusiasmara más obedecer la Palabra de Dios que ganar un premio de millones? Podríamos orar con el salmista: «Inclina mi corazón a tus testimonios, y no a la avaricia. Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; avívame en tu camino» (vv. 36-37).

La riqueza de la obediencia (la verdadera riqueza) les pertenece a todos los que caminan con el Señor.
El éxito está en conocer y amar a Dios. 

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Te haré misericordia

Martes 12 de Mayo

Nuestro Pan Diario
“¿Dónde nos apoyamos?”
(Por Anne Cetas)

Leer: 2 Samuel 9
«… yo a la verdad haré contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre…» 2 Samuel 9:7
La Biblia en un año: 2 Reyes 15–16; Juan 3:1-18

«¡Qué testimonios hermosos!», comentó Cintia mientras salíamos. Nuestra amiga Elena había muerto, y varios de sus amigos compartieron sobre lo bromista que había sido siempre. Sin embargo, su vida no fue solo chistes y risas. Su sobrino habló de la fe en Jesús de su tía y de cómo se preocupaba por los demás. 

Cuando él era adolescente y problemático, ella lo había recibido en su casa. Ahora, con más de 20 años, destacó: «Fue como una madre para mí. Nunca me abandonó en mis luchas. Si no hubiese sido por ella, habría perdido mi fe». ¡Qué influencia maravillosa! Elena se apoyaba en Jesús y quería que su sobrino también lo hiciera.

En el Antiguo Testamento, leemos que el rey David recibió en su casa a un joven llamado Mefiboset, para mostrarle bondad por amor a su padre Jonatán, su amigo muerto (2 Samuel 9:1). Años antes, Mefiboset se había lastimado cuando cayó de los brazos de su nodriza mientras huían tras la noticia de la muerte de su padre (4:4). Se sorprendió del interés del rey; incluso se autodenominó «perro muerto» (9:8); pero el rey lo trató como un hijo (9:11).

Me gustaría ser esa clase de persona. ¿Y a ti? Alguien que se interesa en los demás y los ayuda a seguir aferrándose a la fe, aun cuando la vida parezca sin esperanza.

La potencia de nuestras acciones debe compararse al ímpetu de nuestras palabras.
La clave de toda oración debe ser: «Hágase tu voluntad».

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Ten misericordia, mi Señor amado

Lunes 11 de Mayo

Nuestro Pan Diario
“Cuenta tu historia”
(Por Poh Fang Chia )

Leer: 1 Timoteo 1:12-20
«Del poder de tus hechos estupendos hablarán los hombres…» Salmo 145:6
La Biblia en un año: 2 Reyes 13–14; Juan 2

A Michael Dinsmore, ex preso y relativamente nuevo creyente en Cristo, le pidieron que diera su testimonio en una cárcel. Después de hablar, algunos presos se le acercaron y dijeron: «¡Fue la reunión más emocionante que hemos tenido!». Michael se asombró de que Dios pudiera usar su sencilla historia.
En 1 Timoteo, después de que Pablo exhortó a Timoteo a continuar predicando el evangelio (1:1-11), compartió su testimonio personal para alentar al joven (vv. 12-16). Habló de la misericordia de Dios en su vida, ya que se había burlado del Señor, pero Él lo había cambiado. Incluso, no solo lo había considerado fiel y le había encomendado hacer una obra, sino que también lo había capacitado para realizarla (v. 12). El apóstol se consideraba el mayor pecador, pero Dios lo había salvado (v. 15).
¡El Señor puede hacerlo! Esto es lo que Pablo quería que entendiera Timoteo; y nosotros también tenemos que entenderlo. En el testimonio del apóstol, observamos la misericordia de Dios. Si Él pudo utilizar y salvar a alguien como Pablo, puede hacer lo mismo con nosotros. Nadie está fuera de su alcance.
La historia de la obra del Señor en nuestra vida puede animar a otros. ¡Haz que quienes te rodean sepan que el Dios de la Biblia sigue activo hoy!
Nadie está más allá del alcance del amor de Dios.
La clave de toda oración debe ser: «Hágase tu voluntad».

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Si pedimos, Él nos oye

Viernes 8 de Mayo

Nuestro Pan Diario
“¿Por qué pides?”
(Por Vernon C. Grounds)

Leer: Mateo 26:36-46
«… si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.» 1 Juan 5:14
La Biblia en un año: 2 Reyes 1–3; Lucas 24:1-35

Tal vez hayas oído el dicho: «Nuestras cosas pequeñas son grandes para el amor de Dios; nuestras cosas grandes son pequeñas para su poder». ¡Qué verdad! No hay nada en nuestra vida que sea tan pequeño que al Señor no le interese. Tampoco hay problema ni crisis tan grande que sobrepase su sabiduría y poder. Y, como nos ama, nos invita a hablarle de todo lo que nos preocupa (1 Pedro 5:7).

¿Significa esto que podemos pedir a Dios cualquier cosa y esperar recibirla? Por ejemplo, ¿tiene derecho un creyente que forma parte de un equipo deportivo a pedirle al Señor la victoria en un juego y esperar que Él intervenga para ayudar a su equipo a ganar? ¿Y si los jugadores del otro equipo también están orando por la victoria?

La fe en nuestro Salvador y el orar en su nombre son cosas dignas de alabanza, pero asegurémonos de pedir conforme a lo que sabemos que Él quiere. Es posible traspasar el límite que separa la dependencia confiada del egoísmo supersticioso.

La fe bíblica está controlada por la sumisión a la voluntad de Dios (1 Juan 5:14). Por eso, toda petición debe hacerse de tal manera que refleje la actitud de Jesús, quien dijo a su Padre: «No sea como yo quiero, sino como tú» (Mateo 26:39).

La clave de toda oración debe ser: «Hágase tu voluntad».

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Sufrimos para seguir Sus pasos

Miércoles 6 de Mayo

Nuestro Pan Diario
“La Escuela del dolor”
(Por Dennis Fisher)

Leer: Salmo 119:65-80

«Conozco, oh Señor, […] que conforme a tu fidelidad me afligiste.» Salmo 119:75
La Biblia en un año: 1 Reyes 21–22; Lucas 23:26-56


En su libro El problema del dolor, C. S. Lewis señala que «Dios nos susurra en nuestros placeres, nos habla en nuestra conciencia, pero nos grita en nuestros dolores: es su megáfono para despertar a un mundo sordo». El sufrimiento suele ayudarnos a reacomodar la perspectiva y escuchar lo que Dios quiere decirnos. Las experiencias comunes se convierten en lecciones espirituales.


En el Antiguo Testamento, leemos que el salmista tenía un corazón dispuesto a aprender aun en el dolor. Lo aceptaba como parte el plan de Dios: «conforme a tu fidelidad me afligiste» (Salmo 119:75). El profeta Isaías consideraba que el sufrimiento era un proceso purificador: «He aquí te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción» (Isaías 48:10). Job, a pesar de sus lamentos, aprendió a través de sus problemas sobre la soberanía y la grandeza de Dios (Job 40–42).


No somos los únicos que experimentamos sufrimientos. El propio Dios tomó forma humana y sufrió enormemente: «Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas» (1 Pedro 2:21). Aquel cuyas manos tienen las cicatrices de los clavos está cerca, y Él nos enseñará mediante el sufrimiento y nos consolará.

Señor, ayúdame a ver tu propósito en las pruebas. 

La lección de la confianza se aprende en la escuela de la prueba.


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El gozo del Señor

Martes 5 de Mayo

Nuestro Pan Diario
“Corazón gozoso”
(Por Bill Crowder)

Leer: Juan 15:1-11
«Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros…» Juan 15:11
La Biblia en un año: 1 Reyes 19–20; Lucas 23:1-25


Mientras esperaba para embarcar en el Aeropuerto Changi de Singapur, observé a una joven familia: mamá, papá e hijo. Había mucha gente frente a la puerta de embarque, y buscaban un lugar para sentarse. De pronto, el niño empezó a cantar en voz alta ¡Al mundo paz, nació Jesús! Tenía unos seis años; por eso, me llamó la atención que supiera toda la letra.

Lo que más me impresionó fue la expresión en la cara del niño: su amplia sonrisa coincidía con las palabras que entonaba, mientras les proclamaba a todos los que estaban allí el gozo del Cristo que había venido.

Este gozo no debe limitarse a un niño entusiasmado ni a la época de Navidad. Uno de los temas de la última enseñanza de Jesús a sus discípulos la noche antes de su crucifixión fue el gozo desbordante que produce saber que está presente en nuestra vida. Les habló de su amor sin igual: que los amaba como el Padre lo amaba a Él (Juan 15:9). Después de decirles cómo es esa relación eterna, declaró: «Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido» (v. 11).

¡Qué promesa maravillosa! Por medio de Jesucristo, nuestro corazón puede llenarse de gozo… ¡el gozo verdadero!

Señor, me escogiste y redimiste, y me coronaste de amor y compasión. No puedo evitar rebosar de gozo ante tu gran amor. 

Podemos experimentar el gozo de Cristo en todas las etapas de 
la vida.

 

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Prédica "Buscando Justicia"

Jesús vino a servir

Lunes 4 de Mayo
Nuestro Pan Diario
“El que sirve”
(Por Keila Ochoa)

Leer: Lucas 22:24-27
«… yo estoy entre vosotros como el que sirve.» Lucas 22:27
La Biblia en un año: 1 Reyes 14–15; Lucas 22:21-46


«¡Yo no soy sirvienta de nadie!», grité. Esa mañana, las exigencias de mi familia parecían superarme, mientras ayudaba a mi esposo a buscar su corbata azul, le daba de comer a mi bebé y sacaba de abajo de la cama el juguete perdido de nuestro hijito de dos años.

Más tarde, ese mismo día, mientras leía la Biblia, encontré este versículo: «Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve» (Lucas 22:27).

Jesús no tenía que lavarles los pies a sus discípulos, pero lo hizo (Juan 13:5). Había sirvientes que podían hacerlo, pero el Señor prefirió servirlos Él mismo. La sociedad actual insiste en que debemos procurar «ser alguien»; queremos un trabajo bien redituable, el cargo más importante y ser líder en la iglesia. No obstante, dondequiera que estemos, podemos aprender de nuestro Señor cómo servir.

Tenemos diferentes roles como padres, hijos, amigos, trabajadores, líderes o estudiantes. La pregunta es: ¿realizamos estas tareas con una actitud de servicio? Aunque mi rutina puede ser cansadora, doy gracias que el Señor me ayudará, porque quiero seguir sus pasos y servir a los demás.

Señor, sé que viniste a servir. A veces, me olvido de los demás, pero quiero ser como tú. Dame un corazón como el tuyo. 

Para ser como Jesús, necesitamos tener la actitud de un siervo.

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