Sabiduría de lo alto


Sabiduría de lo alto

Lectura Diaria para hoy, Viernes 27: “Sabiduría de lo alto”
(Jennifer Benson Schuldt)
Lea: 1 Samuel 24:1-10
«Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica...» Santiago 3:17

Biblia en un año: Job 3–4; Hechos 7:44-60

Si Kiera Wilmot hubiera realizado su experimento durante su clase de ciencias en la escuela secundaria, probablemente habría obtenido una calificación de sobresaliente. En cambio, fue acusada de provocar una explosión. Aunque había planeado que su profesor aprobara el experimento, sus compañeros de clase la persuadieron para que lo realizara fuera del salón de clases. Cuando mezcló los químicos dentro de una botella plástica, esta explotó y, sin intención, asustó a varios de sus compañeros.

El Antiguo Testamento cuenta la historia de otro caso de presión de personas del entorno. David y sus hombres estaban escondidos de Saúl en una cueva, cuando entró el rey (1 Samuel 24). Los compañeros de David le sugirieron que Dios les había entregado a Saúl en sus manos, y lo instaron a que lo matara (vv. 4, 10). Creían que, de esta manera, podrían dejar de esconderse y que David se transformaría en rey. Pero David no quiso dañar a Saúl, porque este era «el ungido del Señor» (v. 6).

A veces, la gente nos sugiere que hagamos algo que parece gratificante o práctico en el momento. Pero hay una diferencia entre la sabiduría mundana y la espiritual (1 Corintios 2:6-7). La sabiduría de lo alto «… es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia…» (Santiago 3:17).

Cuando otros nos instigan a hacer algo, podemos pedirle a Dios que influya en nuestra respuesta. Aquel que obtiene su sabiduría de lo alto es verdaderamente sabio.

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DIOS es nuestro auxilio


DIOS es nuestro auxilio


Lectura Diaria para hoy, Jueves 26: “Asistencia en el camino”
Lea: Salmo 46
«Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.» Salmo 46:1

Biblia en un año: Job 5–7; Hechos 8:1-25
Un conocido mío estaba cazando con algunos amigos cerca de Balmoral, la finca campestre de la reina de Inglaterra. Mientras caminaban, se dobló el tobillo de tal manera que no pudo seguir, así que les pidió a sus amigos que continuaran, y él esperaría junto al camino.
Mientras estaba allí sentado, pasó un automóvil por el camino, frenó y se detuvo. La mujer que conducía bajó la ventanilla y le preguntó si estaba bien. Él le explicó lo sucedido y le dijo que estaba esperando que sus amigos regresaran. La mujer le dijo: «Entra al auto; te llevaré de regreso adonde estás hospedado». El hombre fue cojeando hasta el auto y abrió la puerta. ¡Entonces se dio cuenta de que su conductora era la reina Isabel!
Por más impactante que pueda ser recibir ayuda de la reina de Inglaterra, tenemos una oferta aun más increíble. El Dios creador del universo desciende a nuestro mundo, ve nuestros problemas y ofrece sus recursos para ayudarnos. Como afirma el salmista con confianza: «Dios es […] nuestro pronto auxilio en las tribulaciones» (Salmo 46:1). 
Nuestro Salvador nos ayuda al darnos su gracia para soportar, su Palabra que nos sustenta, amigos para alentarnos y orar por nosotros, y la seguridad de que Él utilizará todas las cosas para nuestro beneficio espiritual.
La próxima vez que te sientas varado en el camino de la vida, busca a tu Ayudador.
¡Regocíjate! ¡Tu Dios es un Rey auxiliador! 


                                                 
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Arrebatados


Arrebatados

Lectura Diaria para hoy, Miércoles 25: “Vetas de oro”
(Julie Ackerman Link)
Lea: Romanos 6:1-14
«Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección.» Romanos 6:5

Biblia en un año: Job 1–2; Hechos 7:22-43

Mientras visitaba la encantadora región de Cotswold, en Inglaterra, compré unas tazas de porcelana como recuerdo. Las usaba con mucho cuidado, pero con el tiempo, una se cayó en el fregadero y se hizo pedazos. Hace poco, me acordé de esa taza cuando descubrí el arte japonés del kintsugi.

En general, cuando algo se rompe, nos conformamos con una reparación que permita que el objeto vuelva a funcionar. Pero, hace varios siglos, un artista japonés decidió que volvería hermosa la vajilla rota. Así que, comenzó a utilizar resina dorada para unir los fragmentos. Las piezas reparadas con este método tienen elaboradas vetas de oro.
En el comienzo de la historia humana, el pecado entró en el mundo (Génesis 3). Los teólogos se refieren a este suceso como «la caída». 

Como resultado inevitable, hubo una rotura. La vida es dolorosa porque constantemente nos lastimamos y herimos a los demás con nuestros bordes afilados y mellados. Sin embargo, Dios no desea que permanezcamos rotos, y su obra restauradora puede transformar nuestros pedazos en algo hermoso.

Al igual que un artista del kintsugi, Dios nos repara. Pero utiliza algo más precioso que el oro: la sangre de su Hijo. En lugar de darnos vetas doradas, las venas de Cristo nos unen. «… hemos estado unidos con él en su muerte…» (Romanos 6:5 nvi).
No hay nada más precioso que eso.

El precio de nuestra liberación del pecado se pagó con la sangre de Jesús

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Vasija Nueva


Vasija Nueva

Lectura Diaria para hoy, Martes 24: “Restaurado por el Maestro”

Lea: Colosenses 3:8-17
«Y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno.» Colosenses 3:10

Biblia en un año: Ester 9–10; Hechos 7:1-21

A través de los siglos, se ha intentado muchas veces restaurar las obras de arte deterioradas por el tiempo. Aunque algunos de estos esfuerzos han preservado con destreza la obra original de los artistas, en ciertos casos, han dañado la labor de genios, como, por ejemplo, estatuas griegas antiguas y, al menos, dos pinturas de Leonardo da Vinci.
En su carta a los cristianos en Colosas, Pablo describió un proceso de restauración imposible en el mundo del arte: la restauración del pueblo de Dios. El apóstol escribió: «… habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno» (Colosenses 3:9-10).
No se trata de un intento de renovar la obra de un artista fallecido. Es una restauración espiritual realizada por el Dios vivo, quien nos creó y nos dio nueva vida en su Hijo Jesucristo. Su gracia nos permite ver con mayor claridad su propósito para nosotros.
El lienzo de nuestra vida está en las habilidosas manos de nuestro Señor, quien sabe bien para qué fuimos diseñados. No importa cuán sucios o dañados por el pecado estemos; hay esperanza para una renovación y restauración. 
El Maestro Artista está vivo y obrando en nosotros.

Jesús es especialista en restauraciones. 
                                                 
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Redimido para vida eterna


Redimido para vida eterna

Lectura Diaria para hoy, Lunes 23: “Papá conoció a Jesús”
(Randy Kilgore)
Lea: 1 Timoteo 1:15-17
«… fui recibido a misericordia […] para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna.» 1 Timoteo 1:16

Biblia en un año: Ester 6–8; Hechos 6

Mi abuelo, mi padre y mis hermanos eran hombres duros a los que, comprensiblemente, no les gustaba que los demás les «impusieran su fe». Cuando a mi padre, Howard, le diagnosticaron un cáncer rápido y letal, yo estaba tan preocupado que aprovechaba cada oportunidad para hablarle del amor de Jesús. Inevitablemente, él terminaba la charla con un cortés, pero firme: «Sé todo lo que necesito saber».

Prometí no volver a plantear el tema y le regalé unas tarjetas que hablaban del perdón que Dios ofrece, las cuales podía leer cuando quisiera. Entregué a mi papá en manos de Dios y oré. Un amigo también le pidió al Señor que lo mantuviera con vida lo suficiente como para que conociera a Jesús.

Una tarde, me llamaron para avisarme que mi padre había fallecido. Cuando me encontré con mi hermano en el aeropuerto, me dijo: «Papá quería que te dijera que le pidió a Jesús que perdonara sus pecados». «¿Cuándo? —pregunté—. La mañana en que falleció». Dios le había mostrado misericordia, como lo hizo con nosotros (1 Timoteo 1:16).

A veces, hablamos del evangelio; otras, contamos nuestra historia; y, aun otras, simplemente mostramos a Cristo con nuestro ejemplo y nunca dejamos de orar. Sabemos que la salvación es, al fin y al cabo, obra de Dios, y no algo que nosotros podamos darle a una persona.

El Señor es misericordioso y, sin importar cuál sea el resultado de nuestras oraciones, podemos confiar en Él.

Nosotros plantamos y regamos, pero Dios produce el crecimiento.
                                                
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